Desde 1842, cuando se fundó la Universidad de Chile y Andrés Bello asumiera como su primer rector hasta 1865, la tradicional casa de estudios ha contado con 30 autoridades máximas elegidas por el claustro académico. Todos hombres.
Un cargo que han ocupado destacados nombres de la historia nacional como el polaco Ignacio Domeyko Ancuta (1867-1883), el diplomático e historiador Diego Barros Arana (1893-1897), el médico y alcalde de Santiago, Manuel Barros Borgoño (1901-1903) o el abogado, político e intelectual Valentín Letelier Madariaga (1906-1911), entre muchos más.
La autoridad superior de dicha institución es elegida democráticamente por el claustro de académicos cada cuatro años y puede ser reelegida por una única vez. Este año, el médico cirujano Ennio Vivaldi finaliza su segundo periodo. Se inicia entonces un nuevo proceso de elección para el periodo 2022-2026.
Hasta ahora, dos académicas y dos académicos han manifestado su voluntad para presentarse como candidatas y candidatos al cargo.
Son, Rosa Devés, profesora titular de la Facultad de Medicina y actual vicerrectora académica. El profesor titular en la Facultad de Ciencias Químicas y Farmacéuticas y de la Facultad de Medicina, Sergio Lavandero. Pablo Oyarzún, profesor titular de las Facultades de Artes y de Filosofía y Humanidades. Y Kemy Oyarzún, académica de la Facultad de Filosofía y Humanidades.
Cambios en la educación superior
Mujeres como candidatas a rectoras en planteles tradicionales, ya es parte de una tendencia que hace algunos años se aprecia en la educación superior. Es el protagonismo femenino que también busca estar en posiciones de liderazgo. Reflejo de un cambio cultural y de las transformaciones que vive la educación pública.
Y no solo son candidatas. En 2021, fueron electas rectoras Marisol Durán Santis en la Universidad Tecnológica Metropolitana; y Elisa Araya Cortez en la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Y en 2019, Natacha Pino Acuña se convirtió en la primera mujer rectora elegida por sus pares en la Universidad de Aysén.
El avance de las mujeres en la educación superior en las últimas décadas es evidente. Por ejemplo, si de matrícula femenina se trata, el porcentaje llega al 53,7% del total. Pero ese número disminuye en los cargos de responsabilidad, lo que en el caso de la proporción de académicas alcanza el 41,3%.
En el caso de las rectorías universitarias que pertenecen al Sistema de Acceso a la Admisión Universitaria eso es mucho más notorio, de 43, solo tres están ocupadas por mujeres.
La irrupción de la mujer en estos cargos de poder, es sin duda un hito en la educación superior. Que la primera universidad del país pueda estar dirigida por una, también lo sería. Algo que en sus 180 años de historia no ha ocurrido.
Un fenómeno similar ocurre en la Universidad de Concepción, que en la elección de rectoría 2022-2026 que se efectuará el 25 de marzo, dos funcionarias ya han expresado la voluntad de ser rectoras.
Las candidatas
Las actuales candidatas de la Universidad de Chile son la doctora en bioquímica, y actual vicerrectora académica de la Universidad de Chile, Rosa Devés; y Kemy Oyarzún, Doctora en Filosofía, académica y profesora titular de la misma universidad.
Kemy Oyarzún, PhD en Filosofía, en la University of California, ha desarrollado 11 libros y más de 400 artículos sobre estudios feministas, género, literatura y estudios culturales. Actualmente es Directora del Laboratorio Interseccional de Género de la Universidad, y ha dictado cursos y guiado investigaciones de pre y posgrado en Chile, Italia, México, España, Brasil, Argentina, Francia y Suecia, entre otros. Entre varios reconocimientos, en 2007 obtuvo la Distinción Mujer Siglo XXI de la Universidad de Chile y este 10 de marzo recibirá la Medalla al Mérito Amanda Labarca de parte del rector Vivaldi.
Rosa Devés es bioquímica de la U. de Chile y Doctora en Bioquímica de la University of Western Ontario, Canadá, con estudios de postdoctorado en el Departamento de Bioquímica de la University of Southern California. Ha desarrollado investigación de impacto internacional en fisiología celular y ha contribuido de manera muy significativa a la innovación de la educación en ciencias en escuelas públicas. Fue la primera Prorrectora en la historia de la Universidad, bajo la rectoría de Víctor Pérez (2010 – 2014). En 2014 asumió Vicerrectora de Asuntos Académicos, como parte del equipo del rector Vivaldi.
Romper el “techo de cristal”
La postulación, indica Devés responde al llamado de un “grupo amplio, diverso y transversal de académicas y académicos, de distintas facultades e institutos, que se organizaron para proponer que encabezara un proyecto colectivo como candidata a la rectoría”. Fue en ese diálogo, y con el convencimiento que lo enfrentarían en conjunto, que aceptó este desafío en una época dice “crucial para la Universidad y el país”.
Oyarzún comenta que en algún momento pensó que no habría lugar para ella en los más altos cargos de liderazgo universitario. Desde el feminismo, “hablamos de “muros” y “techos de cristal”, dice para explicar los muros que segregan sexo y género en distintas disciplinas, y los techos que segregan en acceso y jerarquía. Y llegar a ese “techo” de la segregación fue lo que ella sintió. “Ha significado un gran desafío pensarme como candidata a rector”, reconoce.
