Las películas y novelas de ciencia ficción nos han acostumbrado a la idea de aliens y E.T. Seres ingenuos y amistosos o -más a menudo- extremadamente agresivos y peligrosos.
Frente a eso el eventual hallazgo de microorganismos extraterrestres podría resultar por un lado muy decepcionante, y por el otro, tranquilizador. De ahí que el reciente anuncio de la detección de moléculas de fosfina en la atmósfera de Venus haya ocupado primeras páginas de los periódicos de todo el mundo, ganado espacio en noticieros y causado revuelo en la comunidad científica. ¿Por qué es tan importante el hallazgo de fosfina en la atmósfera de Venus?
Primero, porque la fosfina es un biomarker. A través de extensos estudios, los astrobiólogos han identificado moléculas que, de ser identificadas en la atmósfera de un planeta, podrían considerarse evidencia de la presencia de vida. Entre ellas el Oxígeno O2, el Metano CH4 y la Fosfina PH3, estas moléculas se conocen como “biomarker”.
En general, son sustancias que se generan en procesos biológicos y que resultan altamente reactivas, de manera que pueden encontrarse solo en ambientes donde son constantemente regeneradas. La fosfina, compuesta por fósforo e hidrógeno, ambos elementos fundamentales para la vida, es generada en la tierra en procesos industriales o por microorganismos.
Detectar un biomarker en la atmósfera de un planeta del Sistema Solar abre las puertas a realizar estudios más extensos e investigar “en terreno” los fenómenos asociados con su presencia y generación, en particular eventuales fenómenos biológicos. Esto permitirá en el futuro extender observaciones y análisis similares a sistemas más distantes, como aquellos que cuentan con planetas que orbitan otras estrellas.
En caso de ser confirmado el origen biológico de la fosfina en Venus, estaríamos frente a la primera evidencia concreta de vida extraterrestre. ¿Cuáles son las posibilidades? La historia de la ciencia demuestra que incluso los fenómenos mas exóticos que podemos imaginar no son únicos. Las estrellas de neutrones o los agujeros negros pasaron rápidamente del estado de entidades teóricas, imaginadas por algún científico visionario a objetos reales, observables e incluso abundantes. Así los cuásares, las fuentes de rayos X y gama.
El mismo Sistema Solar, único durante miles de años, tiene ahora miles de contrapartes en sistemas de exoplanetas descubiertos en gran cantidad a partir del momento en que el desarrollo tecnológico lo hizo posible. No existen fenómenos realmente únicos, a parte tal vez, del propio Universo: aunque teorías señalan la existencia de multiversos o múltiples universos, este es el único que podemos observar.
Respecto de la vida extraterrestre, la intuición sugiere que podría ser una caja de Pandora a punto de ser abierta: cualquier forma de vida detectada fuera de la Tierra, demostraría inmediatamente la vastedad del fenómeno de la vida.
Desde fines de la década de los 50 que programas como SETI se han abocado a la búsqueda de vida inteligente, sin que hasta la fecha se lograran resultados positivos. Pero la evidencia más reciente sugiere que formas de vidas elementales podrían ser bastante comunes en el universo, de hecho, las podríamos tener “a la vuelta de la esquina” en Venus o en Marte. En cambio, formas de vidas avanzadas, como la nuestra, podrían ser extremadamente raras.
La diferencia es básicamente que una población de microorganismos puede vivir en equilibrio con su entorno durante muchos millones de años, en cambio seres evolucionados, “inteligentes” y tecnológicos, podrían tener tiempos de sobrevivencia muy cortos, generando ellos mismos las causas de su propia extinción. La gran complejidad de sustentar una sociedad desarrollada durante un tiempo prolongado, se nos hace cada día más evidente. La paradoja de Fermi corrobora esta visión.
El físico Enrico Fermi planteó una famosa paradoja. Si existen civilizaciones extraterrestres avanzadas ¿Por qué ninguna de ellas ha podido encontrarnos y llegar hasta aquí? La respuesta podría ser que esas civilizaciones se extinguen muy rápidamente. Los humanos llevamos poco más de un siglo con la capacidad de transmitir y recibir señales radio, es muy poco tiempo en comparación con las escalas del universo y ya observamos evidencias de la degradación de nuestro entorno.
Por esto, la detección de fosfina en Venus es importante: nos plantea una gran cantidad de problemáticas que no son solo científicas, sino que también filosóficas, históricas, sociales y tecnológicas.
* Académico del Centro UC de Astro Ingeniería, Escuela de Ingeniería UC