Dentro de los tantos perjuicios colaterales que dejó el Covid-19 en la Salud Pública, quizás el que hizo en el tratamiento contra el sida es uno de los más preocupantes. Chile ya lleva una década de alza sostenida en los nuevos infectados de VIH y el confinamiento logró que se dejara de atender a tiempo a quienes adquirieron el Virus de Inmunodeficiencia humana.

Las cifras son engañosas. En 2018 fueron 6948 y en 2019 fueron 6742 los nuevos casos diagnosticados, pero en 2020 y 2021 hubo 4446 y 5031 casos respectivamente. Esto no significa que la gente se contagió menos, según indican los expertos en el tema, sino que está relacionado con una disminución en el testeo y diagnóstico precoz. Esto, debido al menor acceso a los centros de salud durante el colapso sanitario del Covid-19.

Según datos de Onusida, en Chile son cerca de 90 mil personas las que viven con VIH. Aunque también “en Chile circulan cerca de 20 mil personas que no saben su diagnóstico y promueven otras transmisiones. Una persona que no conoce su diagnóstico transmite el virus”, manifiesta el inmunólogo y director del Centro VIH del Hospital Clínico de la Universidad de Chile, Alejandro Afani.

A nivel mundial ha habido una disminución de un 30% de nuevos casos diagnosticados en la última década, salvo en cuatro regiones: Europa del este, Asia central, el norte de África y Latinoamérica. Este último tiene alrededor de 110 mil nuevos infectados por año, y de allí se desprende que Chile es el segundo país de la región con mayor incremento de casos anuales, con un 63% en una década. El aumento de casos en Chile está dado principalmente por personas menores de 25 años, aunque entre los 15 y los 49 años han tenido en distintas medidas un aumento de casos de VIH.

A este incremento de casos se le agrega el factor de la cantidad insuficiente de diagnósticos. Afani agrega al respecto que “al tratarlos de inmediato se evita que progrese la enfermedad. Además, una persona indetectable -que sigue su tratamiento- ya no transmite el virus. Eso es muy importante, porque las personas que conocen su diagnóstico y se tratan, hacen que baje la carga viral y promueva la tendencia a la disminución de este virus en forma progresiva”.

Por su parte, el Dr. Michel Serri, infectólogo de RedSalud Vitacura, explica que no realizar el diagnóstico adecuado a una persona infectada genera problemas tanto en lo personal como a nivel comunitario. “Es complejo porque hace que la enfermedad siga avanzando, que llegue a etapa SIDA y sus defensas sean muy bajas; lo que hace que infecciones y enfermedades oportunistas generen grandes secuelas e incluso la muerte”, comenta.

Más aún, antes de la pandemia los datos de presentación tardía o estado avanzado era de entre un 30% y un 35% en general. Es decir que alrededor de 1 de cada 3 personas infectadas con VIH llegaba con menos de 200 células por milímetro cúbico de linfocitos CD4, además de un bajo nivel de defensas, y con la enfermedad avanzada. Esa misma situación ha aumentado hoy día. Según detalla el Dr. Afani, las cifras de estados avanzados crecieron a un 45%. “Así, no necesariamente el tratamiento tendrá el mismo resultado que alguien que lo inicia de una manera precoz. Ahora sabemos que podemos convertir el sida de una enfermedad mortal a una enfermedad crónica totalmente controlable. Sin embargo, eso ocurre cuando se empieza el tratamiento de manera oportuna”, detalla.

Al mismo tiempo, Serri complementa que no saber su diagnóstico, o saberlo y no querer atenderlo, es un problema también de la población potencialmente expuesta. “Ya está demostrado que una persona que esté en tratamiento no transmite el virus. Eso también es una medida de prevención, que junto al uso de la profilaxis predisposición (PREP), post exposición, el uso del condón y la educación sexual hacen que uno pueda tener menos transmisión del virus a nivel comunitario” indica el infectólogo.

Las proyecciones que realizan los expertos no son favorables ante esta pandemia que lleva mucho más tiempo que el Covid-19. El director de la Corporación Sida Chile, Dr. Carlos Beltrán, añadió que “es probable que tengamos más gente que diagnosticar, que están en riesgo de enfermarse, de morir, y de contagiar a más y más personas”. Para contrarrestar esta falta de chequeos.

Actualmente, y según cifras del Ministerio de Salud, la tasa de mortalidad asociada al VIH en Chile ronda los 3 casos por cada 100 mil habitantes. Esto supera el doble del promedio mundial, con una tasa de 1.2 casos por cada 100 mil habitantes. “Al tener más casos dando vueltas sin diagnosticar, tenemos más riesgo de llegar a etapas avanzadas. Y esas etapas tienen mayor morbilidad, pero al mismo tiempo tiene mayor mortalidad”, destaca Serri.

Alejandro Afani, director del Centro de VIH del Hospital Clínico de la Universidad de Chile. Foto: Andres Perez

El infectólogo además remarca que durante este último tiempo, los pacientes con VIH “están llegando muy tarde. Algunos durante la pandemia también abandonaron los tratamientos, siendo que a nivel público y privado la política fue de mantener los tratamientos de todas maneras. Pero hay gente que no asistió por miedo, por traslado, o porque no quisieron tratarse. Y ellos son los que tienen más mortalidad”.

