Una investigación de la Universidad de California Riverside (UCR), Estados Unidos, estudia la posibilidad de convertir vegetales comestibles, como por ejemplo la lechuga, en fábricas de vacunas de ARN mensajero (ARNm).
La tecnología del ARNm, también utilizada en las vacunas contra el Covid-19, funciona al enseñar a las células a que reconozcan y protejan al cuerpo contra las enfermedades infecciosas.
Un comunicado de EurekAlert señala que uno de los retos de esta nueva tecnología que se estudia es que debe conservarse en frío para mantener su estabilidad durante el transporte y el almacenamiento. Si este nuevo proyecto tiene éxito, las vacunas de ARNm de origen vegetal -que se pueden comer- podrían superar este desafío con la capacidad de ser almacenadas a temperatura ambiente.
Los objetivos principales del proyecto son demostrar que el ADN que contiene las vacunas de ARNm puede introducirse con éxito en la parte de las células vegetales donde se replicará, demostrar que las plantas pueden producir suficiente ARNm para competir con una inyección tradicional y, por último, determinar la dosis adecuada.
“Lo ideal sería que una sola planta produjera suficiente ARNm para vacunar a una sola persona”, dijo en el comunicado Juan Pablo Giraldo, profesor asociado del Departamento de Botánica y Ciencias Vegetales de la UCR que dirige la investigación, realizada en colaboración con científicos de la UC San Diego y la Universidad Carnegie Mellon.
“Estamos probando este enfoque con espinacas y lechugas y tenemos el objetivo a largo plazo de que la gente lo cultive en sus propios jardines. Los agricultores también podrían llegar a cultivar campos enteros” agregó Giraldo.
El Dr. Javier Tinoco, infectólogo Clínica Universidad de los Andes señala que si esta tecnología llega a aplicarse en un futuro, en teoría, podría ser mejor para la salud de las personas. “Por el hecho de que además se van a ver beneficiados por las propiedades de los alimentos (plantas/vegetales) que consumen. También, podría facilitar un poco la adherencia a que la personas consuman este producto porque lo han hecho desde siempre, eso podría ser beneficioso a comparación de la inyección”.
Pero lo principal de este estudio, según Tinoco, es que “fuera de que se puedan incluir estas moléculas en las plantas, como se plantea en la investigación, lo importante es ver que provoquen una respuesta inmunitaria, que es la protección frente a la enfermedad y es lo que está por determinarse”.
La clave para que el estudio funcione son los cloroplastos, pequeños órganos de las células vegetales que convierten la luz solar en energía que la planta puede utilizar. “Son pequeñas fábricas alimentadas por el sol que producen azúcar y otras moléculas que permiten a la planta crecer”, dijo el académico de la UCR. “También son una fuente sin explotar para fabricar moléculas deseables”.
Para este proyecto, el investigador principal se asoció con Nicole Steinmetz, profesora de nanoingeniería de la Universidad de California en San Diego, para utilizar nanotecnologías diseñadas por su equipo, que permitirán enviar material genético a los cloroplastos.
“Nuestra idea es reutilizar las nanopartículas naturales, es decir, los virus de las plantas, para que lleven el material genético a las plantas”, explica Steinmetz. “Hay que hacer algo de ingeniería para que las nanopartículas lleguen a los cloroplastos y también para que no sean infecciosas para las plantas”.
Para Giraldo, la posibilidad de desarrollar esta idea con el ARNm es la culminación de un sueño. “Una de las razones por las que empecé a trabajar en nanotecnología fue para poder aplicarla a las plantas y crear nuevas soluciones tecnológicas. No sólo para los alimentos, sino también para los productos de alto valor, como los farmacéuticos”, dijo Giraldo.
“Estoy muy entusiasmado con toda esta investigación. Creo que podría tener un gran impacto en la vida de las personas” finalizó.