El 3 de marzo de 2020 el Ministerio de Salud confirmó el primer caso de Covid-19 en Chile. Desde entonces, el país entró en un angustioso espiral en el que muchos pacientes debieron someterse a invasivos tratamientos.
Pronto las camas hospitalarias y los ventiladores mecanicos, claves para tratar la enfermedad, se hicieron pocos. Surgió entonces el llamado “dilema de la última cama”: decidir a qué pacientes priorizar.
Sofía Salas, la doctora que ayudó a resolver el dilema de la última cama en la pandemia
Parte de la discusión fue zanjada por el Comité de Ética del Colegio Médico, que diseñó un protocolo que ayudó a decidir cómo resolver esta disputa. Una de las encargadas de este diseño fue Sofía Salas, médica cirujana, investigadora, académica del Centro de Bioética de la Facultad de Medicina de la U. del Desarrollo e integrante del Departamento de Ética del Colegio Médico de Chile, que ha transitado su carrera desde lo médico en la investigación hacia la bioética.
Dice que una de las grandes lecciones que dejó la pandemia fue entender que los dilemas éticos que antes se discutían cómodamente en oficinas comenzaron a afectar directamente al público. “Personas ajenas al ámbito biomédico o ético se preguntaban, por ejemplo, cómo resolver el dilema de quién recibiría el último ventilador disponible o si era lícito suspender tratamientos a pacientes con pocas probabilidades de salir adelante, o también todo el interés del público en general en entender si era adecuado o no que se investigara con seres humanos directamente”, explica.
Dice que aunque la pandemia fue una tragedia, fue una oportunidad para que la gente reflexionara sobre la bioética, cuestionando si las decisiones eran correctas o incorrectas, y cuáles eran sus fundamentos.
Esta trayectoria dedica a la bioética permitieron que la doctora Salas ganara el Premio Innovadoras en Salud, organizado por la Cámara de la Innovación Farmacéutica junto a Mujeres Empresarias, que tiene como objetivo visibilizar el liderazgo y la contribución de las mujeres en el sector de la salud. Con más de 900 nominaciones y un jurado compuesto por 20 expertos, el premio reconoce a las mujeres al sector de la salud por su impacto en el desarrollo social.
El premio se entrega en las categorías Compromiso Público, Regulatorio e Integridad y Ejecutivas. La doctora Salas se adjudicó la categoría Regulatorio e Integridad.
En entrevista con Qué Pasa, aborda su dilatada y destacada carrera en la bioética, especialmente en el área de investigación.
Sofía Salas es médica cirujana, investigadora, académica del Centro de Bioética de la Facultad de Medicina de la U. del Desarrollo e integrante del Departamento de Ética del Colegio Médico de Chile, que ha transitado su carrera desde lo médico en la investigación hacia la bioética.
Dentro de su trayectoria se ha enfocado en reflexionar sobre temas éticos actuales, como la objeción de conciencia, la eutanasia o la autonomía de los pacientes. Publicaciones que la han llevado a ser invitada a colaborar en otros países, para discutir de estas temáticas.
Sofía Salas: “Aunque la pandemia fue una tragedia, fue una oportunidad para que la gente reflexionara sobre bioética”
-¿Qué es la bioética en palabras simples?
Es un término sencillo de explicar. Se podría considerar como una ciencia aplicada o una filosofía aplicada, ya que aborda cuestiones relacionadas con la medicina, el bienestar animal y el medioambiente, y que de alguna manera reflexiona sobre las acciones que, como seres humanos, realizamos hacia otros seres vivos, incluyendo personas en el ámbito de la medicina.
También abarca áreas como la genética y la investigación, preguntándose si es correcto experimentar con seres humanos o animales, o si es adecuado introducir cambios en el medio ambiente que afecten no solo al presente, sino también a las generaciones futuras. Por lo tanto, una parte de la bioética se enfoca en las ciencias biomédicas —como medicina o enfermería—, mientras que otra parte se centra en los aspectos regulatorios que pueden provenir del derecho. Además, la filosofía juega un rol clave al cuestionar si ciertas acciones son correctas o erróneas, o si generan más beneficios que daños.
-¿Qué motivó este cambio (de la investigación a la bioética) y cómo ha influido en su formación científica su trabajo en ética?
