Este fin de semana fuimos testigos de un nuevo pulso eruptivo del volcán Lascar, ubicado en la comuna de San Pedro de Atacama, en la Región de Antofagasta. Actividad volcánica sorpresiva de corta duración y de moderada intensidad, que tuvo una columna eruptiva de alrededor de 6 kilómetros de altura sobre el cráter que inquietó a los poblados de Talabre y Socaire, pero que no generó emergencias asociadas a daños a las personas ni a la infraestructura crítica.
Esta nueva erupción del Lascar, categorizada como la segunda erupción más grande en tiempos históricos –el 19 y 20 de abril de 1993 este volcán experimentó una actividad volcánica mucho más grande y peligrosa–, volvemos a mirar a los volcanes del norte con fascinación científica. 30 años después continuamos investigando el pasado y presente volcánico del norte de Chile, en una zona donde existen más de 30 volcanes activos (23 de ellos solo en la Región de Antofagasta).
Al tener un clima muy árido y no estar afectado por lluvias frecuentes y humedad que afecta los registros geológicos, como es el caso de los volcanes del sur, el norte de Chile cuenta con antiquísimos testigos de actividad volcánica y que se ubican entre los mejores preservados del mundo. Esta característica lo comparte con volcanes del norte de Argentina, oeste de Bolivia y sur del Perú. Los volcanes nortinos registran, además, erupciones pasadas de gran magnitud y volcanes con tremendas estructuras, que nos permiten investigar episodios volcánicos extremos, cuyo registro geológico se preserva como una ventana científica al pasado volcánico de Chile.
En consecuencia, tenemos un verdadero geolaboratorio a nuestra disposición para la investigación volcánica, en una zona, que es tectónicamente muy activa, sumando nuevas preguntas de estudio relacionadas con una posible relación entre la actividad sísmica mayor y las erupciones volcánicas. ¿Qué clase de terremotos activa un volcán y cuáles no? o ¿de qué depende esa relación? Son algunas dudas de investigación que se generan en espacios de investigación científica como Ckelar Volcanes.
Para entender los volcanes, estudiamos los “depósitos” que son las rocas y el estudio volcanológico se basa justamente en interpretar esos testigos y saber por qué se formaron así, al mismo tiempo, de analizar los fluidos que emanan de un volcán, la estructura magmática, la composición química, los sismos, y otras manifestaciones que nos puedan dar indicios de que un macizo tiene actividad e incluso que está en proceso eruptivo.
El norte y el desierto, en particular, tiene muy poca población, por la tanto, la exposición a la amenaza volcánica, es menor si pensamos en volcanes activos como el Villarrica, que tienen numerosas localidades cercanas y una población flotante (turistas) muy grande. Pero para la investigación volcánica esto es una ventaja, pues nuestros casos de estudios son acotados, con una conexión mucho más profunda con las localidades cercanas, que además, nos entregan un valioso conocimiento local y ancestral que nutren con nuevo conocimiento, nuestros esfuerzos por entender, conocer y predecir el comportamiento volcánicos de los macizos más longevos de nuestro país.
*Director del Instituto Milenio de investigación en Riesgo Volcánico – Ckelar Volcanes y académico de Geología UCN.