“¿Cuán orgulloso estás de ser chileno/a?”. Esa pregunta, entre muchas otras, ha planteado desde 1981 el estudio internacional Encuesta Mundial de Valores (EMV) o World Values Survey (WVS), un proyecto global de investigación social que se aplica cada cinco años y explora los valores y opiniones de las personas, cómo estos cambian con el tiempo, y su impacto social y político, en 80 países.
En 2012, ante esa pregunta, el estudio a cargo del Institute for Social Research de la Universidad de Michigan, indicó que en Chile el 93% de la población se reconocía como orgullosa de ser chilena (94% las mujeres y 91% los hombres).
En 2018, esa cifra bajó al 79% (78% las mujeres y 81% los hombres). En tanto, los que se admitieron como “no orgullosos”, pasaron de 7% en 2012 a un 20% en la última medición.
Para analizar esa variable, asociada a un sentimiento nacionalista que crece en las fiestas patrias, el Laboratorio de Encuestas y Análisis Social (LEAS) de la Universidad Adolfo Ibáñez, analizó cómo sería la cifra actual. El último dato, el de 2018, fue tomado en un escenario muy diferente al actual, explica el director de LEAS UAI, Ricardo González, antes de estallido social y antes de la pandemia.
Los datos recolectados por LEAS, en el marco del proyecto Valores en Crisis “durante la pandemia”, se realizaron cuando en los 18 países participantes del proyecto, indica González, estaban vigentes medidas como cuarentenas o toques de queda. En ese escenario, se pudo establecer que en el caso de Chile el 72% de las personas encuestadas están muy o bastante orgullosas de su nacionalidad.
Al comparar con el resto de los países analizados, se aprecia que el porcentaje es similar al observado en Japón (71%), algo superior a lo estimado para Italia (69%) y Alemania (67%), aunque muy inferior a China (97%), Suecia (90%), Polonia (87%) y Austria (86%), por nombrar algunos.
Chile con relación a otros países, está más o menos en la medianía de la tabla, dice González “cerca de países que tiene niveles relativamente bajos de orgullo, como Alemania y Japón”.
En el caso de Alemania y Japón, esos niveles de orgullo relativamente bajos, se entienden, dice el experto UAI, por su pasado tras la Segunda Guerra Mundial, “esas variables se observan desde ese tiempo”.
En el caso de ambos países, hipótesis sugieren que es posible que por los daños posteriores a la Segunda Guerra Mundial, hayan desarrollado una relación mucho más complicada con el orgullo nacional. De alguna manera, los nacionalismos alemanes y japoneses en su versión más extrema fueron los responsables de esa gran crisis. Como resultado se tuvo un sentimiento de culpa nacional, o al menos un recelo de los efectos de ese orgullo nacional llevado al máximo, que podría dificultar que los alemanes y japoneses sientan aquello como algo positivo.
En la región, Colombia y Brasil son también participantes del proyecto. “Colombia presenta cifras más altas que Chile. Lo opuesto se observa en Brasil”, indica González.
Declive en el orgullo
La Encuesta Mundial de Valores muestra para Chile un declive en la intensidad de la presencia de ese orgullo desde comienzos de siglo, mas no en los niveles generales de apoyo, explica González, “esto es, la suma de las personas que dicen sentirse mucho o bastante orgullosas, que siguieron siendo altos hasta el último quinquenio, cuando sí se observa un declive importante en el porcentaje de personas que reportaron sentirse muy orgullosas de ser chilenas”.
¿Cómo entender ese orgullo? Es un sentimiento, un afecto hacia el sistema. Un vínculo emocional que las personas tienen hacia el país, una reserva de apoyo más bien difusa, indica González.
“En la evaluación del sistema político, por ejemplo, se puede manifestar aprobación y evaluar al presidente, pero luego en un nivel superior tenemos este orgullo, que es más difuso y no se relaciona con personas o con las autoridades actualmente con el cargo, sino con esta idea de comunidad política”, destaca.
El orgullo se conecta con una conexión política. “Ahí uno esperaría si esto está conectado con otras variables que han caído en el pasado, como la caída en la confianza, esa caída antecede a todo lo que observamos hoy día, la baja en la confianza en partidos políticos, Congreso, hace una década atrás se observa”, dice González.
En cuanto al declive se puede atribuir a varios factores. Pese a que ninguno fue analizado con detalle en el actual estudio, González indica que sí se puede vislumbrar que hay variables que inciden en esa evaluación, como la educación y la edad.
En esas tendencias el análisis de LEAS de la UAI, observaron que el orgullo de ser chileno no está equitativamente distribuido entre grupos demográficos. Hay una diferencia llamativa entre los menores de 34 y los mayores, que podría dar cuenta de una mayor disociación de las fuentes autoridad tradicionales.
