Gloria Montenegro, destacada botánica chilena, ha dedicado su vida a la conservación de los recursos naturales, un interés que nació en su juventud y ha evolucionado con el tiempo. Desde temprana edad, se sintió atraída por la flora nativa, lo que la llevó a especializarse en botánica. A lo largo de su carrera, ha trabajado incansablemente para preservar el patrimonio natural de Chile, con un enfoque especial en la flora autóctona.
A sus 83 años, la reconocida científica chilena, siempre apoyada por la Asociación Red de Investigadoras, sigue siendo una figura activa y relevante en la comunidad científica. Su pasión por la investigación y su deseo de contribuir al desarrollo científico del país no han disminuido con el tiempo. Montenegro se mantiene motivada por el impacto que su trabajo puede tener en la conservación y en la mejora de las prácticas agrícolas en Chile.
Se entrega hace 30 años pero nunca ha sido ganado por una mujer: ella podría ser la primera
Con más de 270 publicaciones científicas y 44 patentes solicitadas, el impacto del trabajo de la académica de la Facultad de Agronomía y Sistemas Naturales UC en la conservación de recursos naturales es profundo y duradero. A lo largo de su carrera, ha desarrollado e implementado estrategias para preservar especies en peligro y ha promovido prácticas sostenibles que han sido adoptadas por diversas comunidades en Chile. Uno de sus mayores logros ha sido la creación de programas de conservación que integran el conocimiento científico con las necesidades de las comunidades locales, donde ha trabajado mano a mano con agricultores, apicultores y yerbateros, ayudándoles a entender cómo pueden proteger el medio ambiente mientras mejoran sus medios de vida.
En conversación con Qué Pasa Montenegro afirma que “lo que más me gusta de la ciencia es poder ver cómo lo que investigamos puede realmente ayudar a la gente en su vida diaria, eso es lo que me impulsa a seguir adelante”.
A lo largo de su carrera, Gloria ha inspirado a generaciones de científicos, y su impacto en la conservación de los recursos naturales es innegable. A pesar de que el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas se entrega hace 32 años,nunca ha sido otorgado a una mujer. Nominada por cuarta vez, Montenegro es una defensora de la igualdad de género en la ciencia. “Espero que en algún momento se reconozca el trabajo de tantas mujeres que han contribuido tanto como sus colegas hombres”, expresa.
-¿Qué fue lo que la motivó a dedicarse a la botánica y a la conservación de los recursos naturales, y cómo ha evolucionado esa motivación a lo largo de su carrera?
Desde muy joven, me sentí atraída por la naturaleza. Recuerdo pasar horas observando las plantas en el jardín de mi casa, fascinada por sus formas, colores y cómo interactuaban con su entorno. Esa curiosidad inicial fue lo que me llevó a estudiar botánica. Sin embargo, a medida que avanzaba en mi carrera, me di cuenta de la fragilidad de los ecosistemas y de la importancia de conservarlos.
La motivación que surgió de esa conciencia ha evolucionado hasta convertirse en un compromiso profundo con la conservación de nuestros recursos naturales. He dedicado mi vida a estudiar y proteger la flora chilena, especialmente las especies endémicas que están en peligro. Hoy, mi motivación sigue siendo la misma, pero con una mayor urgencia debido al cambio climático y la pérdida de biodiversidad que estamos experimentando a nivel global.
Me di cuenta de la importancia de preservar las especies nativas de Chile, no solo por su valor intrínseco, sino también por su papel fundamental en los ecosistemas locales. Hoy, mi trabajo no solo se centra en la investigación, sino también en la formación de nuevas generaciones de científicos y en la creación de conciencia sobre la importancia de proteger el medio ambiente.
Asi es que lo que más me ha gustado de mi trabajo en la investigación es la constante oportunidad de aprender y descubrir. La ciencia es un campo en el que nunca dejas de explorar, donde cada respuesta lleva a nuevas preguntas. Este proceso de descubrimiento es, para mí, lo que hace que la investigación sea tan apasionante. Además, he disfrutado enormemente de la posibilidad de trabajar en equipo con personas talentosas y comprometidas, tanto dentro como fuera de Chile. A lo largo de los años, he tenido el privilegio de colaborar con científicos de todo el mundo, y estas experiencias han enriquecido tanto mi trabajo como mi perspectiva sobre la ciencia. Pero, sobre todo, lo que más me ha gustado es saber que mi trabajo tiene un propósito mayor: la protección de nuestro planeta y la mejora de la calidad de vida de las personas.
-Considerando que en 32 años el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas nunca ha sido otorgado a una mujer, ¿Qué le pasa cuando le siguen preguntando por qué una mujer no ha ganado el premio?
Cada vez que me preguntan por qué una mujer no ha ganado siento una mezcla de frustración y esperanza. Frustración porque es un reflejo de las desigualdades de género que todavía existen en nuestra sociedad, incluso en el ámbito científico. Sin embargo, también siento esperanza porque creo que estamos en un momento de cambio.
