En la década del 60, investigadores canadienses llegaron a Rapa Nui en medio de la construcción de un aeropuerto internacional en la isla. Dos científicos vieron esto como una oportunidad para estudiar la cultura, el medioambiente y las enfermedades del lugar antes y después del aeropuerto.
Para ello recogieron muestras del suelo de Rapa Nui para caracterizar la diversidad de microorganismos. Pero al revisarlas solo encontraron esporas de tétano. Pese a su decepción, las muestras terminaron en manos de Surendra Sehgal, un microbiólogo de Ayerst Pharmaceuticals, ahora Pfizer.
Sehgal aisló los microorganismos de la tierra de Rapa Nui, los reprodujo y analizó las sustancias que se producían. Luego de algunos ensayos descubrió la rapamicina en 1972, que se llamó así en honor a la Isla. Inicialmente se pensaba que el compuesto tenía propiedades antifúngicas, pero en el tiempo se han descubierto otros prometedores usos.
La rapamicina llamó la atención por ser buena inhibiendo el crecimiento de hongos, pero había un problema, también era un inmunosupresor, es decir, bloquea la producción de células inmunes y deja al cuerpo sin defensas para combatir una infección. Con esta información el medicamento fue etiquetado como inmunosupresor y eso puso fin a su investigación y a su prometedor futuro.
Nace la promesa de la rapamicina para combatir el cáncer
Por lo general, los inmunosupresores no suelen ser buenos tratamientos contra el cáncer, ya que el sistema inmunitario está a cargo de matar las células cancerosas. Por lo tanto, cuando se suprime el sistema inmunológico, se aumenta el riesgo de cáncer.
Pero Sehgal no estaba listo para dejar ir la rapamicina pues había observado que parecía poseer propiedades novedosas en tumores y podía impedir que las células se multiplicaran. Envió una muestra del compuesto al Instituto Nacional del Cáncer (CIN) de EE.UU. para que examinaran su implicancia en esta enfermedad y notaron que tenía una acción contra los tumores sólidos nunca antes vista: la rapamicina detuvo el crecimiento de las líneas celulares de cáncer.
Además, en los estudios descubrieron cómo funcionaba la molécula en el organismos. Identificaron una proteína conocida como mTOR, que controla la forma en que las células crecen y se dividen en respuesta a señales ambientales y fisiológicas, lo que lo convierte en un objetivo importante para el desarrollo de nuevos medicamentos para tratar enfermedades relacionadas con el crecimiento celular y el metabolismo.
El Dr. Juan Carlos Roa, jefe del Departamento de Anatomía Patológica UC y profesor titular e investigador del Instituto Milenio de Inmunología e Inmunoterapia (IMII) explica que desde entonces la rapamicina se empezó a utilizar en personas trasplantadas, ya que al ser un poetente inmunosupresor evita que las defensas rechacen el órgano.
“Posteriormente se empezaron a descubrir estos usos alternativos, o adicionales que tenía esta droga. Esto es como la aspirina que se suponía que era para la fiebre y después apareció que es casi anticancerígeno, como que tiene una diversidad de utilidades”.
Los investigadores observaron que los pacientes que tomaban rapamicina después de un trasplante de órganos tenían una menor incidencia de cáncer en comparación con los pacientes que no tomaban el medicamento. Esto despertó un mayor interés en la rapamicina y su potencial para tratar y prevenir el cáncer.
Sin embargo, el Dr. Roa dice ser más realista con la idea de que la rapamicina se convierta en la droga que trate dicha enfermedad. “Tú sabes que la causa principal de muerte de los pacientes con cáncer no es el cáncer en sí, sino que son las infecciones asociadas por la inmunodepresión que se genera, o que genera la misma enfermedad. Entonces es un balance bien fino de cómo se puede utilizar una droga como esta y cuál es el efecto final que puedes tener”, dice.
Aún así reconoce la potencialidad del fármaco, e incluso el mismo realizó pruebas en ratones con tumores de vesícula biliar donde al tratarlos con rapamicina el tumor “practicamente no crecía”.
“Nuestra idea era tratar de identificar una droga barata para los tratamientos del cáncer de vesícula biliar que están frecuente en nuestra población. La encontramos en ratones, no la hemos podido probar en ensayos clínicos de pacientes”, explica.