Ambas admiten que las temáticas sobre desigualdad de género en la Universidad, considerando que solo un 20% de mujeres se ubican en los niveles más alto de jerarquía, son muy relevantes.
“La transversalización de la perspectiva de género para avanzar hacia la igualdad efectiva es uno de nuestros principios rectores. La discriminación estructural y cultural que sufren las mujeres contradice la misión y los valores fundantes de la Universidad”, apunta Devés sobre un proceso que dice debe transitar desde la formulación de políticas, al desarrollo de procedimientos e instrumentos que acompañen su implementación y garanticen la plena incorporación de la igualdad de género en todas las dimensiones del quehacer institucional y en nuestras prácticas cotidianas.
El que existan solo tres mujeres rectoras en el Consejo de Rectores (CRUCH) y el mismo número en el Consorcio de Universidades del Estado de Chile (CUECH), añade Oyarzún, llevan a cuestionar sobre de qué paridad existe en este ámbito. “Las feministas interculturales promovemos transformaciones a esa desigualdad. Pero no de palabra solamente. No basta decir que somos desiguales. No basta con prometer equidad institucional”.
“El lenguaje y las promesas van creando una realidad desigual porque la Universidad no practica la equivalencia de género e interculturalidad. Las prácticas van enseñando que todas y todos ´valemos igual´, que ´somos de igual valor´, como dice la canción. Pero la institución segrega. Y el cuerpo de la institución se va restringiendo, va dejando de soñar una igualdad profunda en las diferencias”, señala al respecto Oyarzún.
La sociedad cambia, la Universidad también
Ante la posibilidad de llegar a ese cargo, Devés resalta el actual cambio de época que se vive en la Universidad, el país y también a nivel global. Existe la responsabilidad, admite, de generar conocimiento, de crear y de formar personas para los nuevos tiempos, en fluido y permanente diálogo con la sociedad.
“Frente a la incertidumbre y complejidad del futuro, debemos formar brindando la experiencia de la otredad y dando vida a un sentido de pertenencia compartido. Considerando este momento de grandes transformaciones que vivimos como país, la Universidad de Chile tiene una responsabilidad primordial, y lo hará desde su historia y su capacidad de construir futuro para todas y todos”, plantea Devés.
A nivel interno, se requiere crear un sistema universitario coherente, agrega Oyarzún. “Estamos segregados entre unidades académicas condenadas a rivalidades sin sentido a causa del endeudamiento y el autofinanciamiento. Sabemos que Chile es uno de los países más desiguales del mundo. Y al interior de la Universidad la peor segmentación es entre las ciencias ´duras´ y las ´blandas´, con discriminaciones profundas hacia las humanidades, el pensamiento crítico, la educación integral, el arte”.
Pero no es el único ámbito con diferencias. A niveles salariales, también las hay dice Oyarzún. “Hay quienes ganan 10 millones de pesos mensuales y otres que ganan 400.000. Esta segmentación genera condiciones paupérrimas para algunos campus y facultades, condiciones que afectan las remuneraciones y la calidad de vida de gran parte de académicas, académicos, profesionales, funcionarias y funcionarias”.
Una realidad que en gran medida se debe a que la producción de saber no se reconoce como trabajo. Situación que la pandemia empeoró. “El Laboratorio de Género que dirijo ha demostrado que el segmento más joven de académicas/os, profesionales y trabajadores universitarios entre los 30 y los 51 años han sido particularmente afectados por segregaciones de género al tener que hacerse cargo de los cuidados del hogar mientras trabajan, crían y cuidan enfermas/os.”, subraya Oyarzún.
En 2021, fueron electas rectoras en la U. Tecnológica Metropolitana y la U. Metropolitana de Ciencias de la Educación. Anteriormente, en 2019, el primer paso la Universidad de Aysén. La posibilidad que se abre en la U. de Chile de que la rectoría sea ejercida por primera vez por una mujer, “es una aspiración que se siente muy fuerte actualmente en nuestra comunidad”, dice Devés.
Es más que solo una cuestión simbólica. Es una forma de inaugurar nuevas formas de ejercer el liderazgo, más distribuido, más compartido, plantea Devés: “En la Universidad de Chile las mujeres están siendo protagonistas e impulsoras de grandes cambios, liderando proyectos inter-disciplinarios con gran potencial transformativo para el conjunto de la Universidad y para el país. Esa forma de investigar, de crear, de enseñar y de comunicar es esencial para abordar la complejidad”.
Si eso ocurriera, para ambas sería factible que el nombre Consejo de Rectores, pudiera incluir también “Rectoras”. En ese sentido, Oyarzún destaca la importancia del lenguaje inclusivo, intercultural, interseccional. “El lenguaje segrega. Pero también es clave para una cultura del reconocimiento en dignidad. El sistema sexo-género ha afectado lo que las feministas llamamos el techo y el muro de cristal. Lo simbólico, lo imaginario, reinventa y nos reinventa en condiciones concretas”.
“La adopción del lenguaje inclusivo, no sexista, es clave y se inscribe en las acciones que nosotros identificamos como de reparación, aquellas que pueden y deben lograrse en un muy breve plazo, con sentido de urgencia”, añade al respecto Devés.