“Lo que me pasa, es lo que les pasa a la mayoría de las mujeres, es saber que te pueden acosar en el paradero, en tu casa, en cualquier lado. Y no es sólo un acoso, es decir que también me pueden violar, golpear. (...) las mujeres estemos siempre con miedo de que nos puede pasar”. El testimonio corresponde a una mujer participante del estudio “Ella se mueve” de 2019.
El relato grafica cómo la violencia sexual y acoso hacia las mujeres ocurre, lamentablemente, en muchos espacios. Y el miedo es permanente en el transporte público. El mismo estudio determinó que 8 de cada 10 pasajeras ha vivido al menos un episodio de violencia sexual en el transporte público.
La XVI Encuesta Nacional Urbana de Seguridad Ciudadana 2019 del INE reveló que por cada 100 hombres que declaran percibir inseguridad, por ejemplo, en un taxi, hay 169 mujeres que la experimentan. Los mismo ocurre en paraderos (100 versus 123), micros, (100 versus 145), en las calles de sus barrios (100 versus 127) y en terminales de buses (100 versus 123).
Ante ese problema, muchos países han optado por tener espacios exclusivos para las mujeres en el transporte público. Algo que también se pide en Chile.
En una reunión la semana pasada entre gobernador Claudio Orrego, representantes del Metro de Santiago, y la ministra de la mujer y la EG, Antonia Orellana, dirigentas estudiantiles plantearon el primer plan en contra acoso sexual en el transporte público. El gobernador de la RM, posteriormente en entrevista radial reconoció que la propuesta se está evaluando. “Hay que estudiarlo. No se puede cerrar a priori a una cosa que las mismas dirigentas estudiantiles están planteando porque se sienten inseguras”, aseguró.
Una idea que ya habían planteado el año 2018 un grupo de diputadas y diputados. En esa oportunidad la exministra de la Mujer y la EG, Isabel Plá, indicó que la propuesta no contaba con el apoyo del gobierno, ya que no resolvía la violencia. Una mirada similar señala la actual ministra Antonia Orellana.
Vagones segregados
En las aglomeraciones, como las que se dan en el transporte público, la violencia hacia las mujeres se presenta desde manoseos en los vagones, escaleras o cuando el andén está repleto. Muchas de ellas incluso son seguidas. Y miles son acosadas con palabras obscenas. Experiencias que distintos estudios resaltan, influye en una movilidad restringida, y un menor acceso y disfrute de la ciudad.
Ese contexto explica que entre mujeres sean tan frecuentes y cotidianas frases como: “Llama cuando llegues”. “Trata de no salir de noche”. “No camines por lugares solos”. “¿Llegaste bien a tu casa?”. “Anota la patente del taxi antes de subir”. Una forma de cuidado y protección frente al peligro que para ellas representa el espacio público.
¿Cómo evitar esos peligros? Una medida que se extiende a nivel mundial desde el año 2000, en países como México, Japón, Brasil, India, Malasia, son generar espacios segregados entre hombre y mujeres tanto en autobuses, taxis y metros. Algo que se entiende porque suelen ser hombres los que atacan a mujeres.
En Japón, el aumento de las agresiones sexuales en el metro llevó a las autoridades a implementar vagones exclusivos para mujeres en 2004. Esos espacios suelen ir llenos y la violencia sexual o chikan, término japonés que hace referencia al acoso sexual, son frecuentes.
A las mujeres les aterrorizaba viajar en hora punta, señala Akiyoshi Saito, en su libro The Reasons Why Men Become Chikan, de 2018. Tampoco son hombres “enfermos” los que acosan. “A diferencia de la imagen general, estos hombres son en su mayoría graduados universitarios con buenos trabajos y familias”, indica. Hombres que se escudan en la protección de las multitudes para agredir.
Desde entonces, algunos hombres se han manifestado en contra. Alegan que esas medidas los excluyen. Que es discriminación. Ellos no tienen prohibido legalmente ingresar a esos vagones, solo se les pide que no los usen en las horas de mayor concurrencia.
Sucede en todo el mundo. Por eso en México crearon en 2007 el programa “Viajemos Seguras” del metro del Distrito Federal de México, con vagones exclusivos para mujeres en una de las redes más extensas y con más usuarios de la región. Los resultados han sido positivos. En 2010 un estudio detectó que el 90,8% de las usuarias sentía que en Metrobús, su integridad física y moral estaban protegidas.
Esas opciones, explica María Francisca Valenzuela, Encargada del Programa Ciudades Seguras de ONU Mujeres, como vagones separados o buses sólo para mujeres, corresponden a medidas segregatorias que se evalúan dependiendo del contexto de cada país o localidad y los niveles de gravedad que existan de violencia contra las mujeres y las niñas en los espacios públicos.
“Es importante mencionar que son medidas extremas, ya que se evalúa segregar a la población ante la imposibilidad de que otras acciones puedan garantizar un mínimo de condiciones seguras y libres de violencia en el transporte público”, sostiene.
Para Jessica González Mahan Directora Centro Liderazgo ComunidadMujer, la implementación de vagones exclusivos para mujeres en el Metro es un debate que ha estado presente en otras oportunidades y que, sin duda, seguirá estando mientras no se aborde el tema de fondo, “que es la violencia que ejercen hombres contra mujeres y niñas en el espacio público”. Por lo mismo, añade, no consideran que contribuya a la prevención y erradicación de la violencia.
