“Les invitamos a conocer un exclusivo proyecto en Reñaca con 34 exclusivos departamentos, insuperable vista al mar y las mejores terminaciones del sector”. Así rezaba la invitación que en julio de 2013 hacía Besalco Inmobiliaria para adquirir uno de los inmuebles en el edificio Kandinsky, ubicado en Costa de Montemar 80, Viña del Mar.
Sin embargo, la promesa literalmente terminó hundiéndose. El 23 de agosto, 25 personas de 11 departamentos debieron ser evacuadas preventivamente debido al colapso de un muro y un gran socavón que produjeron las intensas precipitaciones que afectaron la zona centro-sur del país.
Este incidente, según un nuevo estudio, puso en evidencia la causa inminente de esta catástrofe: la urbanización extrema que tiene lugar en las dunas y la ausencia de una legislación sólida en gestión costera.
La investigación fue realizada por Carolina Martínez, académica de Geografía UC y directora del Observatorio de la Costa, y Nelson Rangel Buitrago, académico de la Universidad del Atlántico, Colombia, y apunta hacia la presión urbana y señala la urgente necesidad de implementar una Ley de Costas que permita el manejo integrado de la zona costera en Chile.
El nuevo estudio, dado a conocer en la revista Ocean and Coastal Management, analizó las causas del reciente colapso del edificio Kandinsky entre Viña del Mar y Concón, Región de Valparaíso, producto de las intensas lluvias que provocaron un socavón con el inminente riesgo de derrumbe de toda la infraestructura, donde ya van cuatro edificios evacuados y más de 200 personas afectadas en el área.
La importancia de las dunas
Las dunas son ecosistemas de alto valor natural, que están agrupados en distintos tipos de familias. Su principal característica es que conforman una compleja interacción entre oleaje, playa y duna, donde los sedimentos que conforman estos campos dunares son aportados por corrientes litorales, sedimentos que son traspasados a la playa, y luego redistribuidos y desplazados a partir del viento, explica la autora principal del estudio.
El sistema de dunas de Concón data de aproximadamente unos 10 mil años, una formación única que se caracteriza por sus “dunas colgantes o relictas”. Esto significa que se encuentran relativamente aisladas de la dinámica que alimenta a las dunas comunes, ya que los cambios en el nivel del mar registrados en este período de tiempo, las han desconectado de su alimentación directa con la playa.
Las dunas se mantienen gracias a una dinámica costera que incluye el aporte de sedimentos gracias a la compleja interacción que se produce entre el oleaje, la playa y la duna. Esto explica el alto valor ecológico y geomorfológico de las dunas de Concón, que sostienen una biodiversidad única y proporcionan servicios ecosistémicos como protección contra marejadas y fenómenos como tsunamis.
“Las dunas cumplen una función principal en la regulación del clima, incidiendo también en las reservas de agua que se presentan principalmente en los humedales interdunares, y también en la conexión con las napas freáticas de las cuencas que aportan sedimentos locales”, dice Martínez, directora del Observatorio de la Costa e investigadora CIGIDEN.
Sumado a esto, las dunas concentran una alta biodiversidad, incluyendo flora y fauna con altos niveles de endemismo, así como hábitat y anidación para las aves migratorias, y son fundamentales para la mitigación de amenazas naturales recurrentes en el país, así como para eventos extremos derivados del cambio climático.
Sin olvidar su alto valor paisajístico y su importancia tanto espiritual como económica para las comunidades costeras que habitan estos territorios, muchas de ellas desde tiempos ancestrales.
Pero hace algunos años que esto se está viendo afectado por la extrema urbanización. Edificios de 20 pisos y más que interrumpen las postales entre Reñaca y Concón.
Ciudades costeras como Valparaíso, Viña del Mar y Concón han experimentado un rápido crecimiento turístico, lo que ha llevado a un aumento en hoteles, segundas residencias y asentamientos ilegales. “Estas presiones antropogénicas, en gran medida concentradas a lo largo de la costa, contribuyen sustancialmente a la degradación”, dice el estudio.
“Al construir sobre las dunas costeras se genera un retroceso y una degradación de todos los ecosistemas vinculados al campo dunar y representa, además, un riesgo para la vida humana, ya que las dunas, al tener una dinámica móvil, no resisten una excesiva carga como la que causan los asentamientos estáticos (como los edificios)”, explica la geógrafa.
La investigación concluye que el rápido crecimiento del turismo y la construcción, han intensificado los impactos humanos en las zonas costeras, “erosionando la resiliencia de los ecosistemas y magnificando su susceptibilidad natural a peligros como los tsunamis, la erosión y los extremos climáticos”, señala el estudio.
Ley de costas y urbanización
El estudio advierte que esta situación se ve agravada por la falta de un marco legislativo integral para la Gestión Integrada de las Zonas Costeras (GIZC) en Chile, “lo que resulta en deficiencias de gobernanza y mayores riesgos”.
Martínez comenta que es fundamental la actualización de los planes reguladores, para que sean robustos en identificar a las dunas como áreas no urbanizables. “Sin embargo, creemos que lo más importante para el país es poder contar con una Ley de Costas, que proteja estos ecosistemas y los considere como territorio singular”.
Agrega que la propuesta para una Ley de Costas se encuentra estancada en el Parlamento, mientras que, por el contrario, avanzan proyectos de Ley que incentivan la inversión inmobiliaria en las zonas costeras, como ocurre con la Ley de Administración de Borde Costero y Concesiones Marítimas, que se encuentra en segundo trámite legislativo.
El estudio concluye que el rápido ritmo de desarrollo supera la capacidad de recuperación de estos ecosistemas y “desafía gravemente la resiliencia e integridad ecológica de los sistemas dunares únicos de Chile”.
Junto con ello, recomienda la necesidad de medidas restrictivas tanto sobre las actividades de construcción, como en el acceso a las zonas costeras ecológicamente vulnerables, para minimizar el impacto de actividades como tráfico de vehículos o la extracción ilegal de arenas, otro problema crítico para la supervivencia de estos ecosistemas.