Sorprendente hallazgo de científico chileno en el desierto de Atacama entrega pistas sobre la posibilidad de vida en Marte
Según un estudio publicado en Nature, el descubrimiento de microorganismos a sólo 30 cm de profundidad en arcilla húmeda, y en medio del desierto más seco del mundo, puede derivar en que las próximas misiones en el planeta rojo también puedan hallar evidencias similares de vida pasada.
A pesar del promedio de 225 millones de kilómetros de distancia que separan a Marte con el desierto de Atacama en Chile, el vínculo entre ambos lugares es más cercano de lo que parece.
En los años 60, dos publicaciones científicas ya habían mencionado alguna relación entre este sector del norte chileno con el planeta rojo. La confirmación llegaría recién en 2003, cuando científicos de la Nasa llegaron al salar de Yungay, a 80 Kms al interior de Antofagasta, para replicar lo hecho por las misiones Viking a mediados de los años 70 en Marte. Allí descubrieron que una de las zonas más secas del mundo era a su vez, uno de los sitios más similares al vecino planeta, debido a sus condiciones de sequedad, aridez y radiación solar extrema.
Aunque la superficie marciana es dura, seca, fría y con una gran cantidad de radiación UV, el antiguo Marte pudo haber sido habitable para la vida microbiana, porque contenía agua. Por ello, gracias a las numerosas pruebas realizadas por la Nasa en el desierto de Atacama, rovers como el Curiosity o próximamente, Perseverance y ExoMars visitarán el planeta para buscar biofirmas, perforando y tomando muestras bajo de la superficie, para encontrar evidencia de esta posible vida primigenia.
Pero existe un problema: ¿Dónde buscar?
La última pista descubierta se encuentra en el salar de Yungay, en el norte de Chile.
Por casualidad
“Hubo una explosión de trabajos después que se dijo que el desierto de Atacama era un modelo análogo de Marte en la Tierra”, comenta a Qué Pasa el Dr. Armando Azua-Bustos, investigador visitante del Instituto de Ciencias Biomédicas de la Universidad Autónoma de Chile, y del Centro de Astrobiología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España. “Y aunque por mucho tiempo se pensó que la región de Yungay era el lugar más seco de la Tierra, finalmente no era tal. Nosotros demostramos a través de un estudio en 2015 que en realidad el sitio más seco del mundo está cercano a María Elena, en la Provincia de Tocopilla”.
“Además lo intuía, porque tengo la ventaja comparativa que nací y me crié en Atacama, y conozco bien el lugar”, dice con orgullo.
Azua-Bustos indica que a pesar de ello, Yungay continuó siendo un sitio de peregrinación para los investigadores relacionados al tema: “Nosotros perdimos interés en el lugar, porque entre decenas de estudios, el sitio había sido muy intervenido y ya no había nada nuevo que sacar de ahí", cuenta.
Sin embargo, todo cambió en 2018, cuando acompañando a otros científicos, decidió escarbar con una palita de jardín, un agujero de unos 30 centímetros, sólo por investigar: "Fue entonces cuando encontramos arcilla húmeda junto a mi colega Carlos González Silva, de la Universidad de Tarapacá. Nos miramos y no lo podíamos creer”, dice.
“Habíamos visitado ese lugar muchas veces antes, pero ahora estábamos muy extrañados. Era imposible que nadie se diese cuenta de ello; sólo bastaba escarbar 30 centímetros, el largo de una regla de colegio”, agrega el investigador.
De acuerdo al científico, la arcilla húmeda era una capa enriquecida en esmectitas (un tipo de arcilla) a un 78% de humedad, completamente aislada de las condiciones cambiantes y extremadamente secas de Atacama.
A partir de ello, ambos expertos decidieron ir más allá y analizar por qué, a tal profundidad y una de las áreas más áridas de la Tierra, era posible encontrar arcilla húmeda. Lo que no esperaban, era encontrar algo más.
