Clonee es una comunidad de 800 personas al noroeste de Dublin, la capital de Irlanda. A simple vista, el lugar ofrece la infraestructura típica que requiere una población de su tamaño: dos pubs, un centro vecinal, una iglesia católica y una escuela. Sin embargo, la calma de este sitio apacible se alteró radicalmente en 2016, cuando Facebook anunció la construcción de un centro de datos de 86.000 m2. "Las instalaciones son las más avanzadas y de mayor eficiencia energética del mundo, y Clonee será la última evolución de nuestros diseños", declaró en ese entonces Niall McEntegart, un alto directivo de Facebook en materia de datacenters.

De ese modo, este ignoto punto en el mapa irlandés se convirtió en una geografía estratégica para la red social más influyente del planeta.

Pero la historia no termina allí. La compañía de Mark Zuckerberg es propietaria de WhatsApp, el sistema de mensajería con más de 1.500 millones de usuarios y 38 millones de mensajes por minuto. ¿Cuál es el centro de datos elegido para procesar y almacenar semejante cantidad de información? Si, el de Clonee. Como si fuera poco, el datacenter próximo a Dublin también recepciona 243.000 fotos de Facebook y unas 65.000 de Instagram a cada segundo.

Crónica de un viaje fugaz

El mensaje que un usuario envía por WhatsApp es un trayecto complejo y encriptado, casi instantáneo, que involucra desde antenas de telefonía, redes troncales y cables de fibra óptica de alta capacidad hasta conexiones submarinas y operadores de telecomunicaciones. Dicho mensaje llega a Clonee y luego se envía a otros cinco grandes centros de datos que Facebook tiene en distintos continentes.

Posteriormente, el mensaje es entregado en sentido inverso hasta el destinatario final. En el camino se utilizan nuevamente cables de fibra óptica, redes troncales y los conductos necesarios para llegar al receptor. La antena móvil que recibe la información desencripta el mensaje y convierte los ceros y unos en el mensaje tal y como lo escribió originalmente el emisor.

Parece increíble que un humilde pueblo desconocido del norte de Irlanda pueda albergar todos los mensajes de una de las aplicaciones más trascendentales para la comunicación humana. La idea, propia de un cuento de ciencia ficción, es real y de una influencia determinante en la vida cotidiana de las personas.

Así es como Clonee se convirtió en el símbolo de una era futurista que se vive en tiempo presente y que avanza de modo vertiginoso. ¿Cómo continuará la historia? Difícil saberlo. Por lo pronto, el monumental centro de datos de Facebook y Whatsapp llegó para transformar el ritmo de una pequeña comunidad que hasta entonces era ajena a los flashes protagónicos del mundo virtual.