La pandemia de Covid-19 causada por el virus SARS-COV-2, provocó que la vida de todos, en menor o mayor grado, se viera perturbada.
Las cuarentenas, el distanciamiento social, entre otras medidas, alteraron abrupta y dramáticamente las rutinas diarias, el trabajo, los viajes y las actividades de ocio de las personas. Una dinámica desconocida para muchos. Que se sumó a que el virus transformó situaciones antes normales en acciones potencialmente peligrosas: interacción social, tocarse la cara, ir a un concierto, estrechar la mano de alguien e incluso abrazar a los familiares.
Todo lo anterior derivó en negativos efectos económicos y desempleo. Un escenario que podría ser perjudicial para la salud mental advirtieron especialistas desde el inicio de la pandemia. Y ya se ven las consecuencias: El 47% de las personas en Chile dice que su bienestar o salud mental ha empeorado en pandemia.
Es lo que establece el sexto informe de Vida en Pandemia: Incertidumbre económica y crisis del estado de ánimo al vivir en pandemia, desarrollado por la Universidad de Chile que señala además que el 32% se reconoce muy desanimado.
La cifra de 47% que reconoce que su bienestar o salud mental ha empeorado, no muestra mayores diferencias al separar por cuartil (q) (q1 46%, q2 48%, q3 44% y q4 49%). Al analizar según el rango etario se aprecia que el grupo de mayores de 50 años presenta niveles de empeoramiento un poco más bajos (44%) que el grupo más joven que tienen entre 20 y 29 años (49%).
El informe, que se desarrolló desde agosto considera a 2.500 personas mayores de 18 años, es parte de un estudio longitudinal para conocer el impacto social y respuestas a la crisis del Covid-19 en la vida cotidiana.
Fragilidad económica
Una situación de crisis como la del Covid-19 opera como un laboratorio social. La sociedad, sometida a tal exigencia y alteración de la vida personal y social, detalla el estudio, permite realizar un análisis social: “Las crisis, nos muestran las formas de vida que les preceden, las desestabilizan, profundizan otras crisis permanentes, pero también hacen emerger nuevas formas de hacer, pensar o relacionarse”.
En ese sentido, los actuales resultados revelan una evidente crisis de la salud mental, destaca Fabián Duarte del Núcleo Milenio en Desarrollo Social, Facultad de Economía y Negocios de la U. de Chile e investigador del actual informe, causada por el encierro propiamente tal, pero también por la fragilidad económica.
En el estudio al consultar si perdieron el empleo directamente por la pandemia, o indirectamente ya sea por renuncia para cuidar a hijos o personas mayores, el 22% de las y los encuestados señaló haber perdido su trabajo, medido desde marzo de 2020, es decir, desde el inicio de la pandemia.
También indagaron en el grado de dificultad para financiar gastos del hogar habituales, como artículos básicos, medicamentos, arriendo, dividendo, créditos de consumo, educación, entre otros; y comprobaron que ese item se ha vuelto más crítico durante la pandemia.
Una situación que es más crítica en el grupo de más bajos ingresos (menor o igual a $510.000), donde el 56% dijo tener problemas para pagar alguna cuota de créditos de consumo, 47% para comprar artículos básicos, 36% para comprar medicamentos, 23% para pagar su dividendo, 29% para pagar el arriendo y un 26% para pagar alguna cuota educacional.
Salud mental
Incertidumbre económica que influye además en que el futuro inmediato sea percibido como crítico e incierto en términos económicos. El 29% de las personas encuestadas cree que es totalmente probable o muy probable quedar desempleadas en los próximos tres meses. Una cifra que en el grupo de menores ingresos sube a 45%, donde además un 28% cree que es totalmente probable o muy probable que otro/a integrante del hogar quede desempleado/a.
La pandemia ha creado una atmósfera de inseguridad respecto al futuro. Eventos previos similares, como la crisis financiera de 2008, han demostrado el impacto adverso de la incertidumbre económica sobre el bienestar psicológico.
Existe inseguridad laboral y desempleo, detalla Duarte. Y también miedo a la reducción de ingresos y al aumento de la deuda. A su vez, problemas para conseguir suministros básicos o medicamentos, que exacerban el sentimiento de fragilidad frente al futuro y tienen un efecto significativo en la salud mental.
Algo que se aprecia en desánimo. El estudio consultó a los entrevistados por su estado de ánimo en las últimas dos semanas y el 32% reconoció sentirse muy desanimado. Una tendencia que nivel de ingreso muestra pocas diferencias: 32% en q1, 35% q2, 30% en q3 y 29% q4. Las diferencias se aprecian, sin embargo, al desglosar por rango etario: sólo el 25% de los mayores de 50 años se sienten, a diferencia del 35% de los estratos más jóvenes.
