El continente americano fue el último en ser habitado por humanos, y hasta hace poco se sabía que el proceso de población había sido de norte a sur. Sin embargo, una nueva investigación realizada por científicos de Estados Unidos y Brasil halló una intrigante ruta migratoria nunca antes vista gracias al análisis de genomas antiguos de América.

La ciencia considera que los primeros nativos americanos provenían de Asia central (Mongolia o Siberia) y llegaron al continente americano por el estrecho de Bering, que en el pasado fue un puente terrestre entre Rusia y Alaska. De allí, los primeros migrantes se asentaron en Canadá y comenzaron a dispersarse por todo el continente.

Los investigadores de la Universidad Florida Atlantic (FAU) y la Universidad de Emory confirmaron la ya conocida ruta migratoria en dirección norte-sur a través de la costa del Pacífico y la cordillera de Los Andes, pero también descubrieron una ruta en el sentido contrario, de sur a norte a lo largo de la costa atlántica de Sudamérica, algo desconocido hasta entonces.

Usando ADN de dos individuos enterrados en sitios arqueológicos del noreste de Brasil, Pedra do Tubarão y Alcobaça, además de algoritmos y otras muestras genéticas de antiguos pobladores, se pudo desentrañar una profunda historia demográfica a nivel regional.

Recreación de una comunidad de neandertales elaborada por el Instituto Max Planck. Crédito: Instituto Max Planck.

Entre los hallazgos claves se descubrió un inesperado porcentaje genético neandertal dentro de los genoma latinoamericanos. Los neandertales son una población extinta de humanos antiguos que se extendieron por Eurasia durante el Paleolítico Inferior y Medio.

Los resultados sugieren que la migración más cercana a la costa atlántica vincula a Uruguay y Panamá en una ruta de sur a norte de hasta 5.277 kilómetros de distancia. Se estima que este nuevo patrón de migración ocurrió hace aproximadamente mil años según las edades de los individuos antiguos estudiados.

En busca de ADN

Los científicos estudiaron dientes de unos 1.500 años hallados en el departamento de Rocha, en Uruguay, que fueron proporcionados a los autores del estudio por la Universidad de la República en Montevideo.

“Analizamos dientes de esqueletos para extraer ADN y a partir de eso hacer el análisis computacional de ese genoma”, señaló el arqueólogo brasileño André Luiz Campelo dos Santos, autor principal del estudio y actualmente investigador de la Universidad Florida Atlantic en Estados Unidos.

También se analizaron dientes de aproximadamente mil años de antigüedad encontrados en dos sitios arqueológicos de Brasil. El ADN obtenido de los dientes permitió la secuenciación de genomas completos.

“Buscamos analizar dientes en lugar de huesos, porque el ADN dentro de los dientes tiene más protección. El hueso es más poroso y expuesto al ambiente”, explicó el arqueólogo.

Para lograr establecer el sentido de migración, los investigadores realizaron un análisis del material genético de los individuos teniendo en cuenta sus edades. De esta manera se sabe quién era abuelo, padre e hijo y se compara con las locaciones en las que estuvieron para ver su movimiento poblacional. “Nuestro análisis filogenético busca ver quién sería el ancestro y quién el descendiente”, explicó el arqueólogo.

Un hallazgo inesperado

Con el análisis de ADN, Campelo dos Santos y sus colegas pudieron desentrañar una afinidad genómica entres los restos de genoma de sur a norte. “Todos ellos comparten material genético. Encontramos una similitud muy grande entre los genomas de Uruguay, el sureste de Brasil, el noreste de Brasil y Panamá”, señaló.

Este nuevo modelo revela que el poblamiento de la costa atlántica ocurrió solo después del poblamiento de la mayor parte de la costa del Pacífico y los Andes.

Creemos que el origen de esa similitud está en el sureste de Brasil. De allí hubo una expansión tanto al noreste de Brasil como a Uruguay, y desde Uruguay también otra expansión hacia el norte”, comentó el arqueólogo.

Rutas de migración. Foto: Universidad Florida Atlantic.

Con estos antecedentes, el estudio publicado en la revista Proceedings of the Royal Society B. (Biological Sciences), establece una “sorprendente e inesperada” ruta que une Uruguay y Panamá.

Neandertales, denisovanos y autraliano

El trabajo proporciona la evidencia genética más completa hasta la fecha para las complejas rutas migratorias antiguas de América Central y del Sur, que incluye la presencia de genes de especies extintas en nativos latinoamericanos.

Los investigadores también descubrieron ascendencia neandertal y denisovana en América del Sur. “Los neandertales desaparecieron más o menos hace 40.000 años y llegaron a convivir con los seres humanos modernos”, explicó Campelo dos Santos. “En Indonesia, Papúa Nueva Guinea, Australia y Polinesia es posible encontrar trazas genómicas de denisovanos”, agregó.

Aunque las especies convivieron en algún momento de la historia, hoy solo persistimos los humanos modernos, u homo sapiens. Esta desaparición de las otras especies ocurrió por asimilación, y el autor del estudio señaló que hoy en día casi todas las poblaciones del mundo poseen un porcentaje de ADN neandertal y un porcentaje menor de ADN denisovano.

Mapa de rasgos genéticos neandertal, denisovano y ambos. El color violeta muestra rasgos genéticos neandertales, el verde desinovanos y anaranjado los rasgos compartidos. Foto: Universidad Florida Atlantic.

Sin embargo, también hubo un hallazgo en relación al porcentaje de ADN neandertal y denisovano: se detectó una mayor ascendencia denisovana que neandertal en los antiguos individuos de Uruguay y Panamá.

“La mezcla debe haber ocurrido mucho antes, quizás hace 40.000 años. El hecho de que el linaje de denisovan persistiera y su señal genética lo convirtiera en un individuo antiguo de Uruguay que tiene solo 1.500 años sugiere que fue un gran evento de mezcla entre una población de humanos y denisovanos”, dijo John Lindo, Ph.D., coautor correspondiente del artículo que se especializa en análisis de ADN antiguo y es profesor asistente en el Departamento de Antropología en Universidad Emory.

También encontraron fuertes señales genéticas de Australasia (Australia y Papúa Nueva Guinea) en un genoma antiguo de Panamá.

“Hay todo un océano Pacífico entre Australasia y las Américas, y todavía no sabemos cómo aparecieron estas señales genómicas ancestrales en América Central y del Sur sin dejar rastros en América del Norte”, dijo Campelo dos Santos.

Los científicos no saben cómo llegó ese rastro genético de Australasia al continente americano: “Tenemos la impresión de que no llegó por el estrecho de Bering y desde el noroeste de América del Norte, sino por otros caminos que aún desconocemos”, explicó el investigador.

Pese a su gran hallazgo, el estudio sacó a flote nuevas dudas, como por ejemplo ¿cómo llegó el ADN denisovano a América?. Los investigadores no lo saben, pero consideran “todas las hipótesis” posibles. Una de ellas es que pudieron haber llegado a América por el Pacífico sur a través de una cadena de islas que ahora permanecen en el fondo del mar. Pero no hay indicios de que sea cierto, es por eso que se debe seguir investigando.