Espacios de trabajo inadecuados. Pocos límites entre el trabajo y los tiempos personales. Educación en el hogar y los niños también en casa. Problemas tecnológicos interminables desde el WIFI deficiente, problemas de sonido y la caída de la banda ancha justo cuando vamos a decir algo importante en una reunión on line.
Todas esas son vivencias de la vida en encierro por Covid-19. Solo algunas y las más evidentes. También hay otras como fatiga, dolores de cabeza, ansiedad, llanto, hasta el agobio que se siente cada vez que alguien menciona la palabra “Zoom”. Ganas de salir de casa, pero no se puede.
Hoy, a un año de que socialmente hayamos incorporado el encierro como una acción para evitar contagios por Covid-19, el alza en casos obligó a aumentar las medidas de confinamiento. Una de cada cinco personas en Chile vivirán en comunas bajo cuarentena en Fase 1 desde este jueves 11 de marzo y casi siete millones de personas en la RM estarán en Transición.
Rebrote psicológico
Hablar de confinamiento por cuarentena es sinónimo de agotamiento. Y hablar de nuevas cuarentenas, no es una situación indiferente si de salud mental se trata.
A nivel emocional, la pandemia “se ha experimentado como un escenario incierto”, indica Ignacio Puebla, psicólogo y jefe del Departamento de Cultura de la Seguridad de Mutual de Seguridad CChC. Un proceso cuya fecha de término aún no es clara y que ahora debido al aumento de los contagios algunas comunas del país han tenido que retroceder en sus fases de aperturas y desconfinamientos, volviendo a sus cuarentenas obligatorias.
“Lo que termina pasando es que nos genera una serie de emociones como una sensación de algo que nunca termina, una desesperanza aprendida”, dice Puebla.
Este reconfinamiento no es fácil. Tiene un mayor impacto que los que tuvimos en un principio, “porque estamos mucho más cansados”, explica Alberto Larraín, psiquiatra y académico de la Universidad Autónoma de Chile.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha estado hablando de un concepto que engloba esa sensación de agobio, dice Puebla, que se denomina “fatiga pandémica” o la ansiedad respecto de retomar toda actividad y en especial a la desmotivadas por seguir comportamientos recomendados para protegerse a sí mismos y a los demás del virus, entre ellas las cuarentenas. “Un cansancio más crónico de lo que ha ido pasando a nivel emocional”, señala.
La curva está alta como en junio 2020 cuando fue el peak y eso también significa, señala Puebla, un rebrote psicológico, es decir, “volver a experimentar sensaciones que habíamos olvidado o perdido, porque habíamos avanzado de fases”.
Al retroceder se instala de nuevo una baja de ánimo. Hay un efecto que Puebla denomina como “desescalada emocional”, en relación al estado anímico de las personas. Mientras el número de contagios aumenta, la percepción de bienestar disminuye. “Por consecuencia efecta en el estado anímico y se ve alterado con miedo a la incertidumbre, miedo al contagio, miedo a la pérdida de un familiar; y en el caso contrario, cuando disminuyen los casos aumenta la sensación de bienestar”, aclara.
Para el presidente de la Sociedad Chilena de Psicoanálisis ICHPA, Lucio Gutiérrez, es un escenario diferente al del año pasado. Si en 2020 se habló de un “modo de vida” Covid-19, que daba cuenta, dice, de cierta dificultad para dar una orgánica para el afrontamiento de la crisis sanitaria, eso cambió. “Hoy tenemos, por ejemplo, el Plan Paso a Paso que organiza de acuerdo con los niveles de gravedad y otros indicadores, las medidas que los ciudadanos pueden tomar. Todo eso, que parece algo de manejo desde las instituciones encargadas de la salud pública, también tiene un efecto emocional, en el sentido en que se integra el confinamiento a una orgánica que le otorga racionalidad a la medida”.
Estrés y ansiedad
¿Quiénes se pueden ver más afectados? Siempre hay grupos para los cuales esto puede volverse algo más difícil. Algunas personas, destca Gutiérrez, “van a resentirlo al querer organizarse y estar de alguna manera normalizando la situación de vivir con Covid-19, entonces el confinamiento lleva a recordar que esto es una situación grave y extrema, desde ese punto de vista, por supuesto que va a tener un impacto”.
Puede ser un escenario complejo para todas las personas que tienen trastornos psiquiátricos de base donde el estrés es un gatillante, señala Larraín.