El efecto económico de todo lo anterior puso a prueba la estabilidad emocional de la población en Chile. Y las personas que tienen problemas para pagar ciertos ítems, especifica el estudio, muestran altos grados de desánimo: “El indicador sobre el deteriorado del estado de ánimo llega a 35% en las personas que tienen problemas para comprar artículos básicos y algo similar ocurre al observar a personas que dicen tener problemas para pagar medicamentos (36%) y con las personas que dicen tener problemas para pagar alguna mensualidad en el colegio, también tienen índices de empeoramiento del estado de ánimo de un 36%”.
Crisis sin fecha de término
Una crisis de estas características, con temor al virus, restricción en la movilidad, cuarentenas que se mantienen hasta el día de hoy, y la pérdida de trabajos o dificultades para llegar a fin de mes, “naturalmente son estresores y variables que hacen que las personas se sientan desanimadas con mayores grados de estrés”, indica Duarte.
Una hipótesis, dice el investigador es que es una respuesta natural y pasado la crisis, y se volverá a un estado normal, “o que esto se mantenga un año o más y se den tasas de estrés las tasas más altas”. En algunos países, agrega, se apreciaron un aumento en las tasas de suicidio y en otros países en 2020 las tasas de suicidio disminuyeron.
Un estudio en Japón publicado recientemente que evaluó si la mortalidad por suicidio cambió durante la pandemia, indica que disminuyeron en un 14% durante los primeros 5 meses de la pandemia (febrero a junio de 2020), y eso podría deberse a una serie de razones incluidos los subsidios del gobierno, la reducción de las horas de trabajo y el cierre de escuelas. Sin embargo, las tasas mensuales aumentaron un 16% durante la segunda ola (julio a octubre de 2020), con un aumento mayor entre las mujeres (37%) y los niños y adolescentes (49%).
La pandemia está teniendo un efecto multidimensional, destaca el estudio de la U. de Chile, afectando condiciones materiales y subjetivas que atraviesa a la sociedad chilena. Han existido transferencias desde el Gobierno a las personas y proyectos (como el del 10%) que permiten mitigar posibles efectos negativos de la actual crisis económica. “Han tenido un efecto positivo en las personas. Lo mismo ocurre con el avance en la campaña de vacunación, existe la expectativa que se podrá salir pronto”, resalta Duarte.
Sin embargo, grupos sociales como los estratos socioeconómicos de menores ingresos y jóvenes, se encuentran entre los más afectados. Además, tal como el estudio muestra, los efectos en la salud mental son transversales.
Tal cómo otros estudios han mencionado, los jóvenes son los más afectados en términos económicos. “Ellos son los que tienen trabajos en que ganan menos dinero, tienen menos antigüedad, menos ahorros, no es la mejor situación para una crisis. Presentan las tasas de desempleo altas”, explica. En una situación económica compleja que se les restringa la movilidad, menos posibilidad de salir y eso también afecta la salud mental.
Inevitablemente eso tendrá consecuencias sociales, aclara Duarte: “La más directa desde el punto de vista económico es que es muy probable que ponga presión al sistema de salud. Porque muchas personas al seguir desanimadas acudirán a un especialista, y antes no iban. Eso pone presión. Hace que se gasten más recursos del sistema de salud y lo encarece”.
Existen además efectos a largo plazo. Algo que se traducirá, dice Duarte, en las más licencias, ausentismo y baja en la producción. “Ausentarse encarece los costos, no solo a las prestaciones de salud y al mercado laboral”.
Se necesita apoyo estatal, recalca el investigador. En el caso de los jóvenes, medidas que ayuden a mejorar a que entren de mejor manera al mercado laboral. “Existe una gran masa que no trabaja ni estudia y hay que ver qué pasa con ellos cuáles son las motivaciones de por qué no trabajan. Eso requiere un análisis para una política pública que dé respuesta a esto, para aumentar la poca participación que desde antes”.
“Dado que estamos en una crisis que tiene varias aristas es importante que el Estado se haga cargo de alguna de ellas. El Estado está para proporcionar protección a los ciudadanos, pagamos impuestos para pagar Fuerzas Armadas para que nos protejan, y acá debería pasar lo mismo, la incertidumbre económica es relevante y hace que las personas desarrollen estos problemas de salud mental”, subraya .
Por lo pronto, dice el investigador de la U. de Chile, la vacuna es un factor exitoso que descomprime el ambiente y genera mejoría en términos de salud mental. En una crisis, que “no hemos sido capaces de tener una fecha clara de cuándo terminará”, indica.