Las drogas entendidas en su amplio concepto, son las drogas legales e ilegales, terapéuticas, rituales y recreativas, prescritas y no prescritas, las que se beben, las que se fuman, las que se esnifan, las que se inhalan y las que se inyectan.
En el sexo el uso de drogas es una práctica que podríamos considerar milenaria. Desde prácticamente que se conocen las drogas estas han sido utilizadas en la actividad sexual. Su uso tiene múltiples motivos, como potenciadores del placer, la prolongación del sexo, el aumento de la erección, la desinhibición hedonista, el aumento de la empatía, la euforia y el deseo.
Pero también el consumo de drogas en el sexo implica riesgos, y no solamente riesgos asociados al deterioro de la salud de los consumidores problemáticos. Existen riesgos que tienen que ver con los aspectos cognitivos, en donde los consumidores modifican sus conductas sexuales y, por ejemplo, disminuyen el uso de métodos de protección como el condón.
También hay riesgos relacionados a los efectos anestésicos de determinadas drogas, en las que sus usuarios mantienen prácticas sexuales más bruscas y agresivas, y con eso obvian posibles lesiones y sangrado, lo que aumenta el riesgo de trasmisión de infecciones sexuales. Existen otros riesgos de trasmisión de infecciones, cuando por ejemplo, se esnifan (jalan) drogas como la cocaína, la ketamina o el tussi, donde los billetes, rulos o palas que se utilizan para consumir, pueden ser trasmisores de infecciones como el Virus de la Hepatitis C (VHC).
A través de Plataforma Chile PrEP hemos observado en la comunidad el creciente aumento en Chile de drogas inyectables como el crystal meth o metanfetamina, donde sus usuarios muchas veces reciclan las jeringuillas y las comparten e intercambian entre sí, lo que implica riesgos de trasmisión del VIH y el VHC.
También existen riesgos asociados a la mezcla de drogas, por ejemplo, la combinación del viagra con poppers, alcohol y cocaína implican importantes riesgos cardiovasculares, deprivación del oxígeno en tejidos y órganos, además de molestos efectos adversos como nauseas, jaquecas y fatiga. También la mezcla de drogas recreativas como el MDMA, GHB y las meta/anfetaminas en combinación con algunos antirretrovirales que se usan para el tratamiento o la prevención del VIH, pueden implicar el aumento de la exposición y concentración de la droga.
Pero no todos los consumidores de drogas son consumidores problemáticos. La evidencia indica que la mayoría mantienen un consumo esporádico, no dependiente y sin atisbos de adicciones. Trabajan, estudian, tienen familias y amigos, mantienen sus pertenencias a las redes y grupos sociales, y viven una vida cotidiana que podríamos considerar común y corriente. Por tanto, el riesgo de estos consumidores no está necesariamente implicado con esta típica idea de los “adictos”, y por tanto las estrategias preventivas no necesariamente tienen que estar únicamente direccionadas a la eliminación o erradicación total del consumo, lo que la evidencia sugiere es poco realista.
En efecto ONUSIDA, avalada por la experiencia internacional de variados países, recomienda las estrategias de la Reducción de Riesgos o Daños. Estas estrategias están en contra de la criminalización del consumo y sugieren evitar las políticas basadas en la seguridad pública y la prevención del delito. Al contrario, ONUSIDA recomienda la despenalización del consumo de drogas, y promueve una estrategia fundamentada en la evidencia, y con enfoque clínico y de derechos humanos, que ponga fin al estigma y la discriminación asociada al consumo de estupefacientes. Estas estrategias están fuertemente respaldas por la evidencia científica, y corroboran que su implementación disminuye la trasmisión de infecciones sexuales y otros problemas asociados a la salud pública.
*Presidente Plataforma Chile PrEP