Inicialmente me formé como médico e investigadora. En ese proceso, fui invitada a ser parte de un comité de ética en la Universidad Católica, precisamente por mi trabajo en investigación, aunque en ese momento no tenía conocimientos específicos en ética. Sin embargo, me enamoré de la disciplina desde el primer momento, y este año se cumplen 30 años desde que comencé a participar de manera initerrumpida en comités de ética en distintas instituciones: primero en la Universidad Católica, luego en la Universidad Diego Portales y, actualmente, en la Universidad del Desarrollo.
Paralelamente, realizaba mucha docencia para estudiantes de Medicina, participando en el departamento de Obstetricia y Ginecología, donde discutíamos constantemente sobre temas como la interrupción del embarazo y la salud sexual y reproductiva. Y me di cuenta de que en casi todos los espacios en los que trabajaba había un componente ético, lo que me llevó a integrarlo cada vez más en mis actividades profesionales.
En 2012, fui invitada a ser parte del Departamento de Ética del Colegio Médico. Fue entonces cuando entendí que todo lo que hacía, de alguna manera, estaba relacionado con la ética. Por ejemplo, al enseñar a estudiantes de primer año de Medicina, noté que se entusiasmaban mucho más cuando una historia clínica incluía un dilema ético donde ellos tenían que reflexionar respecto al mejor curso de acción. Eso me motivó a seguir introduciendo la ética desde etapas tempranas de la carrera, lo que resultó muy gratificante.
-Ha liderado y formado parte de comités éticos durante más de 30 años. ¿Cuál ha sido su mayor desafío en este rol y cómo ha contribuido a mejorar la revisión ética de investigaciones?
Al integrarme por primera vez en un comité de ética, no sabía mucho sobre la disciplina, así que me propuse formarme a fondo. Soy bastante matea y leí mucha literatura especializada para aprender por mi cuenta. Esta formación se consolidó en 2014, cuando obtuve una beca para estudiar tres meses en la FLACSO Argentina (Universidad de Buenos Aires), centrada en ética de la investigación.
Entonces, yo diría que fue una mezcla de interés personal, pero también de oportunidades que se me fueron dando y que las supe aprovechar.
Además, a lo largo de mi carrera noté que la discusión bioética estaba muy circunscrita a la academia y tenía poco impacto en el público general. Por ello, a lo largo de los años, escribí cartas y columnas en diarios de circulación nacional para acercar estos debates a las personas comunes. A veces recibía retroalimentación directa y otras no, pero siempre valoré los comentarios, incluso cuando no estaban de acuerdo conmigo. Cuando me nominaron a este premio por innovación, reflexioné que mi forma de innovar ha sido precisamente llevar los temas éticos al debate público.
Yo aspiro, no sé si siempre se logra, que ocasionalmente algunas de estas cartas sean motivo de conversación al interior del hogar y la bioética deje de ser un desconocimiento para todos.
-Ha trabajado con profesionales de áreas como derecho, psicología y filosofía. ¿Cómo ha enriquecido la colaboración interdisciplinaria su enfoque en bioética?
Un ejemplo concreto es un curso que imparto junto a un abogado y un filósofo para alumnos de doctorado en Biomedicina en la Universidad del Desarrollo. Enfrentamos los problemas desde distintas perspectivas, lo que enriquece mucho la comprensión de los estudiantes.
La bioética es una disciplina que se nutre de otras áreas, como el derecho, la filosofía y las ciencias biomédicas. No es algo que se estudie desde el colegio, sino que surge como una convergencia de diferentes saberes.
Lo más desafiante es trabajar con personas que piensan distinto. Si todos están de acuerdo desde el principio, es fácil llegar a conclusiones, pero cuando hay perspectivas diferentes, uno se ve obligado a mejorar sus argumentos. Esta diversidad de opiniones es lo que realmente fortalece la bioética.
-¿Qué significa ganar este premio?
Fue una gran sorpresa para mí, aunque suene cliché, no me lo esperaba para nada. Cuando recibí la carta informándome que había sido seleccionada entre más de 900 candidaturas, me pregunté mucho porqué yo, especialmente porque no supe quién me nominó, sin embargo me parece gran honor.
Cuando comprendí que mi nominación estaba relacionada con temas regulatorios y de integridad, me hizo mucho más sentido considerando mis 30 años de trabajo en bioética y ética. Y si bien mis aportes han sido modestos en su momento tomé parte de la comisión ministerial de ética en la investigación donde trabajé durante 8 años, y más recientemente a nivel internacional, participando en grupos que se formaron durante la pandemia, y otros que han seguido trabajando después para tratar de sentar las bases, por ejemplo, para mejorar el desarrollo de los ensayos clínicos a nivel global.