¿Quiénes son los “estudiantes invisibles”? Hoy uno de cada cinco universitarios está en esta categoría
Aunque ya representan el 20% de la matrícula de la educación superior, denuncian que el sistema no está preparado para acogerlos.
Marcia Barrientos tiene 37 años. Estudia Trabajo Social en la U. Miguel de Cervantes, carrera a la que decidió ingresar tras el apoyo de su familia, pese a su temor inicial. Su mayor desafío fue compatibilizar estudios con su vida familiar y laboral, especialmente tras 17 años sin estudiar. La decisión además, coincidió con la pandemia. Se organizaba para estudiar de noche, cuando sus hijos dormían, lo que le permitió encontrar un equilibrio.
Sin embargo, Marcia resalta la falta de apoyo específico para estudiantes mayores de 30 años, ya que la mayoría de los beneficios están enfocados en jóvenes. A pesar de haber sido diagnosticada con cáncer hace dos años, fue la universidad quien le brindó facilidades para seguir con sus estudios, una excepción en el sistema. Dice que sin importar la edad, “la satisfacción de estar cerca de la meta es invaluable”.
¿Quiénes son los “estudiantes invisibles”? Hoy uno de cada cinco universitarios está en esta categoría
Su caso no es único. Según datos del Servicio de Información de Educación Superior (SIES) de la Subsecretaría de Educación Superior, el número de estudiantes de pregrado mayores de 30 años ha crecido de forma significativa en los últimos años. Solo entre los alumnos entre 30 y 34 años la cantidad de matriculados aumentó 23,8% entre 2015 y 2024, mientras que aquellos entre 35 y 39 años aumentaron 73,3%.
Hoy, más de 258 mil estudiantes sobre los 30 años está en la educación superior, cifra que representa el 20,3% de la matrícula total del país. Estos “estudiantes no tradicionales” suelen retomar sus estudios años después de egresar de la enseñanza media, compatibilizando sus responsabilidades laborales y familiares con sus estudios, muchos de ellos en modalidad vespertina.
Esta alza refleja un cambio importante en la educación superior chilena. Según Adrián Pereira Santana, vicerrector académico de la U. Miguel de Cervantes (UMC), muchos adultos deciden retomar sus estudios para mejorar sus oportunidades laborales.
“Las personas se dan cuenta, durante su desempeño laboral, que un título universitario puede permitirles dar un salto en sus oportunidades”, explica, citando el informe OCDE “Education at a Glance 2024″, que indica que quienes cursaron educación superior en Chile tienen ingresos 161% mayores que aquellos con solo educación secundaria.
Un factor clave detrás de este aumento es la adaptación de las universidades a la educación a distancia, impulsada por la pandemia. Pereira destaca que este cambio técnico ha sido fundamental para que muchos estudiantes mayores puedan compatibilizar sus estudios con otras responsabilidades. Universidades que se especializan en atender a este perfil de estudiantes, han jugado un rol central en facilitar el acceso a la educación superior para quienes buscan continuar su formación más allá de la juventud.
Pero denuncia que el sistema de educación superior en Chile está diseñado principalmente para estudiantes tradicionales, lo que genera desafíos para los llamados “estudiantes no tradicionales” o “estudiantes invisibles”. Pereira, destaca que estos estudiantes, a menudo mayores de 30 años, tienen necesidades diferentes que no se reflejan en los actuales indicadores de matrícula y deserción.
“El sistema no percibe adecuadamente el boom de los no tradicionales”, comenta, subrayando que los alumnos de este perfil suelen matricularse de manera semestral, adaptando sus estudios a sus circunstancias de vida, algo que no está contemplado en las métricas habituales.
Urgencia en los cambios de acceso a la educación superior
William Vargas, de 56 años, es estudiante vespertino de Licenciatura en Trabajo Social. En su debut en la educación superior enfrentó varios desafíos al regresar a la educación superior después de muchos años dedicado a su familia y trabajo. El principal reto fue la organización del tiempo, ya que debió compatibilizar estudios con su vida personal, familiar y laboral.
Por eso cree que es necesario cambiar el modelo educativo. Dice que deberían reducirse las barreras de entrada, como las pruebas de admisión, ya que estas pueden ser un obstáculo innecesario para personas que, con el tiempo y la madurez, podrían tener un excelente desempeño académico.
El subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana, reconoce la necesidad de adaptar el sistema educativo a las nuevas realidades de los estudiantes no tradicionales, quienes enfrentan dificultades para seguir un régimen académico diurno o continuo debido a sus compromisos laborales y familiares. “Debemos comprender la formación superior como un sistema poroso y flexible, donde las personas entran y salen de las instituciones en distintos momentos de su vida”, dice.