En el caso de las personas jóvenes, de menos de 34 años, tienden a sentirse menos orgullosas (32%). En ese grupo, se concibe esta idea de comunidad política de forma más amplia, indica González “no solo asociado a la chilenidad, sino en una amplitud de que conviven culturas diferentes, se trate de pueblos originarios y migrantes”.
Entre 35 y 54 años quienes declaran no sentirse orgullosos, el porcentaje alcanza el 24%, mientras que el sentimiento contrario llega a 74%. Cuando se ve en los de 55 y más años, el orgullo llega al 80% y el rechazo a aquello es de 14%.
Un fenómeno que se ha observado en Chile, y que ayuda a entender esas diferencias, indica González es que gracias al progreso material desde mediados de los 80, junto con la masificación de la educación superior, han dado como resultado que las generaciones más jóvenes se socialicen en un contexto muy distinto a las anteriores.
“Son generaciones más educadas y en otras condiciones, lo que hace que prioricen otras cosas, que sean orientados a perseguir los fines que definen para sí mismos. Cuando ocurre esto en otros países, las personas que han sido más socializadas rehuyen de las jerarquías”, dice González.
Algo similar ocurre con la educación, las personas más educadas sienten algo menos de orgullo sobre el ser chilenos. Por otro lado, las personas de menor nivel educativo se concentran en la categoría más alta, “muy orgulloso” (70%). Cuando se les consulta a quienes tienen educación media incompleta o menos, el sentimiento de “no orgulloso”, alcanza el 19%, pasa a 17% en educación media completa y 20% en educación superior incompleta y más.
Estado plurinacional
También existen otros aspectos involucrados en cómo ese sentimiento pierde relevancia. González destaca que hoy, con la discusión constitucional de sí vamos a derivar a un Estado plurinacional o no, eso también puede contribuir a generar una caída en el orgullo de ser chilenos.
Ese fenómeno se ha observado en países de Europa con el desarrollo de la Unión Europea. Los países que la integran, en cuanto a sus identidades si se sienten más pertenecientes a un bloque. Se vuelven mucho más cosmopolitas, dejan atrás los rasgos de una cultura más tradicional, señala el investigador. “Algo que se observa en Chile, sobre todo en fiestas patrias en que uno podría decir que nuestra identidad es el huaso, las personas que viven en zonas rurales, pero la mayoría de la población viven en zonas urbanas, eso también es ser chileno, también hay personas que no bailan cueca, y son chilenos, es amplio”.
Otro aspecto es la multiculturalidad derivada de la mayor presencia de población extranjera. Según los últimos datos oficiales entregados por el Servicio Nacional de Migraciones y el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), al 31 de diciembre de 2020 la población extranjera residente en Chile alcanza un total de 1.462.103 personas.
Los países que concentran el mayor número de personas extranjeras residentes en el país corresponden a Venezuela (30,7%), Perú (16,3%), Haití (12,5%), Colombia (11,4%) y Bolivia (8,5%). Solo estas cinco nacionalidades suman en conjunto un poco más de 79% del universo total.
Pesea que se trata de una cifra en crecimiento, González indica que la presencia extranjera a nivel nacional es aun relativamente baja. “Si bien en relación a lo que era en el 2002 se ha cuadruplicado, siguen siendo números bajos, ese efecto no lo observamos, pero es posible hacia más adelante que sí sea relevante”, aclara.
Si en la década de los 80, según datos del Censo de 1982, apenas el 0,7% de la población del país era extranjera (83.805 personas), dos décadas después ese porcentaje aumentó a 1,2% (195.320 según el Censo 2002). Para 2017, el 4,4% de la población era migrante.
Un cambio que para Chile ha sido significativo, pero que aún es modesto si se compara con lo que ocurre en el resto del mundo. El porcentaje de migrantes residentes en los países desarrollados es en promedio 11,3%, señalan datos de la División de Población de la ONU.
Pero sin duda, reconoce González, se trata de un fenómeno que es importante observar hacia adelante: “Veremos que pasará con el proceso de migración que venía muy acelerado y que proactivamente se detuvo por la pandemia, veremos qué se observará cuándo las fronteras se vuelvan abrir, o incluso podría reforzarse por ser Chile un país con menos contagios por Covid-19”.
Es un proceso en desarrollo. Por eso es importante, añade, detenerse a ver qué pasa con la idea de comunidad política, porque es una conversación que surgió tras el estallido social y que permanece. “Una conversación sobre de que hay cosas que funcionan mal, que no estamos cómodos y que hay que redefinir este nuevo pacto social. Una vez que ese pacto se redefina, hay que volver a medir esto y ver qué ha pasado, y si esta nueva visión que surgirá de la conversación constitucional será diferente es posible que este orgullo suba al paso del tiempo y sea distinto a lo que es hoy”, sostiene.
“Solo el tiempo dirá si el declive en el orgullo nacional chileno puede profundizar la actual crisis del sistema político, o si por el contrario puede contribuir a la consolidación de una sociedad multicultural e inclusiva”, plantea el investigador UAI.