No corresponden a un objetivo del ideal de sociedad en la que se espera vivir, dice Valenzuela, sino, “se evalúan en lo inmediato cuando mujeres y niñas tienen riesgos desproporcionados de experimentar episodios de violencia sexual agravados en las calles”.
¿Solución?
“Las medidas segregatorias no son una solución en el largo plazo para la erradicación de la violencia de género”, subraya Valenzuela. Son acciones inmediatas y extremas. Y ellas se evalúan ante la urgencia de no poder garantizar niveles de seguridad mínimos en los espacios públicos. “Cuando una localidad identifica cifras alarmantes de inseguridad para mujeres y niñas, evalúa estas alternativas”.
El estudio “Ella se mueve” indica que el fenómeno llega a tal magnitud que las mujeres han establecido una especie de “toque de queda” no reconocido, pero transversal: horas en las que no viajan solas por el peligro que conlleva. “Algunas descartan viajar en absoluto desde horas tan tempranas como las 7 a.m., pero la mayoría reflejaba toques de queda personales asociados con su modo de transporte usual, alrededor de las 10:30 p.m. para el Metro y un poco más tarde para los buses”, señala el reporte.
Situación que recientemente ha tomado protagonismo por las diversas denuncias de intentos de secuestros a mujeres en el Metro, supuestamente a través de intoxicaciones de contacto por burundanga (escopolamina).
Si las medidas para evitar el acoso a las mujeres por parte de los hombres tienen como solución el aislamiento y la separación de mujeres y hombres en los espacios públicos, “estamos frente a una dificultad en la comprensión del problema” plantea González sobre un fenómeno que implicaría reconocer socialmente y aceptar las conductas violentas de algunos hombres, como parte de su propia naturaleza, y que las mujeres deberían aislarse para evitar la “provocación”.
Los espacios segregados no garantizan necesariamente la seguridad de mujeres y niñas. El uso del Metro y el transporte público en general, dice González va más allá del tiempo de traslado al interior del vagón, desde el caminar por las calles, el ingreso y espera en las estaciones, son todos lugares en que se debe contar con condiciones de seguridad. “Esto implica la tolerancia cero al acoso y educar para su prevención. No se puede aceptar la violencia”, indica.
Lo realmente efectivo, agrega Valenzuela es trabajar de la mano de enfoques integrales, que consideren acciones para motivar cambios culturales hacia una sociedad con tolerancia cero a la violencia de género, con normas que sancionen y prevengan estas violencias. “Considerando además una inversión en infraestructura que aumente los niveles de seguridad en los espacios públicos, como, por ejemplo, mejoras en las luminarias en las calles, áreas limpias sin paredes que obstruyan la visibilidad, remodelación de áreas de espera de transporte público que incluyan nuevos criterios de seguridad”.
Analizando la experiencia internacional de países que son parte del Programa Ciudad Segura de ONU Mujeres, Valenzuela ejemplifica lo que ha ocurrido en Dublín (Irlanda) que implementó iniciativas de seguridad en el transporte donde se consideran campañas para la educación pública y talleres de sensibilización para hombres y niños.
Otros innovadores enfoques de género en el trasporte público consideran la implementación de oficinas de denuncia y apoyo a las sobrevivientes de acoso en el metro, dice Valenzuela. También aplicaciones de teléfono móvil para facilitar la notificación inmediata de incidentes. “Y lo que es fundamental programas de capacitación para funcionarios y funcionarias para ayudar a sobrevivientes de acoso y otras formas de violencia sexual, mediante la aplicación de protocolos que mantengan estándares consistentes de respuesta”.
González reconoce que el debate actual es necesario. Contribuye a visibilizar y nombrar el problema. Es indispensable hablar de ello si lo queremos solucionar. ”La segregación arriesga a aceptar el acoso hacia a las mujeres y las conductas violentas de los hombres, como algo que no se puede modificar. Es una solución ´parche´, puede ser momentánea, pero no se hace cargo del tema de fondo”.
Hombres en silencio
¿Qué dicen los hombres ante medidas como estas? Desde ONU Mujeres llaman al compromiso de toda la sociedad en la prevención y erradicación contra la violencia hacia mujeres y niñas. Un proceso en el cual los hombres, dicen, también deben ser agentes de cambio en el proceso de garantizar el derecho a una vida libre de violencia basada en el género. “Para alcanzar ciudades más seguras para mujeres y niñas, toda la sociedad debe ser parte de esa estrategia. Los cambios culturales para lograr ese objetivo, los hacen todos y todas”.
Lamentablemente, agrega González hay muy pocos hombres reprochando estas conductas. “Termina siendo considerado un problema de las mujeres, en el que ellas mismas deben buscar la solución o adaptarse a la situación”, algo que se refleja en el plan de usar vagones diferenciados.
“Los hombres están ausentes como voceros de la no violencia, pero también invisibilizados como los agresores, no son nombrados en general, como si los ataques fueran perpetrados por un agente desconocido” enfatiza González.
El rol de ellos es decisivo. Es indispensable focalizar intervenciones de prevención en hombres. “Concientizar a los hombres, niños y adolescentes para la erradicación del machismo, y no solo a aquellos que son agresores, sino que, también, a quienes no lo son y pueden transformarse en agentes de cambio para eliminar la violencia hacia mujeres y niñas”, subraya la especialista de ComunidadMujer.