Recuerdo que, al principio de mi carrera, las mujeres éramos a menudo subestimadas y nuestras contribuciones minimizadas. A pesar de mis logros, muchas veces me enfrenté a un sistema que no valoraba mi trabajo de la misma manera que el de mis colegas masculinos. Espero que esta nueva entrega del Premio Nacional sea un punto de inflexión. Es fundamental que las mujeres científicas sean reconocidas por sus méritos y contribuciones.
Las mujeres estamos demostrando, con nuestro trabajo y dedicación, que merecemos ese reconocimiento. En cuanto a esta nueva entrega del premio, espero que se valore el mérito por sobre cualquier otro factor, y que las mujeres científicas sean consideradas con la misma seriedad y respeto que nuestros colegas hombres. Si logro ganar, no será solo una victoria personal, sino un paso adelante para todas las mujeres en la ciencia.
-A sus 83 años, sigue aportando activamente al progreso científico. ¿Qué la mantiene motivada para continuar contribuyendo al desarrollo científico del país?
Lo que me mantiene motivada es la pasión por el conocimiento y la convicción de que siempre hay algo nuevo por descubrir. A lo largo de mi carrera, he aprendido que la ciencia es un proceso continuo, donde cada descubrimiento abre la puerta a nuevas preguntas. Además, ver el impacto tangible de mi trabajo en la conservación de la flora chilena y en el desarrollo de prácticas sostenibles me da una enorme satisfacción.
A mis 83 años, siento que aún tengo mucho que aportar, no solo en términos de investigación, sino también en la formación de nuevas generaciones de científicos. Me inspira ver a jóvenes apasionados por la ciencia, y quiero seguir siendo una guía para ellos, compartiendo mis experiencias y conocimientos.
-¿Hay algún momento en su carrera que considere particularmente inspirador para las futuras generaciones de científicos?
Uno de los momentos más inspiradores de mi carrera fue cuando logramos salvar al Quisco (Echinopsis chilensis), un cactus en peligro crítico de extinción en Chile. Este cactus, fundamental para el ecosistema costero, estaba amenazado por la sobreexplotación y la pérdida de hábitat.
Recuerdo que en mi infancia, en las excursiones al campo, usábamos los tallos secos del quisco para crear “palos de agua”, un proceso artesanal que conectaba a las personas con la naturaleza. Sin embargo, con el tiempo, esta práctica se volvió masiva, lo que ponía en riesgo la especie. Por eso, advertí a mis estudiantes sobre la necesidad de proteger el quisco y no seguir haciendo palos de lluvia. La conservación de nuestras especies nativas es crucial, y el Quisco se convirtió en un símbolo de esa responsabilidad.
Finalmente, recuerdo con emoción el día en que, junto a un grupo de estudiantes, enfrentamos el desafío de salvar un conjunto de estos cactus de un proyecto de urbanización. Movilizamos a la comunidad y a las autoridades, logrando detener la amenaza. Esta experiencia no solo fue un punto de inflexión en mi carrera, sino también en la vida de los jóvenes que participaron. La historia del Quisco es un claro ejemplo de lo que se puede lograr cuando combinamos ciencia, acción comunitaria y pasión por la naturaleza.
-¿Qué mensaje le daría a las nuevas generaciones de mujeres científicas en Chile?
A las nuevas generaciones de mujeres científicas en Chile les diría que no dejen que nadie les diga que no pueden lograr lo que se proponen. Aunque cuando comencé mi carrera, la ciencia era un campo dominado por hombres y enfrentaba numerosos obstáculos, esos desafíos me hicieron más fuerte y me dieron la determinación de seguir adelante. Hoy, aunque todavía existen barreras, tenemos más oportunidades para hacer nuestra voz escuchada en la ciencia. Les aconsejo que sigan sus pasiones, busquen mentoras y confíen en su talento, sin miedo a desafiar el status quo.
El mundo necesita más mujeres en la ciencia, y cada una de ustedes tiene el potencial de hacer una diferencia. La ciencia necesita de la perspectiva y creatividad de las mujeres para seguir avanzando, por lo que es fundamental que no duden en alzar la voz por sus derechos y luchen por un lugar en este campo. Aunque he tenido que demostrar constantemente mi valía en un entorno que cuestionaba mis capacidades, me rodeé de mentores que creían en mí y luché por abrirme paso, y hoy miro con orgullo los avances logrados, aunque sé que aún queda mucho por hacer.
-Su trabajo ha sido clave en la transferencia de conocimiento a PYMES apícolas y yerbateros. ¿Qué es lo que más le gusta de hacer ciencia?
Lo que más me gusta de hacer ciencia es contribuir al bienestar de la sociedad, especialmente al transferir conocimiento a PYMES apícolas y yerbateros, lo cual ha sido muy gratificante. Saber que mi trabajo tiene un impacto directo en mejorar prácticas y promover la sostenibilidad es una gran motivación, ya que la ciencia juega un papel clave en construir un mundo más justo y equitativo.
Actualmente, estoy enfocada en proyectos de conservación de especies nativas y restauración de ecosistemas degradados, como la recuperación de suelos erosionados con plantas nativas. Además, colaboro con pequeños productores en prácticas sostenibles y me esfuerzo por inspirar a las nuevas generaciones de científicos a través de la docencia y el mentoring.