Una nueva investigación de la Universidad de Binghamton y Universidad Estatal de Nueva York sugiere que el colapso demográfico en Isla de Pascua es un mito y en realidad no sucedió.
Probablemente conozca esta historia, o una versión de ella: en la Isla de Pascua, la gente taló todos los árboles, tal vez para hacer campos para la agricultura o para erigir estatuas gigantes en honor a sus clanes. Esta decisión llevó a un colapso catastrófico, con solo unos pocos miles que sobrevieron para presenciar el desembarco de los primeros barcos europeos en sus remotas costas en 1722.
Pero, ¿ocurrió realmente el colapso demográfico en Isla de Pascua? La respuesta, según una nueva investigación de los antropólogos de la Universidad de Binghamton, Robert DiNapoli y Carl Lipo, es no.
Su investigación, “Computación Bayesiana Aproximada de radiocarbono y registro paleoambiental muestra la resiliencia de la población en Rapa Nui (Isla de Pascua)”, fue publicada recientemente en la revista Nature Communications. Los coautores incluyen a Enrico Crema de la Universidad de Cambridge, Timothy Rieth del Instituto Internacional de Investigación Arqueológica y Terry Hunt de la Universidad de Arizona.
La Isla de Pascua, o Rapa Nui en el idioma nativo, ha sido durante mucho tiempo un foco de investigación en cuestiones relacionadas con el colapso ambiental. Pero para resolver esas preguntas, los investigadores primero deben reconstruir los niveles de población de la isla para determinar si ocurrió tal colapso y, de ser así, la escala.
“Para Rapa Nui, una gran parte de la discusión académica y popular sobre la isla se ha centrado en esta idea de que hubo un colapso demográfico y que está correlacionado en el tiempo con los cambios climáticos y ambientales”, explicó DiNapoli, investigador asociado postdoctoral en estudios ambientales y antropología.
Algún tiempo después de que se colonizara entre los siglos XII y XIII d. C., la isla, una vez boscosa, quedó despojada de árboles; con mayor frecuencia, los estudiosos apuntan a la tala provocada por el hombre para la agricultura y la introducción de especies invasoras como las ratas. Estos cambios ambientales, según el argumento, redujeron la capacidad de carga de la isla y llevaron a un declive demográfico.
Además, alrededor del año 1500, hubo un cambio climático en el índice de Oscilación del Sur; ese cambio llevó a un clima más seco en Rapa Nui.
“Un argumento es que los cambios en el mediombiente tuvieron un impacto negativo. La gente ve que hubo una sequía y dijo: ‘Bueno, la sequía causó estos cambios’”, dijo Lipo, profesor de antropología y estudios ambientales y decano asociado de la U. de Harpur. “Hay cambios. Su población cambia y su entorno cambia; con el tiempo, las palmeras se perdieron y al final, el clima se volvió más seco. Pero, ¿esos cambios realmente explican lo que estamos viendo en los datos de población a través de la datación por radiocarbono?”
Reconstruyendo cambios poblacionales
Los arqueólogos tienen diferentes formas de reconstruir el tamaño de la población utilizando medidas indirectas, como observar las diferentes edades de los individuos en los sitios de enterramiento o contar los sitios de las casas antiguas. Esta última medida puede ser problemática porque hace suposiciones sobre la cantidad de personas que viven en cada casa y si las casas fueron ocupadas al mismo tiempo, dijo DiNapoli.
Sin embargo, la técnica más común utiliza la datación por radiocarbono para rastrear el alcance de la actividad humana durante un momento en el tiempo y extrapolar los cambios de población a partir de esos datos. Pero las fechas de radiocarbono pueden ser inciertas, reconoció DiNapoli.
Por primera vez, DiNapoli y Lipo han presentado un método que puede resolver estas incertidumbres y mostrar cómo los cambios en el tamaño de la población se relacionan con las variables ambientales a lo largo del tiempo.
