Es el tiempo de los jóvenes y, por qué no decirlo, de los jóvenes y narcisos. Esta frase, pronunciada por un gerente de Personas de una gran empresa, me dejó pensando. Y es que, pese a la amargura de mi cliente, me pareció interesante constatar, primero, que nuestros líderes son -efectivamente- cada vez más jóvenes. De hecho, la mayoría de mis coachees son menores que yo.

Antes de pasar al segundo punto es importante advertir al lector que, como en casi todas las discusiones actuales, definir juventud sería armar un acalorado y extenso debate que me ahorraré simplemente diciendo que, para esta columna, líderes jóvenes son aquellas personas que, sin haber cumplido 40 años, ocupan importantes posiciones en sus organizaciones. Algo que, me dicen clientes extranjeros, sigue siendo impensable en muchos países de la región.

Esa era la parte fácil. Ahora vamos al segundo punto: el narcisismo, ese delicado territorio conceptual de profundas controversias psicológicas que, confieso, me superan, por lo que arrancaré con la definición del psicólogo norteamericano Ken Wilber, para quien un narciso o una narcisa es un ser humano que tiene un interés excesivo en sí mismo, en su propia importancia y en sus propias habilidades.

En chileno, es un sujeto que se cree el cuento. ¿No está mal verdad? Y es que esa es precisamente la parte luminosa del narcisismo, pues la dimensión oscura, volviendo con Wilber, consiste no solo en sobrevalorarse a sí mismo y a sus capacidades, sino que implica infravalorar a los demás, a sus aptitudes y habilidades.

Coloquialmente podríamos concluir que un líder narciso se cree lo máximo y encuentra que los demás son unos incompetentes (por ser educado). En definitiva, para este escritor estadounidense, estos sujetos gozan simultáneamente de una autoestima desproporcionada y de una masiva desvalorización de los demás.

Ahora, si dejamos descansar esta mirada patológica, escucharemos voces como la del psicólogo organizacional Adam Grant que encuentran que el narcisismo es un ingrediente fundamental para el liderazgo y que la clave está en mezclarlo con altas dosis de humildad. ¿Ser humildemente el mejor de los mejores?

Si vuelvo la mirada a Wilber, es cierto, hay algo peligroso en estos sujetos que necesitan desvalorizar a los demás para posicionarse sobre el pedestal de la perfección. Pero si vuelvo a Grant, no puedo dejar de compartir con él de que para liderar grandes proyectos y grandes ideas se necesita una importante dosis de narcisismo. ¿O no queremos ser campeones mundiales?

Richard Branson, un sujeto que tuvo serias dificultades para terminar su escolaridad debido a trastornos del aprendizaje, construyó un imperio -Virgin Group- a partir de una revista musical que iba a cambiar el mundo. Steve Jobs estaba convencido de liderar la máxima de las revoluciones personales. Y el empresario Jeff Bezos, después de convertirse en uno de los hombres más ricos del mundo, se dio el lujo de cumplir su sueño de niño: llegar a la luna.

Si revisamos las biografías de estos magos empresariales, veremos que las limitaciones -académicas, sociales, económicas, familiares- no los detuvieron porque creían en sí mismos, en sus capacidades y en sus sueños. ¿Será una casualidad?

Jeff Bezos (izquierda) y Richard Branson. Foto: AP

Para Howard Gardner, psicólogo evolutivo de Harvard, el narcisismo es la forma de pensar de los niños y se supone que a medida que uno avanza en la carrera de la vida, el ser humano desarrolla formas de pensar más conscientes de los otros. Escuchemos a Gardner:

“El niño pequeño es sumamente egocéntrico, lo cual no significa que sólo piense egoístamente en sí mismo sino, muy al contrario, que no puede pensar en sí mismo. El niño egocéntrico es incapaz de diferenciarse del resto del mundo y, en ese sentido, todavía no se ha separado de los demás ni de los objetos. De este modo, siente que los otros comparten su dolor o su placer, que inevitablemente deben comprender las palabras que apenas masculla, que su perspectiva es compartida por todas las personas y que hasta los animales y las plantas participan de su conciencia (…) Su egocentrismo le impide reconocer que el punto de vista de los demás es diferente del suyo. Desde esta perspectiva, el proceso entero del desarrollo humano puede ser considerado como una disminución progresiva del egocentrismo”.

En síntesis, para el padre de la teoría de las inteligencias múltiples, el proceso de desarrollo de conciencia equivale a una disminución progresiva del egocentrismo. Dicho lo anterior, está claro que no todo el mundo lo logra o que no todos lo logramos en la misma medida. ¿Cuán narciso hay que ser para compartir todos tus logros y éxitos por LinkedIn, para seducir por Tinder, para subir fabulosas stories de tus vacaciones por Instagram o simplemente para escribir una columna sobre narcisismo?

