Cuando Neil Harbisson tenía 11 años, el extraño mundo al que estaba acostumbrado por fin tuvo algo de sentido. Fue cuando se le diagnosticó acromatopsia (también llamada monocromatismo), una enfermedad congénita y no progresiva que afecta a una de cada 30 mil personas, y que consiste en una anomalía de la visión que sólo permite ver el blanco, negro y gris, además de sus tonalidades.
Su situación, irremediable según la ciencia médica, continuó hasta los 19 años, cuando asistió a una charla médica y se prestó para una intervención que cambiaría su vida: la instalación de un dispositivo que, implantado en su cráneo, transformaría las frecuencias de color a sonido, lo que le permitiría percibir mediante vibraciones, los colores que nunca conoció.
Así, en 2004, Neil fue reconocido como el primer cyborg de la historia.
La antena, de unos 30 centímetros, sobresale vistosamente en dirección a su frente y consta de cuatro implantes directamente instalados en su cráneo. Dos mantienen a la antena en su lugar, otro es el chip encargado de vibrar dependiendo de la frecuencia del color, y otro le permite conectarse a internet. En la punta de la antena se encuentra el sensor de color, que es el encargado de enviar la señal al chip en su cráneo, y además puede recibir señales espaciales, datos e incluso llamadas telefónicas de sus amigos.
Sin embargo, antes de su operación tuvo que enfrentarse a una comisión de bioética, la cual rechazó el proyecto, por lo que tuvo que buscar el apoyo de doctores anónimos para realizar el procedimiento de osteointegración, que duró dos meses, esperando que su cráneo no rechazara la antena.
Lo realizado por Harbisson es parte de lo que hoy se conoce como “biohacking”, una tendencia que reúne a personas que buscan “hackear” su cuerpo. Una de ellas es Moon Ribas, quien se implantó un chip en el pie para sentir los movimientos sísmicos en cualquier lugar de la Tierra, y Manel Muñoz, que cuenta con un sensor barométrico en su nuca y que le entrega la capacidad de percibir la presión atmosférica, pudiendo “sentir” el clima de un sitio determinado.
Harbisson cuenta con un proyecto llamado “Cyborg Foundation”, iniciativa que busca que otros humanos se conviertan en cyborgs. Señala que por ejemplo, si tuviésemos visión nocturna, las ciudades serían oscuras y la no utilización de luz artificial sería beneficiosa para el planeta. Lo mismo si pudiésemos regular nuestra temperatura corporal, ahorrando millones en calefacción o aire acondicionado y de paso, aportar al medioambiente. Incluso, dice que planea instalar una cola en la base de su espalda, para el momento en que sea anciano y no deba depender de un bastón.
Al alcance de la mano
Pero el autodenominado cyborg no está solo. Nina Alli es directora ejecutiva del Biohacking Village en DefCon, la conferencia hacker más grande y antigua del mundo, una comunidad sin fines de lucro donde los entusiastas de la modificación del cuerpo a través de la tecnología buscan llevar al límite sus capacidades. Acumula más de 16 años de experiencia en medicina tecnológica y biohacking, trabajó como científica en residencia en la Academia de Ciencias de Nueva York, es exmarine de los Estados Unidos, y tiene un magister en informática biomédica, de salud y medicina traslacional.
En conversación con La Tercera, cuenta que “actualmente existen diferentes definiciones de biohacking: Investigadores de seguridad y científicos-biólogos ciudadanos. Los investigadores/piratas informáticos de seguridad de dispositivos médicos trabajan en dispositivos médicos como marcapasos, bombas de insulina o bombas de infusión, y buscan las vulnerabilidades de seguridad. Por otro lado, los científicos ciudadanos trabajan en soluciones que no son convencionales y que pueden ser hardware, software o ‘wetware’, para ser incluido en el cuerpo humano, generalmente el suyo”.
“Ambas tendencias están en aumento, especialmente debido a la Covid-19”, dice. “La gente está invirtiendo más tiempo para ayudar a la comunidad médica a encontrar problemas con su tecnología. Ha habido un aumento de las asociaciones con Gobiernos y fabricantes de dispositivos médicos, se ha incrementado el trabajo en la comunidad de biohacking, y se han desarrollado soluciones de vacunación para la Covid-19. Los pacientes también son biohackers, ya que han investigado su diagnóstico y pueden discutirlo elocuentemente e incluso encontrar curas para ellos mismos”.
Alli, una de las invitadas junto a Harbisson y Ribas a la conferencia hacker 8.8 Computer Security Conference realizada hace algunos días en Chile, señala que en su cuerpo tiene tres implantes: un RFID y dos NFC. El primero es un sistema de almacenamiento y recuperación de datos remotos, similar a una tarjeta de identificación para ingresar a una biblioteca, o el mismo que se usa en carreteras para pagar el tag. Por otro lado el NFC es una tecnología de menor alcance, pensada para teléfonos móviles, pero con mayor y más veloz cantidad de transferencia de datos.
“Les puse mi placa de trabajo para abrir puertas en un laboratorio en el que trabajé. No los he cambiado nunca y los he tenido durante seis años. Alguien en los Países Bajos tiene 15 en su cuerpo”, afirma.
Aunque por ahora no existen estadísticas claras de cuántas personas han modificado su cuerpo mediante el implante de tecnologías, asegura que en general las personas que buscan esta experiencia “tienen diferentes personalidades. Disfrutan de la autonomía, la aventura, solucionar problemas, están interesadas en cambiar cómo y cuáles son sus capacidades normales. Quieren verse o sentirse diferentes, superarse, sentirse mejor”.
Alli puntualiza que los costos de estas intervenciones varían según la tecnología y la fabricación del aparato y se llevan a cabo en laboratorios comunitarios, garajes y fabricantes médicos. ¿Es legal entonces? “En la mayoría de los países lo es”, asevera. “La persona tiene autonomía para tomar estas decisiones. Sólo Las Vegas intentó aprobar una legislatura que limitaría la implantación de personas”.
En cuanto a los dispositivos más populares para los biohackers, la experta sostiene que “los chips RFID y NFC son una puerta de entrada para involucrarse e invertir en esta forma de vida. Son una introducción rápida a ver cómo la tecnología puede estar literalmente al alcance de su mano. Para ser claros, los chips RFID también se encuentran en los marcapasos”.
¿Y si me arrepiento, se puede revertir el proceso? ¿Hay secuelas? “Los chips son extraíbles”, asegura. “Tienen una vida útil prolongada y se pueden quitar si ya no los deseas”.