Desde hace algunos meses, hemos comenzado a ser testigos de una sana discusión acerca de cómo cambiarán nuestras ciudades después de la pandemia. Por ello, debemos hacernos cargo de las innumerables preguntas que surgen en torno a la forma en que estábamos ocupando el territorio hasta antes de la pandemia y la manera en que lo haremos de ahora en adelante.

Cómo utilizaremos el espacio público, qué medios de transportes privilegiaremos y de qué manera cambiará nuestra convivencia social en aquellos espacios, son algunas de las interrogantes que rondan entre académicos, sociedad civil y, en general, entre quienes estamos vinculados a la planificación urbana y la movilidad. Es una discusión que nos obliga a mirar hacia el futuro, pero que debemos acometer ahora.

Durante estos meses de alerta sanitaria hemos asimilado que una de las principales formas de evitar el contagio de coronavirus es manteniendo del distanciamiento físico, pero lo cierto es que millones de personas utilizan diariamente el transporte público y lo seguirán haciendo. Entonces, si no podemos dejar de usar buses o el metro, tenemos que ponernos de acuerdo sobre la importancia que tendrá este modo de transporte y las mejoras que requerirá si, como sociedad, decidimos potenciarlo y esperamos que así sea.

Una señal importante es la que dimos al aprobar el Día Nacional Sin Automóvil, que se conmemora el último viernes de septiembre de cada año, como forma de potenciar el transporte público, la bicicleta y todos los modos sustentables, trasladando a la realidad local el Día Mundial sin Auto que se celebra cada 22 de septiembre.

Debemos hacer una reflexión profunda y es imprescindible que esta conversación se realice con una mirada de inclusión social, pero también de género. Si vamos a planificar la ciudad del futuro, debemos hacerlo entre todos y todas.

A modo de ejemplo, en febrero pasado, una publicación del Banco Mundial alertó sobre la brecha de género como una barrera para el acceso de las mujeres al desarrollo económico y social. “Las ciudades se han planificado y diseñado para reflejar los roles de género tradicionales”, señala el Manual para la Planificación y el Diseño Urbanos con Perspectiva de Género, aportando como dato que las mujeres ocupan solo el 10% de los puestos más importantes en los principales estudios de arquitectura del mundo. Podría ser un dato anecdótico, si no fuera porque este desequilibrio tiene consecuencias prácticas. “Esto tiene enormes repercusiones en el acceso de las mujeres al empleo y la educación, en sus libertades y su seguridad”, dice el Banco Mundial.

Si lo llevamos a la realidad local, más del 96% de las mujeres entre 18 y 26 años declara haber sufrido acoso callejero alguna vez en su vida según el Observatorio Contra el Acoso y, en su mayoría, estas situaciones ocurren en el transporte y en espacios públicos. No se trata entonces de un mero afán de paridad, justo y necesario por lo demás, si no de participar en lo que nos concierne. Nosotras tenemos que estar donde se toman las decisiones y no con una mirada excluyente. Necesitamos discutir juntos la ciudad que queremos.

Este es uno de los propósitos que inspira a Mujeres en Movimiento, una agrupación internacional que reúne a profesionales de 18 países de América Latina y que por estos días realiza un novedoso programa de formación destinado a fomentar los liderazgos femeninos en materia de movilidad sustentable. Se denomina “Lideresas urbanas. Movilidad y género en América Latina” y nos reunirá virtualmente hasta el 27 de noviembre en torno a estas temáticas.

Cómo lograr que las políticas públicas en movilidad tengan un enfoque de género y que haya más mujeres planificando la ciudad, es algo que llevamos discutiendo hace años, desde nuestra formación como colectivo en 2018 en el marco del Foro Internacional del Transporte en Leipzig. Queremos recuperar nuestras ciudades, para contar con más áreas verdes, con más espacios peatonales y ciclovías, y de esta forma ofrecer a las mujeres lugares más seguros, inclusivos y accesibles.

La pandemia nos llama a reinstalar este debate, con la certeza de que sólo una mirada integradora nos permitirá avanzar hacia un espacio público donde podamos desplazarnos, conectarnos, disfrutar y potenciar nuestro rol de ciudadanas y ciudadanos.

*Ex ministra de Transportes y Telecomunicaciones

Fundadora de Mujeres en Movimiento