Valparaíso es un mito que cantan los poetas y sufren sus pobladores. Hoy desde mi ventana veo como las casas arden en el día que sus habitantes habían puestos la mesa para disfrutar lo poco en la Noche Buena. Las llamaradas venían de los cerros como los siete jinetes del apocalipsis tomando lo que le pertenece al fuego y así ha sido desde que existe este puerto; el verano llega con llamas. Hace más de diez años vine a este puerto lleno de esperanzas - que todavía tengo debido a la irresponsabilidad del que nunca maduró - y a poco andar me encontré con una joya bajo la sombra de la iglesia de La Matriz.
Un sitio que respiraba historia y, como corresponde a Valparaíso, ennegrecido por los incendios. La arrogancia me hizo pensar, mañana tendremos en este lugar un centro de neurociencia que a través del vibrar misterioso de sus habitantes hará que nuevamente este barrio reviva su glorioso pasado. Después de una década, el prometido edificio se va hundiendo en excavaciones que nos hablan de los restos de lo que comieron, mirando el fuego y el sonido del mar, sus primeros habitantes, de cementerios coloniales que dejaron monjes entre maitines y completas, también se encontraron basurales que delatan el comportamiento de nuestros tatarabuelos cien años atrás y luego vino la fuerza del concreto sobre el cual se sienten más seguros los militares.
Cualquier ciudadano responsable se preguntará de porqué tardaron diez años en hacer las prospecciones arqueológicas y porqué el que escribe es de tan tamaña ineficiencia como para demorarse tanto en algo que podría comenzar la recuperación del puerto viejo. La verdad es que esa pregunta me sobrepasa, pero tengo algunas ideas al respecto. Me explico, la magia de Valparaíso no está en las calles que desafían a los volantines, ni tampoco en los colores de sus casas, ni, con todo respeto, en la poesía de Neruda.
Voy a postular que esta ciudad es un sumidero entrópico que, así como los aristotélicos nos decían que la naturaleza aborrece al vacío, Valparaíso detesta el orden. Mi querido alcalde me dirá con una sonrisa, profesor vaya y descanse un poco y me estimado Intendente dirá sencillamente que este caballero se salió de madre. Pero yo muy calmado tengo varios ases en la manga porque después de todo soy un científico ¿No? Y dado mi entrenamiento estoy dispuesto a demostrar mi hipótesis.
Primero: ¿cómo es posible que después de años de discusión finalmente se haya puesto en marcha el plan de recuperación de los ascensores que son parte integral de la historia del puerto y a poco andar todo se detiene? La restauración de los ascensores Espíritu Santo, Cordillera, Concepción y el Villaseca está estancada porque los periódicos nos dicen que sus maquinistas no tenían baños, ni donde ir a almorzar.
Segundo: ¿No parece extraño que el alcalde inaugure solo un piso del Mercado, después de haber estado en obra inconclusa por más de cinco años? ¡Un piso de los varios que tiene esta maravilla de edificio al que cuando uno entra le parece haber sido absorbido por un cuadro de Escher! Y de acuerdo con mi postulado entrópico que mejor que la frase de este mismo pintor: "Adoramos el caos porque amamos producir orden."
Pero al parecer Valparaíso está dispuesto a derrotarnos. Esta ciudad hace tropezar al más avezado dos veces con la misma piedra. Porque: ¿cómo es posible que cada cierto tiempo los incendios son capaces de llevarse cientos de casas? ¿Cómo es posible que las autoridades no son capaces de prever estas situaciones si aman producir orden? Y, para terminar, el ejemplo más emblemático que es algo así como "un queda entonces demostrado" (mi hipótesis, Valparaíso: el triunfo del caos). Recordemos que el año 2017, luego de la explosión que dejara en ruinas al Palacio Subercaseaux, la Empresa Portuaria de Valparaíso compró lo que quedaba del edificio con el objetivo de construir su sede corporativa. Pero en el 2019 la misma empresa dio a saber que el proyecto quedaba en nada. Don Fermín Vivaceta debe estarse dando incómodas vueltas en su tumba en la espera que su edificio renazca para bien del Puerto Viejo.
Mi abuela me decía que cuando las cosas se ponen feas el demonio siempre mete la cola y ¡qué cola nos ha dejado la crisis que está viviendo Chile! Veo calles enteras de Valparaíso saqueadas y entrar a una farmacia es ahora introducirse en una especie de bunker sacado de la segunda guerra mundial. Amo este puerto y nada me hará desistir de mis sueños. No me arrepentiré como la Empresa Portuaria y seguiré en mi empeño de recuperar uno de los espacios más bellos del puerto ¿Me dará un respiro esta misteriosa ciudad?