Por ello propone la creación de modalidades de ciclo corto que permitan obtener credenciales intermedias y avanzar en la actualización de competencias.
Pereira propone un enfoque personalizado basado en el modelo europeo de “ciclo de vida”, que acompaña al estudiante no tradicional durante toda su formación, brindando apoyo en momentos críticos. Dice que implementar políticas específicas ayudaría a reducir la deserción y reflejar mejor su realidad en el sistema educativo chileno.
También señala que es crucial revisar los indicadores educativos, ya que la PAES no refleja las diversas estrategias que estos estudiantes utilizan para acceder a la universidad. Propone modificar cómo se mide la permanencia, sugiriendo que los periodos de suspensión no se incluyan en los indicadores de sobre duración de carreras. Además, destaca la importancia de medir la “persistencia”, es decir, la capacidad de mantenerse en la universidad a pesar de las dificultades.
Otro desafío es la modalidad de estudio, ya que muchos de estos estudiantes trabajan o tienen responsabilidades familiares. La semi presencialidad o educación a distancia sería una solución efectiva, especialmente en zonas con largos tiempos de traslado o en áreas rurales sin oferta académica.
Se debe mejorar el financiamiento
El financiamiento de la educación superior en Chile no considera adecuadamente a los estudiantes no tradicionales, quienes enfrentan desafíos específicos al retomar sus estudios. Pereira, propone soluciones innovadoras como beneficios tributarios para quienes estudian y trabajan, y el desarrollo de becas para grupos específicos como mujeres jefas de hogar y habitantes de zonas alejadas. Estas medidas no solo beneficiarían a los estudiantes y sus familias, sino también a la sociedad al mejorar el capital humano y fomentar una educación más equitativa.
Para que el Ministerio de Educación colabore mejor con las universidades en políticas públicas, es clave visibilizar a los estudiantes no tradicionales, un grupo en crecimiento. Pereira propone estudios que los caractericen y promuevan una educación a lo largo de la vida, sugiriendo que los estudios inconclusos se vean como etapas de aprendizaje, no como años perdidos.
También sugiere desarrollar esquemas que fortalezcan los programas de posgrado y formación continua, y que incluyan mecanismos para asegurar la calidad de programas con formación online. Estas modificaciones son parte de un proceso de modernización que busca enfrentar los desafíos del desarrollo humano y productivo del país, facilitando la transición entre la educación técnico-profesional y la universitaria mediante el reconocimiento de aprendizajes y la transferencia de créditos académicos.
El subsecretario Orellana, resalta la tendencia global del “aprendizaje a lo largo de la vida”, con más adultos ingresando a la educación superior y una mayor oferta de formación continua. Este fenómeno demanda que las instituciones educativas se modernicen para adaptarse a las necesidades de estudiantes no tradicionales que buscan actualizar sus habilidades.
Una de las principales críticas al sistema es la forma en que se mide la deserción, aplicando los mismos criterios tanto para estudiantes tradicionales como no tradicionales. Según Pereira, “hay suficiente evidencia académica de que para los no tradicionales lo que ocurre en sus vidas fuera de la institución es más importante que lo que sucede dentro”. Esto significa que estos estudiantes están más expuestos a interrumpir sus estudios debido a responsabilidades laborales, familiares o de salud, lo que aumenta las tasas de abandono, sin que esto se refleje adecuadamente en las estadísticas ni en las políticas públicas.
El subsecretario de Educación Superior, Víctor Orellana, destacó que el Ministerio está trabajando para adaptar la formación a esta realidad demográfica. “Nuestro sistema de educación superior tiene importantes oportunidades para consolidar su aporte en la formación humana y profesional, especialmente para apoyar el aprendizaje a lo largo de la vida”, afirma, subrayando la necesidad de flexibilizar la oferta formativa y adaptar los procesos de enseñanza a las nuevas modalidades de adquisición de conocimiento.
En este sentido, se ha convocado a un Consejo Asesor para diseñar una estrategia integral que guíe el desarrollo de la educación superior en Chile. Este consejo reunirá a expertos para abordar temas clave como la flexibilización de los programas, la articulación con el entorno productivo, y la promoción de la innovación y la modernización de la gestión educativa. “Estamos trabajando en una estrategia con mirada comprehensiva y de largo plazo”, añade Orellana, destacando el enfoque plural y colaborativo del proyecto.
Orellana destaca la necesidad de políticas que faciliten compatibilizar estudios con responsabilidades laborales y familiares. “Apoyar a estos estudiantes desde la política pública implica avanzar en la modernización de los procesos formativos y académicos” afirma, y aunque el crecimiento de programas online y semipresenciales es un avance, es necesario seguir diversificando y mejorando la calidad de la oferta educativa para enfrentar los desafíos del desarrollo humano y productivo del país.
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