La esperanza de vida al nacer en el país ha aumentado significativa y aceleradamente. Pasó de 55 años en la década de los cincuenta, a más de 80 años en la actualidad. Y para el año 2100 se espera que encuentre en torno a 90 años, según estimaciones de proyección de población de la Cepal.
Un proceso de transición demográfica que presenta múltiples desafíos. Uno de ellos es que ese envejecimiento es uno de los factores que más ha incidido en que el cáncer ya sea la primera causa de muerte en Chile. Es que la edad es uno de los factores de riesgo asociados al desarrollo de esa enfermedad.
Y uno de ellos es el aumento de la incidencia del cáncer. Aunque la enfermedad puede desarrollarse en cualquier momento de la vida, el envejecimiento aumenta su prevalencia, debido a que las células pueden dañarse con los años, daño que se acumula a medida que pasa el tiempo, lo que a veces, puede provocar tumores.
A ese proceso natural se pueden sumar factores externos. La exposición a productos químicos, la contaminación, el consumo de tabaco o alcohol, la exposición a los rayos ultravioleta del sol, hasta la alimentación y el estilo de vida, entre otros, elevan ese riesgo.
Pero además, con el paso del tiempo, se experimenta una disminución de las funciones inmunitarias, que, cuando funcionan bien, son una vigilancia constante y pueden erradicar que las células sospechosas se vuelvan cancerosas.
En Chile, la mortalidad por cáncer aumentó en 109% entre los años 1986 a 2016, según datos del Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer (AIRC, su sigla en inglés), de la OMS.
Según las estimaciones realizadas por AIRC en 2018, en Chile para el año 2040, habrá 94.807 nuevos casos de cáncer, lo que corresponde a un aumento de 77,6% en los próximos 19 años. En 2018 el cáncer ocasionó 28.443 muertes en Chile, las que llegarán a 55.698 para el año 2040.
Y en 2021, por primera vez desde que hay registros en el país, los tumores ocupan el primer lugar en causas de muerte desplazando a las enfermedades del sistema circulatorio, que estuvieron en ese sitial durante los últimos años, según Estadísticas Vitales 2019 del INE. Los especialistas explican que en Chile ahora se vive más tiempo, lo que genera más oportunidad de desarrollar una enfermedad asociada al envejecer, como el cáncer.
Una vacuna, radiación ultrarrápida y tinta para ver tumores: los 3 avances más prometedores contra el cáncer
Y en el mundo existen muchos centros científicos intentando mejorar las terapias para tratar a estos pacientes. Algunos de ellos son el Centro Oncológico Abramson de la Universidad de Pensilvania, el Fox Chase Cancer Center, el Sidney Kimmel Cancer Center de Jefferson y el Wistar Institute, donde todos los años investigadores presentan sus propuestas de investigación para combatir la enfermedad.
Robert H. Vonderheide es el director del primero de ellos, y en una entrevista con The Philadelphia Inquirer, estimó que hay tres innovaciones que se muestran como las más prometedoras: un nuevo tipo de radiación que administra dosis ultraaltas en un abrir y cerrar de ojos, una nueva técnica de imágenes que ilumina los tumores durante la cirugía y una vacuna para personas con alto riesgo de cáncer que Vonderheide describió como potencialmente “un punto de inflexión”.
“Si hay una palabra más allá de avance, sería esa”, dijo.
1. Una vacuna para los cánceres relacionados con mutaciones del gen BRCA
Existen varios cánceres que se asocian a alteraciones genéticas que heredamos de nuestros padres. Dentro de los más frecuentes están los asociados a mutaciones del gen BRCA1 o 2, entre los que se encuentran el cáncer de mama, el cáncer de ovario, el cáncer de próstata y el cáncer de páncreas.
Ser capaz de identificar una mutación genética que puede predisponer a los pacientes al cáncer permite a los investigadores explorar formas de prevenir el desarrollo del cáncer, posiblemente con una vacuna.
Las vacunas tradicionales, como las que recibimos de niños para prevenir la varicela, la polio o el sarampión, crean una respuesta de anticuerpos que previene la propagación de la enfermedad. Según Vonderheide, el cáncer de mama no es causado por un virus, pero los investigadores de Penn están descubriendo que pueden enseñar al sistema inmunológico a reconocer las células cancerosas como extrañas de la misma manera que las vacunas tradicionales lo incitan a reconocer y atacar un virus, dijo Vonderheide, oncólogo especializado en el cáncer de páncreas.
Los investigadores ya están utilizando este método para tratar el cáncer de sangre. La terapia con células T con receptor de antígeno quimérico (CAR-T) modifica genéticamente las células T de un paciente (un tipo de glóbulo blanco que combate las infecciones) para atacar las células cancerosas. Ahora están investigando si las células T pueden diseñarse para prevenir cánceres relacionados con las mutaciones del gen BRCA.
Actualmente, un equipo de Penn está inscribiendo a personas sanas con mutaciones del gen BRCA, que nunca han sido diagnosticadas con cáncer, para probar la vacuna.
2. Tumores brillantes
TumorGlow, una tecnología de imágenes registrada por Penn, utiliza un tinte inyectado para ayudar a los médicos a ver los tumores con mayor claridad durante la cirugía. A los pacientes se les inyecta un tinte que ha sido diseñado para adherirse a las células cancerosas. Durante la cirugía, los médicos utilizan cámaras infrarrojas bajo las cuales el tinte brilla. Los cirujanos pueden ver más claramente dónde está el tumor y estar más seguros de haberlo extirpado por completo.
La tecnología ya fue aprobada por la Administración de Alimentos y Medicamentos de EE.UU. (FDA, su sigla en inglés) para su uso en el tratamiento del cáncer de ovario y pulmón. “Representa la primera vez en mucho tiempo que ofrecemos a nuestros cirujanos una nueva herramienta”, dijo Vonderheide.
3. Radiación ultrarrápida
La radiación FLASH administra una alta dosis de radiación en segundos. Los investigadores de Penn se encuentran entre los que en Estados Unidos estudian si esta nueva técnica puede reducir la toxicidad de la radiación al limitar la exposición a tejidos y órganos sanos. Un equipo de Penn recibió una subvención de cinco años de 12,3 millones de dólares de los Institutos Nacionales de Salud para apoyar su trabajo y realizar ensayos clínicos.