Trabajo, postpandemia y salud mental

Coronavirus - Dresden

¿Cómo está siendo el trabajo postpandemia y que desafíos está planteando en la salud mental de trabajadoras y trabajadores? Una sensación dominante en la actualidad es la de estar en transición, readaptándose, tanto en la vida cotidiana como en la situación de trabajo. Evidentemente, no hemos vuelto a lo que hacíamos hasta septiembre del 2019 (considerando el continuo estallido-pandemia), y si el trabajo es el mismo, no hemos retomado las formas en que lo hacíamos hasta esa fecha. No sólo porque aún sigue vigente la emergencia sanitaria, ni porque no nos vemos buena parte de la cara en la mayor parte de nuestras interacciones. Los trabajos –al menos buena parte de ellos- efectivamente cambiaron.

Las adaptaciones que se hizo en pandemia a los procesos y a las prácticas de trabajo -improvisadas al inicio, progresivamente optimizadas después- siguen en buena parte vigentes, y una parte no menor de esas transformaciones es evaluada por los diferentes actores –jefes, ejecutantes, clientes- como más efectiva que las soluciones vigentes en aquel lejano septiembre del año diecinueve. Hablamos de los niveles de autonomía, de los sistemas de gestión, de la forma en que se encuadran las relaciones de servicio. Y por supuesto, del trabajo a distancia y de las comunicaciones en plataformas audiovisuales, la “zoomificación” de nuestras experiencias.

Cambios profundos y muy diferentes según las múltiples situaciones laborales que existen en nuestra economía, considerando la multiplicidad de eslabones que caracterizan a nuestras redes productivas y de servicios, marcadas además por subcontratación, la desigualdad y las discriminaciones de género.

Pero no sólo los trabajos han cambiado. Nosotros y nosotras hemos cambiado. Nuestras expectativas han cambiado, tanto frente al trabajo como a el resto de nuestra vida. Si bien con muchas diferencias vinculadas al momento del ciclo de la vida en que cada quien se encuentra, así como lamentablemente a los patrones dominantes de género, es posible proponer tres dimensiones fundamentales que cambiaron en nuestras formas de enfrentar, pensar y vivir la vida laboral y su relación a la vida no laboral, de pensarlas, de vivirlas. Cambios en nuestras subjetividades laborales y sociales.

La sociabilidad es la primera dimensión de transformación subjetiva. El confinamiento suspendió radicalmente nuestros vínculos, y durante meses los restringió a nuestro espacio familiar inmediato. En los trabajos se redujeron al máximo los vínculos cotidianos, y en los espacios en que se asumió el teletrabajo los vínculos centraron casi exclusivamente en lo funcional, en la tarea.

Nuestras investigaciones han mostrado que lo que más se extrañaba durante la pandemia eran esos espacios informales “no productivos” del día laboral, el café, el preámbulo a las reuniones, el encuentro cotidiano. No como un escape al trabajo, todo lo contrario, muchos comprendimos como eran fundamentales para trabajar bien, para acomodarse, para dar sentido y energizarse en el trabajo. Pero también aprendimos el valor de nuestra autonomía, lo productivo y calmo de aquellos momentos de soledad y concentración. Y esas valoraciones se transforman hoy en expectativas contradictorias con las que estamos enfrentando el trabajo.

Luego, hay nuevas disposiciones subjetivas del trabajo, y cambios respecto de la dimensión de las temporalidades. La vida en confinamiento nos hizo vivir una experiencia muy al límite, de no tener control ni capacidad de comprender el tiempo en el que vivíamos. Desde un primer momento, la sensación del tiempo que no pasaba, más aún cuando el trabajo o el estudio se suspendió. Luego, y progresivamente a medida que íbamos adaptándonos, la sensación que el tiempo no alcanzaba jamás.

La suspensión del régimen temporal “público” y el volcamiento hacia un tiempo “privado” ha nutrido nuestras experiencias y al mismo tiempo nos ha enfrentado a nuestros temores y conflictos más profundos. Más o menos heridos, más o menos fortalecidos, movilizamos nuestras expectativas respecto de la gestión del tiempo y de la posibilidad de controlarlo.

En tercer lugar, nuestras subjetividades en el trabajo y fuera de él se han transformado respecto de la dimensión del cuidado. La pandemia y el confinamiento permitieron transparentar la centralidad del trabajo de cuidado de otros en nuestras vidas cotidianas, la privatización de los cuidados, las radicales diferencias según la posición social, y evidentemente las desigualdades de género. Lo que en muchas partes antes parecía un “desafío de mujeres”, el congeniar las esferas de trabajo y familia, hoy parece entenderse en toda su complejidad (cuidado de niños, de adultos mayores, de otros que lo requieren) y desde nuevas expectativas de equidad y coparentalidad.

¿Qué está pasando con nuestra salud mental en este marco de transformaciones del trabajo y de las subjetividades laborales? ¡De todo! Estamos transitando en nuevas formas de vincularnos a nuestros trabajos, a nuestras organizaciones, a nuestras compañeras y compañeros. Y en ese tránsito aparecen múltiples conflictos, ansiedades y dolores.

Muchas organizaciones han constatado la urgencia de plantear intervenciones vinculadas a la salud mental y al bienestar psicosocial en este escenario postpandémico. Dos sugerencias para este proceso antes de cerrar. Por una parte, la necesidad de entender las diferentes situaciones que dominan en cada espacio laboral, no hay recetas únicas ni soluciones tipo. Requerimos de diseños e intervenciones propios a cada espacio laboral y a las diferentes subjetividades que en ellos se despliegan. Por otra, la urgencia de generar acuerdos creativos y novedosos en torno a nuevas formas de trabajar. Acuerdos individuales, grupales y colectivos, que permitan equilibrar los desafíos de desempeño y logro con las nuevas disposiciones que portamos, precisamente, respecto de las sociabilidades, las temporalidades y el cuidado en nuestras vidas y en nuestro trabajo.

*Decano Facultad de Psicología Universidad Alberto Hurtado. Investigador del Núcleo Milenio Autoridad y Asimetrías de Poder (NUMAAP).

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