Autotest y profilaxis

En el contexto del Día Mundial por la Lucha contra el Sida, el Hospital Clínico de la Universidad de Chile realizó una jornada de educación y testeos a quienes quisieran aprender más sobre cómo prevenir y tratar el VIH. La actividad contó con la aplicación de test rápidos, Profilaxis de preexposición (PrEP) y el debut del autotest VIH, que recientemente fue aprobada para su uso y comercilización por parte del Instituto de Salud Pública.

“La idea es que las personas puedan ser instruidas y se hagan ellos mismos el examen”, comenta Afani. Según añade, aún existen temores de que las personas puedan alejarse de los centros asistenciales. “Es necesario que en una primera fase el autotest sea asistido para que las personas lo conozcan, pierdan los temores y lo hagan de manera rutinaria. Quienes conocen su diagnóstico tienden a ponerse en conducta de protección, de acceder a los centros de atención, de ponerse un tratamiento”, destaca el inmunólogo.

Test rápido y autotest VIH. Foto: Andres Perez/ La Tercera

El dispositivo funciona similar a un test de antígeno que se compra en farmacias, o también como un test de embarazo: fácilmente visible e interpretable. El autotest VIH se hace con una muestra de sangre y se lee su resultado después de 10 a 15 minutos. “Los resultados tienen una altísima concordancia con los que se realizan convencionalmente, como el test de ELISA. Aunque el resultado de siempre debe ser confirmado por exámenes de laboratorio”, advierte Afani.

Por otro lado, el Dr. Serri anticipa que el acceso a los test rápidos en recintos asistenciales están limitados porque en el sector público los horarios de atención no siempre son los más flexibles, y en el sector privado se suele pedir orden médica, además de un pago asociado. “El tener acceso al autotest permite que las personas puedan comprar el examen en una farmacia, realizarlo en sus casas y, según los resultados, ser conducido para comenzar los controles y tratamientos”, describe el infectólogo.

Foto: HCUCH

Esto, según proyectan los especialistas, ayudará a mejorar el diagnóstico y la cobertura temprana de nuevos infectados de VIH. Eso sí, estos dispositivos tienen un “periodo de ventana” que no permite saber los resultados a pocos días de una posible infección. Los test disponibles en el mercado abarcan desde la primera hasta quinta generación. Mientras más avanzado el test, éste puede detectar tanto antígenos como anticuerpos en un tiempo menos prolongado.

Los test de 4° y 5° generación, en general, van entre la segunda y tercera semana desde la infección. Pero los de 3° hacia 1° generación van desde 4 a 6 semanas después de la infección. “Si te haces el test después de un evento de riesgo y sale negativo, lo más probable es que no te vuelvas a chequear. Se debería repetir este examen desde la segunda a las cuarta y quinta semana después de la posible infección”, explica Serri. En este sentido, el diagnóstico oportuno a través de los autotest deberá ir de la mano de una fuerte campaña de educación sobre el uso de estos dispositivos.

Autotest VIH. Foto: Andres Perez

Educación sexual y políticas públicas

En este escenario desfavorable para reducir la cantidad de contagios por VIH, Afani declara que la falta de educación sexual en el país ha hecho que los jóvenes no tomen las conductas apropiadas, de manera informada, en términos de sus relaciones sexuales. “Se debe entender que este autotest es totalmente confidencial, así también como los exámenes que deban hacerse posteriormente para confirmar un diagnóstico”, agrega.

Además, otra cosa importante a realizar en términos de difusión es la promoción del PReP, un medicamento antiretroviral que se administra por vía oral y puede prevenir infecciones por VIH que se realizan por vía sanguínea o por relaciones sexuales. En Chile existen centros para entregarlo a la ciudadanía. “Si bien, no es la única estrategia, el PreP puede evitar la transmisión del virus en un 95%, en personas que tienen conductas de alto riesgo”, explica.

Foto: HCUCH

En una encuesta realizada por el mismo equipo del Centro VIH del Hospital Clínico, se vio que el 65% de las personas jamás se había hecho un test VIH; menos del 20% de los jóvenes utilizaba el preservativo para evitar enfermedades de transmisión sexual (ETS), sino que principalmente para prevenir el embarazo. También se les preguntó a los jóvenes si estaban dispuestos a tomar una pastilla al día para prevenir el VIH: el 77% respondió que sí. “El interés y la motivación de los jóvenes está, pero falta información y educación”, demuestra Afani. Su idea es destrabar las barreras de acceso a estos dispositivos de prevención. “Hay que focalizar este tipo de estrategias en las poblaciones que se necesita: en colegios, universidades o discoteques”.

Sin duda, el Covid ha hecho que se haya invisibilizado esta otra pandemia que ha ido progresando y avanzando, sobre todo en población joven. “En tiempos de estricta cuarentena los jóvenes siguieron usando sus aplicaciones de citas y siguieron teniendo actividad sexual. Les falta la percepción de riesgo”, cerró el Dr. Afani.