En gran parte por la crisis sanitaria, pero no únicamente por ella, la educación se ha vuelto un tema de primerísima preocupación y tensiones por múltiples factores. Las consecuencias emocionales y afectivas, para los niños, niñas, jóvenes y sus familias, así como sobre aprendizajes fundamentales que están incrementando las brechas socioeducativas que ya conocíamos. Consecuencias que también han impactado a profesoras, profesores, educadoras, equipos técnicos educativos y profesionales que realizan su labor profesional en cada uno de los centros escolares y espacios de enseñanza y aprendizaje del país.

No obstante, al mismo tiempo, se han puesto de manifiesto de modo más imperioso y crudo, las múltiples desigualdades de base que nuestra educación sufre cotidianamente, de manera transversal en todo el territorio, en cada comunidad, y que vienen siendo objeto de un amplio malestar ciudadano percibido y vivido por décadas. En consecuencia, a la crisis de la pandemia que exige pensar una nueva educación, se suma el desafío que tenemos como sociedad de construir una educación más inclusiva, diversa, con pertinencia intercultural y socialmente relevante que reoriente sus objetivos más allá de los intereses y motivaciones centrados en la competencia y la rendición de cuentas.

Es un desafío que nos invita a promover un verdadero “giro educativo” que pone al centro y como núcleo fundamental de sus objetivos, la dignidad de las personas, la colaboración, la promoción integral del respeto y el reconocimiento o legitimación de las y los otros. Una cultura educativa centrada en el respeto y el reconocimiento mutuo significa asumir un giro educativo en el más profundo y radical de sus sentidos, significa tomarse en serio el rol transformador que tiene la educación.

¿Por qué necesitamos como sociedad asumir este giro educativo y transformador en las próximas décadas? Los diagnósticos son compartidos transversalmente, necesitamos afrontar concretamente la mejora de la educación pública para atacar los problemas de equidad en las oportunidades de aprendizaje para todas y todos los escolares del país; los desafíos de inclusión, de género y de una educación no sexista.

Necesitamos asumir los desafíos que la interculturalidad con su multiplicidad de voces y lenguas nos reclama; debemos comprender el desafío transdisciplinario que conlleva el aprendizaje y una construcción de conocimiento que incluya los saberes tradicionales y diversos que encontramos en cada uno de los territorios de nuestro país; y por supuesto, tenemos el gran desafío de construir un currículum que responda a esa comunidad que queremos, así como a las necesidades planetarias y ecológicas que imperiosamente nos interpelan.

Pero a la base de estos cambios y de este giro educativo, se vuelve imperioso enfrentar el desafío de transformar la cultura escolar para convertirla en una verdadera experiencia de aprendizaje, en una posibilidad de encuentro entre iguales, con los mismos derechos, las mismas oportunidades, pero, además, con idénticas responsabilidades, lo que implica asumir la propia autonomía a la hora de imaginar nuevas realidades posibles. El giro educativo se trata, en definitiva, de asumir la universalidad de los derechos que cada voz en libertad y autonomía tiene y de concretar los sueños que cada imaginación joven proyecta en un marco de justicia social, sin el lastre de las atávicas desigualdades que como sociedad queremos superar.

El giro educativo implica por lo tanto un desplazamiento, una evolución y una revolución, y no simplemente una rotación sobre el mismo eje. Girar significa en este sentido aprender juntos y co-construir una cultura que supere la lógica de la competencia mediante una lógica de relaciones recíprocas, horizontales, basadas en el respeto y en la que todos nos reconozcamos como interlocutores válidos.

El giro estratégico que la educación del futuro de nuestro país tiene que asumir, depende de que seamos capaces de aprender a convivir, pensarnos en ese contexto, quiénes somos y cómo queremos vivir en una sociedad que aspira a ser más justa e igualitaria.

*Lorena Medina, académica Facultad de Educación UC

*Jaime Retamal, académico Facultad de Humanidades USACH