Nuevas investigaciones con la prometedora droga encontrada en Chile
La rapamicina es un medicamento que se ha utilizado en el tiempo para impedir que el cuerpo rechace los trasplantes de órganos y médula ósea. Más recientemente, ha llamado la atención de los científicos ya que se han descubierto potenciales nuevos usos, como ayudar a combatir el cáncer, la neuroprotección y terapias contra el envejecimiento.
Sin embargo, a pesar de sus potenciales beneficios, la rapamicina tiene a la vez efectos perjudiciales. Si bien se ha demostrado que detiene el crecimiento de tumores y mejora la respuesta inmunitaria contra el cáncer, también deja a los pacientes sin defensas, ya que es un inmunosupresor, por lo que cualquier mínima infección podría matar a la persona.
A pesar de las contradicciones, hay un consenso en la comunidad científica de que la rapamicina es posiblemente el medicamento más potente descubierto hasta la fecha con un potencial antienvejecimiento, según el portal Big Think.
A medida que crece la investigación con la rapamicina y su función para suprimir la actividad de mTOR, descubrieron que la droga extendió la vida útil de hongos y animales.
En un estudio realizado por el Programa de Pruebas de Intervenciones del Instituto Nacional sobre el Envejecimiento, se alimentó a ratones con rapamicina y se observó cómo esto afectaba su esperanza de vida. Los resultados, publicados en 2009, fueron sorprendentes: los ratones que recibieron rapamicina vivieron seis meses más que los ratones que no la recibieron (equivalente a alrededor de 20 años en humanos). Estos hallazgos abrieron la puerta a la idea de que la rapamicina podría tener un gran potencial como medicamento antienvejecimiento en humanos, explica Big Think.
Los estudios han revelado que la rapamicina previene el linfoma y algunos tipos de cáncer en pacientes trasplantados y mejora la resistencia a los patógenos. Y estudios más recientes, han descubierto que las personas que reciben dosis bajas de rapamicina tuvieron una mayor cantidad de anticuerpos contra la gripe en la sangre, lo que sugiere que la dosis baja mejoró la función del sistema inmunológico.
El Dr. Roa explica que si bien desde el punto de vista biológico puede ser interesante abrir nuevas vías de investigación sobre cómo obtener lo beneficio de la rapamicina sin producir una disminución de la función del sistema inmune, se requieren ensayos clínicos que son difíciles de obtener por el riesgo que conlleva en el paciente.
“El problema son los aspectos adversos, quién se va a atrever a hacer un tratamiento de largo plazo con rapamicina para ver si los pacientes viven o mueren por inmunosupresión. Tú entenderás que esos ensayos rápidamente se suspenden”.
Pero en agosto de 2022 un grupo de investigación en el Instituto Max Planck de Biología del Envejecimiento en Colonia, Alemania, demostró en animales que la exposición breve a la rapamicina tiene efectos positivos contra el deterioro relacionado con la edad y tiene los mismos efectos positivos que el tratamiento de por vida, abriendo nuevas líneas de investigación para una posible aplicación en humanos.
La Dra. Paula Juricic, investigadora principal del estudio comentó en un comunicado que “en las dosis utilizadas clínicamente, la rapamicina puede tener efectos secundarios indeseables, pero para el uso de la droga en la prevención del deterioro relacionado con la edad, estos deben ser ausentes o mínimos. Por lo tanto, queríamos saber cuándo y cuánto tiempo necesitamos dar rapamicina para lograr los mismos efectos que el tratamiento de por vida”.
En el estudio encontraron una manera de eludir la ingesta crónica de rapamicina a largo plazo, lo que da luces de un posible tratamiento en humanos que comience más tarde en la vida para extenderla .
Para el dr. Roa, el desafío de la rapamicina es definir cómo podría utilizarse para delimitar los riesgos y los efectos adversos que tiene desde el punto inmunosupresor respecto de los beneficios que podría tener como una terapia antienvejecimiento o con una terapia oncológica.
Si los científicos logran encontrar dicho balance, la rapamicina tiene el potencial de salvar vidas.