En países nórdicos, donde las comunidades expuestas a climas extremos debían pasar largas temporadas confinadas, encerrados en sus cabañas, para protegerse del frío y las inclemencias meteorológicas, se observó que durante las repetidas cuarentenas comenzaban a perfilarse variaciones y altibajos emocionales como también desórdenes de comportamiento.
Entonces, se acuñó el término “Cabin Fever” o síndrome de la cabaña que consiste en un conjunto de síntomas psicológicos que la gente experimenta cuando no pueden salir de su casa y convivir con otros seres humanos. Aburrimiento, irritabilidad, cansancio, ansiedad, falta de motivación, soledad, desesperanza, bajas de ánimo, problemas para dormir, o dormir en exceso, sentimientos de incapacidad para abordar el día, dificultades de concentración, cambios en los hábitos alimentarios, exceso de alcohol y otros, son algunos de sus síntomas.
Es importante aclarar que este síndrome apunta a lo que ocurre en el ser humano durante el tiempo de encierro, a los fenómenos mentales y de comportamiento que acontecen en confinamiento, restringidos al interior de sus casas. Lo que ocurre después cuando se acaban las cuarentenas y las personas pueden y deben retomar sus vidas, no es síndrome de la cabaña.
Lo más esperable es que el síndrome de la cabaña ceda y poco a poco se retire, de manera natural al retomar los beneficios de la vida en su plenitud. Después es posible que nos veamos enfrentados a variadas respuestas desde, estrés emocional, desórdenes del estado de ánimo, abuso de sustancias, reacciones de ansiedad como agorafobia y crisis de pánico, entre otras.
Será necesario consultar a un profesional cuando las reacciones ansiosas y/o anímicas interfieran en la vida social, familiar y laboral de manera significativa obstaculizando el desarrollo pleno al que aspira todo individuo.
* Psicóloga Clínica de Clínica Alemana