Araya explica que depresiones, trastornos ansiosos, trastornos por estrés y un sin fin de psicopatologías se pueden activar, reactivar o agravar con esta situación.
También puede ser difícil en aquellas con situaciones ambientales altamente dependientes de las cuarentenas. Por ejemplo, dice Larraín, los pequeños empresarios que dependen del comercio y que cada vez que se abren o cierran las ciudades ven con angustia la posibilidad de restablecer su trabajo. Por último, indica, “las personas que viven situaciones familiares que están muy al límite, en términos del cuidado de niños o que han quedado desempleadas”. Por eso es tan importante, dice el psiquiatra que los casos sean vistos uno a uno y que la red de contención se amplíe.
Personas que no tienen una psicopatología como tal, sino una estructura más ansiosa, igualmente pueden verse afectadas. Desde su estructura, explica Araya, tienden a perder más el control mental cuando hay más incertidumbre, otras no tanto, pero quienes son más ansiosas sufren de esa pérdida de control. “Poner atención en estrategias para manejar mejor estas situaciones y acompañarse por familiares, amiga o por un profesional, para llevarlo de manera más sana. Entendiendo que las autoridades toman estas medidas sanitarias por nuestro bien y nuestro cuidado”, aconseja.
Estrategias
¿Qué hacer? Para Manuel Araya, psicólogo de Psyalive.com, otro confinamiento emocionalmente se debe vivir de forma bien situada, “saber por qué se está generando el confinamiento, en qué momento de la pandemia estamos y saber que paralelamente se está realizando el proceso de vacunación y que no es la misma cuarentena que el año pasado”.
Identificar el estado emocional que hemos estado experimentando es un buen comienzo, indica Puebla “porque no es que seamos mejores o peores que el año pasado, lo más probable es que sintamos emociones que ya habíamos sentido el año pasado”.
Es importante, abordar la desescalada emocional desde mecanismos y herramientas que permitan realizar un cambio de enfoque, y que “a través de cambios individuales y colectivos logremos desaprender y aprender a relacionarnos y convivir con el Covid-19″, dice Puebla.
Idear algunas estrategias que nos permitan percibir que estamos en un camino de salida, señala Larraín es una alternativa: “Lo primero que podemos hacer es tratar de conectarnos con las noticias positivas y que muestran que ha habido un progreso”, añade.
Por ejemplo, esta semana se supo de la noticia de un hogar de larga estadía donde personas mayores estaban contagiadas, pero que no tuvieron un impacto negativo en su estado debido a que se habían vacunado. “Eso sin duda es una noticia que nos llena de esperanza. Lo mismo pasa cuando vemos las cifras de vacunados en Chile que ya superan los 4 millones de personas. Son noticias que permiten pensar que esto ya está pasando”, dice Larraín.
Estas cuarentenas nos encuentran más desgastados. Pero con más estrategias. También en medio de un proceso de vacunación importante. “La medida más importante de protección y prevención de salud mental de la población hoy es la campaña de vacunación”, dice Larraín.
Gutiérrez añade que sabemos mucho más del coronavirus hoy de lo que sabíamos hace un año: “Sabemos más respecto a cómo manejarlo, a los medios de contagio, de las personas que son vulnerables, tenemos vacunas, hay una serie de desarrollos que se están plasmando que hacen que esto, por complejo que sea, se integre en una estrategia y como tal esperaría que no sea peor”
Tenemos internalizadas otras conductas que forman parte de nuestra nueva normalidad, dice Araya, “ya asumimos estrategias para cuidarnos cómo teletrabajar, el cuidado de los niños para los deberes escolares, es decir, no somos los mismos de antes y tener conciencia de ellos nos ayudará a enfrentarlo de mejor manera”.
Ser conscientes de lo que se puede controlar y lo que no, también ayuda.“No podemos controlar los confinamientos ni las medidas restrictivas, pero sí nuestras creencias asociadas a ello”, dice Puebla. Por ejemplo, dice, sirve hacer notar los aspectos positivos que hemos ido aprendiendo durante la pandemia: “Hemos aprendido cosas interesantes que nos han vuelto más tecnológicos, mejores padres, hijos, amigos, entre otros. También nos ha servido para darnos cuenta de nuestra capacidad de adaptación. Esto quiere decir, la vida continúa y hemos aprendido parte de los aprendizajes que nos permitirán ser más fuertes”.