Es hora de levantarse. El regreso a clases, a la vida laboral o a la actividad rutinaria trae consigo una serie de problemas si se hacen de manera abrupta. Dentro de ellos, el más común es el llamado “síndrome de fase retrasada”. ¿En qué consiste este fenómeno que puede crear problemas de insomnio, concentración e incluso afecciones cardiacas?

La fase retrasada del sueño, también denominada trastorno del sueño con fase retrasada de sueño y vigilia, es un trastorno del sueño del reloj interno de cada persona -también llamado ritmo circadiano-. Esto ocurre cuando el patrón de sueño se retrasa a la hora de despertar y de dormir por la noche.

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Para entender cómo funciona este síndrome, es necesario recordar cómo funciona el sueño en los seres humanos. La Dra. Nicole Rogers, neuróloga de Clínica Universidad de los Andes, detalla que las personas poseen un reloj biológico interno que nos dice cuándo despertar y cuándo irnos a acostar, que está controlado por una parte del cerebro que se llama hipotálamo. “Nuestro reloj interno se ajusta con respecto a claves ambientales, cuando sale el sol en la mañana, o cuando tenemos luz en la mañana, es como que nos manda un mensaje de buenos días a esta parte del cerebro. Y el reloj biológico se ajusta y nos dice despierta y empieza a activar una serie de procesos biológicos que hacen que estemos más despiertos, más enérgicos y con ganas de hacer las cosas”, explica.

La ausencia de luz en la noche manda un “mensaje de buenas noches” y eso a nuestro cerebro lo estimula a producir algunas hormonas, entre ellas la melatonina, que prepara también procesos biológicos para nuestro cuerpo para que baje la frecuencia cardíaca, se relaje el cuerpo para una noche de descanso. “En el síndrome de fase retardada del sueño, lo que ocurre es que hay una desincronización entre nuestro reloj biológico y las claves ambientales, esto causa que aunque el sol salga en la mañana, nuestro cuerpo no lo considere como una señal, lo ignore y nos despertamos más tarde”, agrega.

Según explica el Dr. Fernando Schifferli, neurólogo de IntegraMédica, se considera que una persona padece “síndrome de fase retrasada del sueño” cuando sus horarios habituales o naturales de sueño comienzan con dos o más horas de retardo en relación a lo que se estipula en su medio social. “Por ejemplo, si se vive en un lugar donde es normal dormir a las 22.00 horas, pero una persona se acuesta después de las 00.00 horas. Esto sucede porque el proceso de generación natural de melatonina se produce tardíamente”, comenta.

Asimismo, la neuróloga del Centro del Sueño de Clínica UC-Christus, María Fernanda Gómez, detalla que este trastorno de sueño, que si bien la gente logra dormir las horas totales normales, lo hace en un horario inadecuado. “Generalmente son personas que tienden a dormirse muy tarde y despertar muy tarde, como por ejemplo los adolescentes cuando duermen desde las 4 de la mañana hasta las 12 del día. Si uno saca la cuenta son horas normales pero están en un horario inadecuado”, remarca.

Foto: Christopher Lemercier (Unsplash)

Este síndrome, agrega Schifferli, no es lo mismo que llenarse de trabajo o de actividades hasta tarde. “Tampoco es lo mismo que retrasar artificialmente la producción de melatonina por el uso de pantallas, ni por las comidas abundantes a medianoche o realizar actividad física después de las 20 horas”.

En estricto rigor, se trata de una cronodisrupción o desincronización artificial entre el horario biológico del cuerpo y el horario del medio. Los síntomas son persistentes, duran al menos tres meses, e incluso puede tardar años en ser superados.

Síntomas del “síndrome de fase retrasada” que puede provocar infartos

Los síntomas pueden incluir insomnio, dificultad para despertarse por la mañana a tiempo para ir al trabajo o a la escuela, somnolencia diurna extrema, dificultad para mantenerse alerta durante el día. Esto puede afectar tanto a niños y adultos de cualquier edad. Sin embargo, el retraso en la fase del sueño es más común entre los adolescentes y los adultos jóvenes.

