Hace algunas semanas, un diario en España publicó un artículo que generó polémica en redes sociales. El titular hacía referencia a que el gobierno de ese país daría a las matemáticas escolares un “enfoque de género”. Algunas de las intervenciones que alimentaban el altercado aludían a la supuesta neutralidad y objetividad de la disciplina “2+2 siempre serán 4”, mientras que otras simplemente asumían que una perspectiva de género en matemáticas era equivalente a simplificar la asignatura para las mujeres: “Ahora tienen que ponernos unas matemáticas más fáciles de pequeñas para que nos interesemos por ellas”.
A partir de estos y otros comentarios, es posible deducir que la controversia tuvo su origen, fundamentalmente, en el desconocimiento que existe respecto de lo qué se entiende por “enfoque de género”, y en particular, en cómo se interpreta ese enfoque en el contexto de las matemáticas. A estas alturas, para casi nadie es un misterio la baja participación de mujeres en carreras asociadas a esta disciplina. En la última década, la matrícula femenina en ingeniería y en carreras afines, ha permanecido estancada en Chile en torno al 25%. Tampoco es raro leer de vez en cuando en la prensa acerca de las diferencias por sexo en los resultados de pruebas estandarizadas como PISA o PTU (ex PSU).
¿En qué consiste entonces abordar las matemáticas con perspectiva de género? Se trata no sólo de observar y dar cuenta de esos hechos, también de comprender las causas que están detrás de esas desigualdades, y así generar acciones que ayuden a corregirlas. La perspectiva o el enfoque de género en matemáticas, no intenta cuestionar que 2+2=4. Reside más bien en poner atención en las narrativas que rodean y construyen la disciplina, en cómo nos relacionamos con ella, y en indagar si hay algo ahí que contribuye a reforzar la exclusión de ciertos grupos.
Quienes se han dedicado a estudiar las ciencias desde una perspectiva más bien sociológica, coinciden en que lo que subyace tras las inequidades que se observan tiene mucho que ver con lo que entendemos culturalmente como masculino y femenino (el género) y con las jerarquías que esto conlleva (valorar más los primero que lo segundo). A modo de ejemplo, uno de los mitos que rodean a las matemáticas consiste en suponer que sólo las personas brillantes y poseedoras de un talento innato pueden desenvolverse bien en el área.
Pues bien, el ser brillante o genial son características que comúnmente se piensan como masculinas. De hecho, en la etapa escolar, se acostumbra a describir a las buenas alumnas como “estudiosas”, en contraste con los compañeros de rendimiento similar que reciben el apelativo de “brillantes”. No es sorprendente entonces que aquellas disciplinas asociadas a la genialidad, como las matemáticas, sean justamente las que poseen menor participación femenina, como lo indica esta investigación dada a conocer en 2018 en el Journal of Experimental Social Psychology.
Un enfoque de género en las matemáticas se hace cargo de este y otros aspectos. No sólo proponiendo que niñas y niños reciban el mismo trato, sino que también desmitificando a las matemáticas y a las personas que se dedican a ella. En el caso del ejemplo, avanzar en esa dirección implica ir poniendo el acento en la importancia que tienen para las matemáticas el estudio y el trabajo, y no tanto en las gestas heroicas (“completó una importante demostración totalmente en su cabeza y con resaca”, publicó recientemente un medio de divulgación científica sobre un respetado matemático). No olvidemos que la gran mayoría de quienes nos dedicamos a las matemáticas de manera profesional nos acercamos muy poco a la imagen del genio. Pero incluso quienes responden a ese perfil, deben dedicar tiempo, años incluso, para que una idea brillante se concrete.
Por otro lado, la discusión acerca de la perspectiva de género tampoco es ajena a los organismos de investigación y a las instituciones de educación superior, muchas de las cuales están implementando iniciativas para impulsar una mayor equidad de genero en el área. De hecho, algunas de estas casas de estudio han diseñado mecanismos de acceso especial para mujeres en ingeniería y carreras afines. El recién estrenado cupo mujeres en ciencias en la UC es un ejemplo de esto. Considerando que estas iniciativas contribuyen pero no eliminan por sí solas las desigualdades, debemos seguir trabajando en función de hacer de las matemáticas una disciplina en la que cada vez más personas se sientan bienvenidas.
*Académica e investigadora de la Facultad de Matemáticas UC