Thor Heyerdahl Jr., fue el encargado de firmar esta mañana en la Biblioteca Nacional, el acuerdo de repatriación de piezas arqueológicas obtenidas por su padre, Thor Heyerdahl (1914-2002) en la expedición realizada en Rapa Nui en 1955-1956. "Esto es un cumplimiento ala promesa que hizo mi padre a las autoridades de Isla de Pascua en 1956, que los objetos deseados se devolverían después de haber sido analizados y publicados", dice.
Cuenta que su padre tenía la convicción de que existía una relación entre los polinesios y los indígenas americanos. "Mis padres vivieron en Fatu- Hiva, en la polinesia francesa, querían vivir como Adán y Eva, pero no resultó. Volvieron a Noruega y alguien le mostró a mi padre fotografías y dibujos, de los indígenas de Canadá y eso le recordó a la polinesia. Empezó a hacer investigaciones y presentó un reporte a científicos americanos. En ese entonces no había conocimiento de transportes oceánicos, pero él insistía que existían y que eran utilizados antes de la llegada de los colonizadores. Así que decidió probar que era posible navegar en el Pacífico en la expedición Kon-Tiki", cuenta Heyerdahl Jr.
Luego de esa hazaña, realizó un documental sobre el viaje por el que ganó un premio Oscar y financiamiento para sus siguientes proyectos. "Compró un barco de pesca y armó una tripulación de 16 personas. Yo era un estudiante de 17 años y me preguntó si me importaría faltar a la escuela para unirme a la expedición".
-¿Cuál fue la principal conclusión luego de estudiar las piezas arqueológicas encontradas en Rapa Nui?
La principal conclusión de la investigación surgió cuando un viejo compañero de colegio mío, que es profesor, fue a Isla de Pascua y tomó muestras de sangre de los locales. Luego tomó muestras de ADN de los restos humanos que tenemos en Oslo. Él y sus colaboradores encontraron pruebas de contacto prehistórico entre Isla de Pascua y Sudamérica. Y esa era la meta de mi padre. Mi padre nunca negó que los polinesios tenían ascendencia asiática, pero sí insistía en que también había relación con Sudamérica. Lamentablemente, murió antes de que salieran los resultados de esas pruebas.
-¿Cómo fue tu experiencia en Isla de Pascua?
Todo me parecía exótico, era como viajar a una tierra llena de aventuras. Teníamos muy buena relación con los locales, sobre todo con gente de mi edad, nos hicimos muy buenos amigos. En esos días, Isla de Pascua era muy aislada, solo tenía comunicación una vez al año con Valparaíso. Nosotros llegamos con nuestro propio bote y, como regalo, invitamos a niños del colegio a navegar alrededor de la isla.
Mientras navegábamos, una enorme ola que parecía un tsunami tragó el bote completamente. Quedé en shock. Vi que los niños nadaban como peces, así que me quedé tranquilo. No recuerdo nada más hasta que una ola me arrojó a la orilla junto a una niña que estaba al lado mío, sangrando porque chocamos con rocas volcánicas. Cuando reaccioné, miré hacia el sitio del accidente y vi a dos niños que entraron en pánico y se hundieron. Uno de los isleños pudo ir sacarlos, pero ya era muy tarde. Una niña y un niño de 12 años perdieron la vida. Fue la peor experiencia de mi vida, algo que me atormentó por más de 50 años.
No quise volver allá nunca más. Pero un día, un canal de televisión quiso hacer una biografía de mi padre y me pidieron que recorriera sus pasos hasta que llegamos a Rapa Nui. No tuve alternativa. Los llevé a todas las partes en las que estuvimos, hasta que un domingo fui a la iglesia y cuando salí, escuché una voz que gritaba "Kon Tiki Iti Iti". Así me apodaban en esa época. Me di vuelta y una mujer de mediana edad corrió hacia mí y me abrazó. Me preguntó si la reconocía y me dijo que estuvo en el accidente esa vez, tratando de escalar sobre mi hombro mientras estábamos en el agua. Empecé a recordarla y explotamos en lágrimas. Después me tomó del brazo y me dijo "gracias para la vida", porque le salvé la vida. Se fue y nunca más la vi. Ni siquiera supe su nombre.
-¿Siempre quisiste seguir los pasos de tu padre?
Me fasciné por la arqueología por él y por la expedición que hicimos por las islas. No puedo pensar en algo más fascinante que hacer. Pero compartir sus intereses, ser parecido físicamente a él, tener el mismo nombre, fue un desafío para mí. Traté de evitar ser un clon de mi padre, él era reconocido mundialmente. Así que dejé de estudiar arqueología y comencé en la escuela de marinos, porque amaba navegar. Después pensé en ser algo más, así que estudié Biología. Eso me volvió a unir a él, porque lo asesoré en sus expediciones. Tuve la labor de ser director del museo Kon-Tiki, lo que me acercó mucho a él así que renuncié después de un año, pero soy miembro del directorio hace más de 25 años.
Diría que soy el mejor amigo que tuvo mi padre y él fue el mejor amigo que yo he tenido. Tuvimos muy buena relación, excelente, como si fuera mi hermano mayor.
-¿Qué se siente ser parte del legado de tu padre?
Cuando era pequeño, se sentía divertido, emocionante. En la adolescencia fue un trauma, todos me preguntaban si seguiría su pasos o si sería posible hacer más de lo que él ha hecho. Pero después de que me establecí y tuve mi carrera profesional, volvió a ser muy divertido. Tengo mi título de científico, lo que es mucho más de lo que mi padre tuvo, ya que él dejó la carrera, pero tiene 16 doctorados honorarios. En eso me gana.
-¿Qué relación tienen los reyes de Noruega en el tema de la repatriación?
Cuando dejamos Oslo en 1955, yo tenía 17 años y el actual rey Herald V era un año y medio mayor que yo. Él, junto a su padre, el entonces rey Olaf, fueron a desearnos un buen viaje, porque contábamos con el patrocinio real. Con el rey fuimos juntos a la academia militar, no somos amigos personales, pero es parte de la historia. Y cuando firmé el acuerdo el rey estaba ahí también. Entonces estuvimos juntos cuando todo partió y ahora estuvimos ahí de nuevo. Es como cerrar un círculo.