Lago en el cielo
Armando Azua-Bustos, es, junto a Carlos González Silva, y otros diez investigadores, autor de un estudio publicado este jueves en Nature, en donde se revela que dentro de esa improbable arcilla húmeda, también existían pequeños microorganismos, que podrían a su vez, habitar o haber vivido en Marte.
“La capa rica en esmectitas está habitada por al menos 30 especies halófilas de bacterias y arqueas metabólicamente activas, lo que revela un hábitat previamente desconocido para la vida microbiana bajo la superficie del lugar más seco de la Tierra. El descubrimiento de una comunidad microbiana diversa en capas subsuperficiales ricas en esmectita en el núcleo hiperárido de Atacama, y la colección de biofirmas que hemos identificado dentro de las arcillas, sugieren que depósitos de arcilla poco profundos similares en Marte pueden contener biofirmas fácilmente accesibles por los rovers y aterrizadores", sostiene el estudio.
“Habían trabajos anteriores que afirmaban que la vida en el desierto de Atacama estaba ‘durmiendo’, pero al tener humedad estable, descubrimos que existía vida activa. Y si bien lo que encontramos es poco -comparado con el suelo del jardín-, es mayor si consideramos el suelo del lugar. Es mayor a los niveles poblacionales encontrados previamente en ese mismo sitio. Un kilómetro y medio más allá el fenómeno se replicaba, entre 25 y 50 cm de profundidad”, asevera el experto.
“Las dos misiones que van camino a Marte, van justamente a dos sitios en el planeta donde se sabe de la existencia de esmectitas”, dice Azua-Bustos. “Esta arcilla es capaz de mantener compuestos orgánicos, por lo que si alguna vez hubo vida pasada, tales formas de vida o sus remanentes podrían estar protegidos por ese material”.
En los próximos años, tres rovers aterrizarán en Marte: Perseverance, ExoMars y Tianwen-1, aunque sólo los dos primeros tendrán como objetivo principal buscar biofirmas conservadas en las arcillas. En concreto, Perseverance de la Nasa aterrizará en el cráter Jezero, un lugar con un diámetro de 45 km ubicado en el borde de la cuenca Isidis en el planeta rojo. De acuerdo a las imágenes orbitales, Jezero albergó un lago hace miles de millones de años.
“A pesar de las condiciones en la superficie y atmósfera de Yungay, lo que ocurre ‘abajo’ es que por un lado las temperaturas y humedad relativa eran constantes en el tiempo, algo distinto a lo que ocurría afuera, con ambientes secos, salinos, amplias variaciones de temperatura (30ºC en el día y -0ºC en la noche), amplitud de humedad relativa y la ya conocida radiación UV, de las mayores en la Tierra. Pero basta con bajar 30 centímetros para encontrar condiciones de vida, por eso lo interesante del descubrimiento", dice el científico.
Aún así, queda una última pregunta: ¿Por qué nadie se dio cuenta antes de la presencia de humedad a tan poca profundidad?
La hipótesis del científico es que antes que la Nasa llegara en 2003, había una variedad de bombas instaladas para extraer agua de las napas subterráneas para las mineras locales. "Lo que creemos es que antes de 2003 existía una ‘tabla’ de agua abajo, y una capa de arcilla de 10 cm. Quizá, artificialmente se bajó esa tabla de agua, y cuando llegó la gente de la Nasa, pensó equivocadamente que todo era igualmente seco, pero se trata de un ecosistema alterado”.
“Además, se sabe que en los últimos 10 años ha llovido más, y con patrones de precipitación que no se habían visto. Esas lluvias inusuales recuperaron esta tabla de agua hasta los niveles antiguos, hasta que nosotros las encontramos”.
“La idea de todo esto es demostrar que incluso en entornos tan complejos todavía hay cosas que descubrir. En el caso de Marte, aunque sabemos que su superficie es igual de inhóspita para la vida, si escarbamos en el lugar adecuado a lo mejor nos encontramos una sorpresa”, sostiene.
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