Entre agosto y septiembre de 1918 se registraron los primeros casos de la mal llamada “gripe española”, la gran pandemia de influenza que se inició en Texas y Kansas (Estados Unidos, que afectó al mundo entre 1918 y 1920 y por la que se estima fallecieron entre 45 y 100 millones de personas en todo el planeta.
De acuerdo a las cifras del Anuario Estadístico de la República de Chile, en nuestro país le costó la vida a 40.113 personas entre 1918 y 1921.
En Estados Unidos, al igual que hoy, las recomendaciones incluyeron el uso de la mascarilla y la suspensión de las clases con el objetivo de disminuir el contagio. Algo muy distinto a la estrategia que utilizó Chile en esa época.
Según Julio Cárdenas, académico de la Facultad de Medicina de la U. de Chile y presidente de la Sociedad Chilena de Historia de la Medicina, en esa época se optó por una mirada centrada en la higiene sanitaria y educación higiénica. “No sé si por desconocimiento acerca de la transmisión de la epidemia, pero todo estaba orientado en la limpieza de los espacios, las calles, la entrega de jabones para la limpieza de las manos. Hubo algunos llamados a que la gente no se aglomerara pero nadie hizo caso. Hubo hasta marchas, el comercio estaba afectado por la guerra así que debía seguir funcionando, las Fiestas de la Primavera se celebraron igual, las Fiestas Patrias tampoco se suspendieron”, dice.
A diferencia de lo que se sabe ahora, señala Cárdenas, no existía el concepto de asintomático, por lo que las personas no se aislaban, solo a los que tenían síntomas y se quejaban del dolor corporal o “garrotazo”, como se describía entonces esta enfermedad.
Según el estudio Chile entre pandemias: la influenza de 1918, globalización y la nueva medicina, de los investigadores Marcelo López y Miriam Beltrán del Programa de Estudios Médicos Humanísticos de la Facultad de Medicina de la U. Católica, al igual que otras enfermedades infecciosas conocidas por la población y las autoridades, se contemplaron la higienización de espacios públicos y privados que en gran medida alteraban la vida social de la comunidad y, como tal, podían ser objeto de rechazo por parte de la población.
“De este modo, por ejemplo, las inspecciones profilácticas se concentraron en los conventillos, verdaderos “paraísos de microbios”, así como en establos, caballerizas, colegios, iglesias, hoteles, mercados, teatros, cárceles, transporte público, entre otros lugares propicios para las aglomeraciones, hecho que demostraba que la idea de contagio era una verdad universalmente aceptada”, señala el documento.
Escuelas y jabones para enfrentar la gripe española en Chile
Entonces Chile registraba una veintena de escuelas nocturnas, las que junto con los alumnos de escuelas diurnas, liceos, institutos, escuelas normales, seminarios y universidades sumaban poco más de 187 mil estudiantes en un universo de 4 millones de personas como población total en el país.
De acuerdo al documento de López, los colegios, al igual que las calles y centros públicos, fueron higienizados. En “el caso de los colegios para los cuales se dispuso de una serie de indicaciones para evitar la propagación de la epidemia, que no solamente apuntaron a los aspectos estrictamente higiénicos, sino que a las costumbres de los niños, para lo cual se recomendó la distribución de jabones y escupitines en los establecimientos escolares”.
¿Se cerraron los colegios? “Se puede constatar que muchas escuelas en Santiago y Concepción tuvieron que cesar actividades porque sus profesores se ausentaban por enfermedad”, señala Marcelo López, profesor asistente de este programa de la PUC
La gripe también “puso en jaque a muchos periódicos, ya que sus trabajadores se contagiaron, barberías, puertos, conductores del transporte público, correos y telégrafos, etc. Se comprende que esos rubros fuesen afectados porque requerían de la concurrencia de muchas personas en espacios reducidos, condición ideal para el contagio de la gripe”, agrega López.
Una zona de la que sí hay registro de cierre es La Vega, pero no fue para prevenir como se recomienda hoy el confinamiento de algunas comunas. “De acuerdo con las discusiones que se pueden verificar en la prensa, revistas científicas y sesiones parlamentarias, esa medida apuntó a controlar el brote, puesto que las aglomeraciones en La Vega, y en otros escenarios públicos, como los tranvías, escuelas, o teatros, fueron prioridad para la actuación de las autoridades sanitarias.
