Desde niñas, a las mujeres se les ha dicho qué hacer y no hacer para dar un aspecto particular, el de una “señorita”. Dentro del comportamiento adecuado que se espera de ellas, hay un espectro que se desliza sigilosamente en las revistas, pasarelas, medios, redes sociales y en la sociedad en general, y que afecta, en mayor o menor medida, a todas las mujeres del mundo: la violencia estética.
¿Qué es y cómo afecta a las mujeres desde niñas?
Si no le han dicho a una mujer de manera literal que debe ser perfecta, de seguro le llegó implícitamente el mensaje. Encender la televisión o ver anuncios en redes que hablan de dietas, cremas faciales antiarrugas y nuevos métodos de depilación, no es una casualidad; todo apunta a que las personas, en específico las mujeres, deben encajar en el canon de belleza dominante. Y es curioso, porque no se trata de un prototipo estable, sino de uno que ha cambiado de forma drástica a lo largo de la historia.
Lucir bien, ¿una opción o exigencia?
La violencia estética es la presión social para encajar en un prototipo estético específico, lo que muchas veces puede condicionar la salud física, mental y emocional de la persona en cuestión. Si bien no afecta de manera exclusiva a un género, de acuerdo a la Unidad de Salud Mental de la Universidad Católica, las mujeres se preocupan mucho más que los hombres por su aspecto físico, tamaño y peso.
Este fenómeno se esconde en recovecos de lo más cotidianos, donde el hecho de que las mujeres “se vean bien” es una exigencia, más que una elección propia. Muchas veces, disfrazada del famoso concepto de “presentación personal”.
En el ámbito laboral a varias mujeres se les exige usar falda, por lo que la depilación ya es implícita. También los tacos suelen ser parte del uniforme, lo cual, además de ser incómodo para algunas, puede provocar callos, juanetes e incluso deformidades óseas. Solo queda imaginar lo que es trabajar años para una empresa que te exige este tipo de calzado, correr por las calles para alcanzar el transporte público y estar de pie muchas horas.
Teñirse el pelo para tapar las canas y lucir “presentable” es otro de los ejemplos, y así son muchas las situaciones en que -de forma tácita- las mujeres deben procurar mantener un aspecto determinado. Sin embargo, las generaciones nuevas son cada vez menos permisivas con este tipo de conductas y requerimientos.
Aun así, uno de los tópicos más preocupantes en relación a la violencia estética, y que trasciende diferentes ámbitos de la vida cotidiana, es la imagen corporal.
El problema de la imagen corporal
La psiquiatra especialista en conducta alimentaria de Clínica Universidad de los Andes, Marcela Altayó, señala que la violencia estética tiene efectos en la población general, ya que puede determinar que grupos de riesgo desarrollen Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA).
De acuerdo a la Organización Mundial de la Salud (OMS), suelen aparecer en la adolescencia y juventud. En lo que respecta al país, un estudio de la Escuela de Medicina UC, estima que alrededor del 6% de los niños, niñas y adolescentes padece de trastornos alimentarios, y de estos, 55% son mujeres. Según Altayó, los TCA son multifactoriales, por lo que no dependen solo de la violencia estética, pero esta juega un rol fundamental.
La violencia se gesta -en gran parte- en las redes sociales, los medios y la publicidad, donde hay estándares establecidos de belleza. La especialista explica que, si las personas no cumplen estos estándares, se quedan fuera del sistema y “la exigencia se vuelve una necesidad”. Esto genera distorsión de la imagen corporal y una baja aceptación de la corporalidad normal, lo podría provocar conductas compensatorias como el uso de laxantes, dietas, vómitos y conductas restrictivas para controlar el peso o la talla.
A pesar de que el sector más vulnerable es la adolescencia, porque a esa etapa hay una mayor necesidad por encajar en los grupos sociales, los trastornos causados por la violencia estética no tienen edad.
Obsesión por la delgadez
“En mujeres adultas la violencia estética es igual de prevalente que en las adolescentes”, aclara Altayó.
Un estudio realizado por académicas del Departamento de Psicología de la Universidad Católica de Temuco, concluye que en Chile las mujeres tienen un menor interés en tener un cuerpo musculoso y tonificado, lo que se explica por las ideas sobre el cuerpo, la belleza y el cuidado que tienen relación con “la delgadez como ideal corporal y al ámbito de lo femenino”. Como si ser delgada fuera sinónimo de femineidad.
“Se evidencia una correlación significativa e inversa con autoestima y positiva con perfeccionismo, resultado que coincide con lo observado en pacientes con anorexia nerviosa, quienes presentan características premórbidas de perfeccionismo y baja autoestima”, señala la investigación sobre la obsesión por la delgadez.
La tendencia a lucir delgadas y, asimismo, “perfectas,” se sostiene en la presión ejercida por la familia y los pares, de acuerdo al estudio. En Chile, esto se podría explicar por un contexto cultural que se caracteriza “por otorgar mayor importancia a las percepciones de los demás”, indica la investigación.
Altayó precisa que es común que mujeres adultas tengan un TCA que arrastran de forma crónica desde su infancia o adolescencia. De hecho, una de las cosas que relatan sus pacientes -de manera frecuente- tiene que ver con el refuerzo positivo o negativo que se hizo sobre sus cuerpos, luego de someterse a dietas extremas o restricciones alimentarias.
“Presentaron una baja de peso y esa baja fue reforzada socialmente como algo positivo. Ese es el culto a la delgadez, la violencia en las redes sociales cuando refuerzas estas conductas”, expresa.
Al igual que en el estudio, la psiquiatra es enfática en que los comentarios vienen principalmente desde la familia y las amistades. La disconformidad no es solo propia, ya que se crea una aversión generalizada hacia las corporalidades ajenas al canon dominante, como las tallas grandes. La gordofobia es un concepto que alude a este problema.
“Muchas mujeres adultas que consultan programas para bajar de peso presentan una dismorfia corporal”, afirma la psiquiatra de la Clínica Uandes.
Si bien en los últimos años se cuestiona más este tema con movimientos como el Body positive, que busca empoderar a las mujeres desde la diversidad de los cuerpos, las cifras siguen hablando por sí mismas. De acuerdo a un estudio del colectivo La Rebelión del Cuerpo, un 82% de las mujeres se siente insegura al usar traje baño o bikini en público, y un 52% está de acuerdo, o muy de acuerdo, en que dejarían se sentir inseguridad sobre sus cuerpos si la publicidad fuera más real y diversa.