Según un estudio de Jenna Jambeck, académica de Ingeniería Ambiental de la Universidad de Georgia, en EE.UU., entre 4 y 12 millones de toneladas de plástico llegan al océano anualmente. ¿Pero cuánto es eso? ¿De qué manera dimensionarlo? Pensemos en envolver la Tierra de plástico 425 veces.
Según la ONU, dos años son los que tiene el Planeta Tierra (nuestro único hogar y único espacio que conocemos) para ejecutar cambios reales ante la emergencia que enfrentamos hoy. Si pensamos que la producción de plástico se triplicará al año 2050, ¿de qué manera podemos trabajar en lo que está alertando la ONU?
En Chile producir basura es muy fácil y muy barato. Somos el segundo país de Sudamérica que genera más residuos por persona al año y uno de los países que menos recicla en la misma zona.
Tan conocidos son los vasos, tazas, cubiertos, tapas, mezcladores y tantos otros productos que sólo duran 5 minutos en nuestras manos ¿y luego? Los encontramos en las calles, playas, parques, ríos e incluso lugares tan insospechados como el fondo oceánico.
El proyecto de ley que la semana pasada presentó la ONG Oceana en conjunto con Plastic Oceans Chile (fundación de la cual soy directora científica) viene a complementar leyes y normativas propuestas en el país en cuanto a regulación de los plásticos. Hay que actuar ahora.
La novedad de este proyecto: limitar la generación de productos desechables y regular plásticos pequeños, que generalmente no son separados en origen ni reciclados.
Medidas como éstas son una de las soluciones para integrar a otros productores y proveedores (que ofrecen alternativas distintas a los plásticos desechables provenientes del petróleo), a que puedan competir en el mercado e integrar también a la ciudadanía a que sean parte activa de una transición que está siendo cada vez más urgente.
Como bióloga marina he estudiado la contaminación por plástico hace varios años y ahora, acercarme a las políticas públicas para regular el uso y distribución de los plásticos desechables, es una posibilidad real de crear cambios a nivel nacional.
Específicamente plásticos de pequeño tamaño, livianos y 100% desechables son los que cuestan más ingresar a una economía circular. Y también son los que aún nadie estaba considerándolos como prioridad en cuanto a su regulación.
Este tipo de propuestas que nacen de fundaciones y que encuentran el apoyo transversal de senadoras, senadores, diputadas y diputados es una señal favorable. Si pensamos que este año (2019) Chile es el centro de atención de encuentros mundiales, como APEC Y COP25, impulsar propuestas de este tipo tiene un peso especial, ya que como país estamos adquiriendo relevancia ambiental internacional, y tenemos que ser coherentes en cuanto a qué tipo de materiales estamos usando y regulando (especialmente que provienen de recursos no renovables, como el petróleo).