“A personas que padecen este síndrome se les hace difícil la vida laboral y familiar. En la adolescencia es algo más frecuente tener este tipo de retrasos de fase debido a actividades sociales u obligaciones escolares. En esta edad, al levantarse para ir al colegio se produce una “Privación Crónica del Sueño”, alterando el comportamiento de los estudiantes, y también su rendimiento, lo que incluso a veces se malinterpreta y se confunde con Déficit Atencional”, complementa el Dr. Schifferli.

Y eso también puede crear otras repercusiones. “Por ejemplo, si yo me voy a sostener durmiendo en ese ritmo, se ha estudiado y se ha visto que la gente que tiene un retraso de fase de sueño, y si bien duermen horas normales, igual tienen más riesgo cardiovascular, además tienen más riesgo de sobrepeso, tienden a elegir alimentos de peor calidad y cognitivamente no funcionan igual que si durmieran esas mismas horas durante la noche”, remarca la Dra. Gómez.

Sin embargo, la especialista destaca que el principal problema que se presenta es, que cuando tienen que volver a su rutina laboral normal o de estudios normales, la sincronización de nuevo toma mucho tiempo. “El cerebro en promedio se demora una hora por día en volver al carril normal. Entonces les da una especie de jet lag social, que se asocia a tener una deuda de sueño muchísimo más alta”, dice.

Sueño. Foto: Sander Sammy (Unsplash)

¿Cuándo este síndrome puede llegar a ser preocupante? Tanto en niños, adolescentes y adultos, este trastorno tiene un impacto bastante importante. “En los niños está estudiado que tener un retraso de fase en la vuelta a clases se genera una gran deuda de sueño, van a tener una merma en su aprendizaje y en su rendimiento académico y escolar. En adultos, hay estudios que también lo vincula a tener más accidentes de tránsito, además de mayor probabilidad de errores en el trabajo. Ellos sí muestran un mayor riesgo cardiovascular porque es donde más se estudia y es la edad donde van a presentar por ejemplo un infarto al corazón”, problematiza la especialista.

Este proceso se asemeja también con el cambio que sufre el ciclo cicardiano cuando ocurre el cambio de hora de invierno a verano. La Dra. Gómez aquí comenta que el problema que tiene el horario actual es que el sol sale muy tarde y las horas de luz duran hasta muy entrada la noche. Entonces, por eso este horario favorece el retraso de fase de sueño. Y cuando cambiamos además de invierno a verano, además de entrar a este horario perdemos una hora de sueño”.

¿Qué se debe hacer para contrarrestar este síndrome y evitar de que ocurra? De acuerdo con lo dicho por el Dr. Enzo Riviera, neurólogo de Clínica Ciudad del Mar, este síndrome es particularmente importante cuando se tiene que enfrentar de nuevo la rutina de levantarse y acostarse temprano porque el día anterior de volver al trabajo, al colegio o a la universidad, la persona está acostumbrada a acostarse más tarde.

“La idea es combatir eso yéndose a acostar, por lo menos con una semana de anticipación, unos 15 minutos antes de lo habitual de ese periodo de vacaciones, para ir adelantándose día a día o cada dos días 15 minutos más. De modo que si nos vamos acostando cada vez más temprano nos vamos a ir despertando también cada vez más temprano en esos días que siguen y de esa forma no vamos a tener el shock inicial del primer día de trabajo”, recomienda.

Foto: Annie Spratt (Unsplash)

En general y sobre todo para los niños y adolescentes que no han entrado todavía a clases, lo ideal es que la regulación del horario parta idealmente una semana antes de entrar a clases o de volver de vacaciones. “Mover el horario del despertar, exponerse a la luz del sol en la mañana y en la noche aumentar la exposición a la oscuridad y dejarse una hora de relajo antes de entrar a la cama”, recomienda también la Dra. Gómez.

Según concluye la neuróloga, cuando uno ajusta gradualmente el horario, el impacto es muchísimo menor y la adaptación es muchísimo más fácil. El problema ocurre principalmente en la gente que bruscamente hace la transición de estar durmiendo desfasado a irse a clase o al trabajo, y tratar de adaptarse a su horario normal.