Evidentemente, esas acciones no fueron fácil de implementar porque contó con la resistencia de los comerciantes y de las personas que se abastecían en La Vega, que gozaba prácticamente de un monopolio de la venta de frutas, verduras y otros artículos en la ciudad de Santiago.
Esa concentración comercial fue criticada por varios médicos ya que facilitaba la reunión y de gente y con ello potenciaba el contagio”, explica el académico.
¿Se utilizaron mascarillas durante la gripe española?
Aunque en Estados Unidos se utilizaron mascarilllas, en Chile, al parecer, su uso no fue masivo entre la población.
“El uso de las mascarillas de género fue a comienzos del siglo XX una de las grandes innovaciones sanitarias a nivel global para evitar contagios, y que tuvo una aplicación masiva en Manchuria en 1910 a raíz de un gran brote de peste bubónica. Con ocasión de la gripe española uso se extendió en Europa, EE.UU. y Latinoamérica, pero hasta ahora no he podido verificar su utilización en nuestro país”, dice López.
En la cultura médica reinante se enseñaba que ante una persona infectada había que tomar distancia y cubrirse la boca al estornudar o toser especialmente en momentos epidémicos, que eran habituales de Chile y cada generación había conocido especialmente con las periódicas irrupciones de la viruela en el siglo XIX, el cólera en 1886-1887, la gripe rusa en 1890-1892, la fiebre amarilla y la peste bubónica en el norte de Chile, y la endémica tuberculosis, explica el académico de la PUC.
Higiene en todos lados
Muchas de las personas que contraían la enfermedad se escondían, por miedo a ser hospitalizado o por vergüenza, porque eran estigmatizados por el resto de la comunidad.
Según los registros históricos, las boticas abrían 24 horas porque muchas personas aprovechaban la oscuridad de la noche para salir a comprar y así no ser vistos por sus vecino.
El alcantarillado recién estaba instalándose y en muchas calles la basura y los deshechos se acumulaban en ellas. Las condiciones higiénicas eran malas y si a eso se suma el hacinamiento, se puede explicar por qué los más pobres, fueron los más afectados.
“Las recomendaciones higiénicas que impartía la autoridad era parte de la misión que la medicina local debía ejercer siguiendo pautas universales que habían demostrado ser eficientes en el siglo XIX. Sin embargo, como suele ocurrir hasta hoy los postulados de la ciencia sueles ser sometidos a prueba y muchas veces colisionar con la realidad socioeconómica de un país”, dice López.
Esto explica que el contagio de la influenza haya sido altamente activo en 1918 y 1919, porque, por un lado, existían condiciones materiales que ayudaron al virus, como la precariedad de las habitaciones populares, difícil acceso al agua potable en ciertos sectores de la ciudad para, entre otras cosas, lavarse las manos, bajos niveles nutricionales de las familias proletarias; y, por otra parte, la inexistencia de una suerte de seguridad social que facilitara la vida a las personas, advierte el profesor del Programa de Estudios Médicos Humanísticos.
“En este sentido, solo pocos trabajadores podían solicitar una licencia por enfermedad (contratados) y el resto estaba entregado a la informalidad. Recordemos que solo el año 1924 se logró una de las primeras grandes reformas sociales, como el seguro de enfermedad. Antes de ese hito, quien enfermaba no dudaba en arriesgar su salud si debía llevar el sustento diario al hogar”, enfatiza López.
Remedios caseros para la gripe
Según Cárdenas, en el Chile de entonces, se recomendaba el uso de vinagre en droma de gárgaras, también para limpiar superficies, igual que el mentol y el cloro. “No hay que olvidar que en algún momento quemaban hojas de litres, pino, peumo, arrayán, para limpiar, incluso en los hospitales y se construían a favor del viento, también como una manera de limpieza”.
Al final, como también se hace ahora, cada país tomó sus propias decisiones para enfrentar la crisis “y no era porque no hubiera comunicación, porque aunque un poco más tarde, lo que ocurría en otros países se sabía”, indica Cárdenas.
También, “hay que considerar que en Chile, de las 40 mil personas que murieron, solo el 5% fueron fallecimientos certificados por médicos. Los demás, eran testigos que decían que esa persona había muerto de gripe y que tenía síntomas. Era muy deficitaria la notificación”, señala Cárdenas.