¿Cuál es la importancia que tiene un eclipse total de Sol? Es una pregunta que se responde fácilmente desde los metabuscadores de Google. No obstante, el eclipse total de Sol que tendremos la oportunidad de apreciar en nuestro país, este 2 de julio, reviste una serie de singularidades que lo relevan a la categoría de imperdible de observar, tanto para quienes provenimos de la ciencia, como también para la ciudadanía y aficionados a los fenómenos astronómicos.
Como bien aparece en mi último libro El Sol Negro (editorial Debate – 2019), un eclipse total de Sol ocurre cada 18 meses en algún lugar del planeta. Este fenómeno consiste en que, debido a su tamaño y distancia, la sombra de la Luna se proyecta sobre la superficie de la Tierra y recorre un angosto "camino de totalidad" de oeste a este. Literalmente, la sombra de la Luna es un "lunar-lunar", de solo 150 kilómetros de diámetro. Es decir, hay que ser muy afortunado para que un eclipse total de Sol pase sobre nuestra casa.
Desde un punto de vista científico, un eclipse total de Sol otorga la mejor oportunidad para estudiar la corona solar, un halo de gas a un millón de grados Celsius, el que curiosamente tiene una temperatura muy superior a los seis mil grados de la superficie de nuestra estrella.
Una segunda razón del porqué debemos hacer lo posible para observar el eclipse venidero, es porque este año se cumplió un siglo del "Gran Eclipse" del 29 de mayo de 1919, el cual cambió para siempre la historia de la astrofísica. Momento en el que se confrontaron dos gigantes: por un lado del ring, Isaac Newton, padre de la Ley de Gravedad; y por el otro lado del cuadrilátero, Albert Einstein, artífice de la Teoría de la Relatividad General.
Dos expediciones inglesas estratégicamente ubicadas en África y Brasil, encabezadas por Arthur Eddington y Andrew Crommelin, pudieron registrar la luz de siete estrellas que habían rozado la superficie del Sol durante los breves minutos que duró el espectáculo en el que el día pasó a ser noche. Las posiciones de las estrellas aparecieron desplazadas por el Sol en un diminuto ángulo respecto de sus posiciones normales, tal como lo había predicho el joven Einstein.
El pequeño ángulo medido permitió comprobar que la gravedad se manifiesta por medio de la curvatura del espacio-tiempo, a la sazón una escandalosa y revolucionaria idea propuesta por el científico alemán en su teoría de la relatividad y que, incluso, pocos científicos entendían. Sin la evidencia aportada por medio del Gran Eclipse de 1919, hoy no tendríamos explicaciones para los agujeros negros, el Big Bang y las ondas gravitacionales. Tampoco tendríamos avances tecnológicos de la magnitud del GPS para navegar ni la inspiración para muchas películas de ciencia ficción.
Una tercera razón para presenciar el fenómeno del 2 de julio, es que el lunar-lunar sobrevolará el desierto de Atacama, un territorio diaguita con los cielos más prístinos del planeta para la observación del Universo que lo han convertido en la capital mundial de la astronomía. Como un tributo a una política pública que ha incentivado a los observatorios internacionales a instalar sus más sofisticados telescopios en nuestro país, el eclipse total de Sol pasará sobre los observatorios Tololo, La Silla y Pachón, siendo casi total en Las Campanas.
Bien sabemos que nuestros antepasados en una incesante búsqueda de respuestas ante los eventos de la naturaleza apelaban a dioses y relatos mitológicos que brindaban certidumbre frente a los hechos del cotidiano. En esta línea, los eclipses eran interpretados por los viejos sabios como designios de las divinidades que guiaban los destinos de su población, en la mayoría de los casos eran vistos como presagios negativos, dignos de sacrificio.
Luego de siglos de estudios, los eclipses pasaron a jugar un rol fundamental en el desarrollo de la astrofísica, y a permitirnos entender que un eclipse es un inofensivo juego de luces de y sombras entre Guanchoi y Cara - Sol y Luna en lengua diaguita - y sin duda el fenómeno astronómico más popular de todos.
En definitiva, el eclipse del próximo 2 de julio es un espectáculo único que no debe solo concitar el interés del gobierno y los científicos, sino que también, y sobre todo, a la ciudadanía. Si este eclipse total nos ayuda a acercar la ciencia a las personas, la naturaleza nos aportará una gran oportunidad para perseverar en la ardua labor de la divulgación y vinculación de la ciencia.