Para complementar la mirada estrictamente cognitiva de Gardner, es interesante aportar la de los coach y analistas Manfred Kets de Vries y Danny Miller, quienes en un artículo de los años ochenta, titulado Narcissim and Leadership: An object relations perspective in Human Relations, señalan que la idea fuerza de los líderes narcisos es “yo quiero ser una celebridad”. Hoy, 2022, a nadie le espanta esta idea, pero décadas atrás era un inconfesable deseo.

Por esos años, lo peor de querer ser famoso era declararlo, pues en el mindset ejecutivo los deseos de fama eran una debilidad poco honorable. Para Manfred Kets de Vries, oriundo de los países bajos, solo entre los ejecutivos americanos de los años ochenta el liderazgo era algo deseable, pues en su cultura los líderes no querían brillar o ser celebrities, pues a sus ojos los líderes eran mártires que realizan las tareas que nadie más quiere realizar. ¿Quieres ser líder? Te regalo la carga.

En esa cultura europea de posguerras, confesar deseos de gloria despertaba -según estos analistas- fuertes sentimientos de soledad e inseguridad y querer ser famoso evocaba la fortuna y la desgracia con igual intensidad. Entonces… ¿ha cambiado la forma de entender el liderazgo?

Qué duda cabe. Basta pensar que Peter Drucker (1909-2005), uno de los gurúes del management del siglo pasado, declaraba no conocer ningún líder carismático, pues para él el liderazgo era la antítesis de la popularidad. Es más, para Drucker, los verdaderos líderes eran personas grises e impopulares.

Hoy 2022, que un psicólogo organizacional del mainstreem como Adam Grant declare que el narcisismo es un ingrediente necesario para liderar los nuevos tiempos en una Ted Talk no le mueve un pelo a nadie. Para ilustrar lo anterior, les presento a Cristóbal, un simpatiquísimo business entrepreneur al que poco le entendía. Para resguardar la identidad de mi joven cliente he cambiado datos biográficos y de la industria.

Como a muchos, la pandemia me ayudó a darme cuenta de que no podía seguir en la consultora. Había tocado techo. Dos años y ya… necesitaba más boost. Además, trabajando en casa me di cuenta que podía hacer muchas cosas que había abandonado por el trabajo. Volví a hacer deporte, empecé a leer, a meditar y aprendí a cocinar sano. La pega la manejaba literalmente a distancia y pese a estar a cargo de varias células de negocios, no vibraba. Estaba pastando y yo quería viajar, vivir la mayor cantidad de experiencias memorables que me había perdido por el trabajo y la pandemia.

¿Y qué hiciste?

Un plan. Al principio hice un checklist de todos mis must. De ahí un pana aterrizó la idea en números y como las lucas no dan para tanto, entre mis amigos organizamos eventos para levantar fondos. De repente… bam… había mucha gente interesada y de manera muy orgánica empezamos a compartir nuestras ideas en distintas plataformas y a viralizarlo por todos lados. Literalmente armamos una incubadora de sueños, algo totalmente out of the box. Y funcionó.

¿Qué funcionó?

Juntamos tanta plata que mis más panas y yo renunciamos a nuestras pegas y mientras la mayoría hacía pan de masa madre y yoga con el gato en el depa, nosotros nos pasamos el segundo año de pandemia viajando por el mundo, tomando fotos, subiendo videos y reuniéndonos con potenciales stakeholders interesados en aparecer en nuestras plataformas para replicar nuestro way of work. ¿Me sigues?

La verdad… no mucho…

Buena Seba. En el fondo vendemos estilos de vida y de trabajo. Básicamente replicamos lo que hicimos para viajar y trabajar, lo empaquetamos, lo vendemos y escalamos. Bottom line, nuestros clientes imitan lo que hicimos y nos permiten sostener nuestro way of living and working. Y nos fue tan bien que líderes de distintos ecosistemas vinculados al turismo, el lujo y la aventura se asociaron con nosotros, no solo en Latam, sino en pequeños nichos de Europa, Asia y Estados Unidos.

¿Por qué crees que les fue tan bien?

Buena pregunta. Siendo súper humilde, básicamente porque el medio es bien penca. Antes la gente no se atrevía a romper con el trabajo y la familia y se estancaban detrás del escritorio y del coche de la guagua. Aunque les moleste, las nuevas generaciones tenemos más huevos para vivir nuestros sueños, pues acá no hay weones con pantalones dockers y camisas polo. Aquí somos de verdad y la rompemos porque creemos en nuestros sueños…

Continuará…

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