Los métodos estadísticos estándar no funcionan cuando se trata de vincular los datos de radiocarbono con los cambios ambientales y climáticos, y los cambios de población relacionados con ellos. Hacerlo implicaría estimar una “función de verosimilitud”, que actualmente es difícil de calcular. Sin embargo, la Computación Bayesiana Aproximada es una forma de modelado estadístico que no requiere una función de verosimilitud y, por lo tanto, brinda a los investigadores una solución alternativa, explicó DiNapoli.
Usando esta técnica, los investigadores determinaron que la isla experimentó un crecimiento poblacional constante desde su asentamiento inicial hasta el contacto europeo en 1722. Después de esa fecha, dos modelos muestran una posible meseta poblacional, mientras que otros dos modelos muestran una posible disminución.
En resumen, no hay evidencia de que los isleños usaran las palmeras ahora desaparecidas como alimento, un punto clave de muchos mitos del colapso. La investigación actual muestra que la deforestación se prolongó y no resultó en una erosión catastrófica; los árboles fueron finalmente reemplazados por jardines cubiertos de piedra que aumentaron la productividad agrícola. Durante épocas de sequía, la gente pudo haber dependido de las filtraciones costeras de agua dulce.
La construcción de las estatuas moai, consideradas por algunos como un factor que contribuyó al colapso, en realidad continuó, incluso, después de la llegada de los europeos.
En resumen, la isla nunca tuvo más de unos pocos miles de personas antes del contacto europeo, y su número estaba aumentando en lugar de disminuir, muestra su investigación.
“Esas estrategias de resiliencia fueron muy exitosas, a pesar de que el clima se volvió más seco”, dijo Lipo. “Son un caso realmente bueno para la resiliencia y la sostenibilidad”.
Enterrando el mito
¿Por qué, entonces, persiste la narrativa popular del colapso de la Isla de Pascua? Es probable que tenga menos que ver con el antiguo pueblo Rapa Nui que con nosotros mismos, explicó Lipo.
El concepto de que los cambios en el medioambiente afectan a las poblaciones humanas comenzó a despegar en la década de 1960, dijo Lipo. Con el tiempo, ese enfoque se volvió más intenso, ya que los investigadores comenzaron a considerar los cambios en el medioambiente como un motor principal de cambios y transformaciones culturales.
Pero esta correlación puede derivar más de preocupaciones modernas con la contaminación impulsada por la industrialización y el cambio climático, en lugar de evidencia arqueológica. Los cambios ambientales, señala Lipo, ocurren en diferentes escalas de tiempo y en diferentes magnitudes. La forma en que las comunidades humanas responden a estos cambios varía.
Tomemos un ejemplo clásico de sobreexplotación de recursos: el colapso de las pesquerías de bacalao en el noreste de Estados Unidos. Si bien las economías de comunidades individuales pueden haber colapsado, los esfuerzos de recolección más grandes simplemente se trasladaron al otro lado del mundo.
En una isla aislada, sin embargo, la sostenibilidad es una cuestión de supervivencia de la comunidad y los recursos tienden a manejarse de manera conservadora. Un paso en falso en la gestión de recursos podría tener consecuencias tangibles y catastróficas, como el hambre.
“Las consecuencias de sus acciones son inmediatamente obvias para usted y para todos los que lo rodean”, dijo Lipo.
Lipo reconoció que los defensores de la historia del colapso de la Isla de Pascua tienden a verlo como un negacionista del cambio climático; enfáticamente ese no es el caso. Pero advirtió que las formas en que los pueblos antiguos lidiaron con los cambios climáticos y ambientales no reflejan necesariamente las crisis globales actuales y su impacto en el mundo moderno. De hecho, pueden tener mucho que enseñarnos sobre resiliencia y sostenibilidad.
“Existe una tendencia natural a pensar que las personas en el pasado no eran tan inteligentes como nosotros y que de alguna manera cometieron todos estos errores, pero en realidad es lo contrario”, dijo Lipo. “Produjeron descendencia y el éxito que creó el presente. Aunque sus tecnologías pueden ser más simples que las nuestras, hay mucho que aprender sobre el contexto en el que pudieron sobrevivir”.