José Manuel Soto de 41 años es periodista y director audiovisual. Durante un día normal inhala alrededor de 5 ml de vapor de líquido en su vaporizador. Esos 5 ml contienen 3 mg de nicotina, por lo que al día consume 15 mg de nicotina. Antes de vapor era humo, y era el humo de 15 cigarros diarios, que contienen aproximadamente 8 mg de nicotina, por lo que Juan Manuel pasó de consumir 120 mg de nicotina a 15 mg de nicotina al día por cambiarse al vaporizador.
Cuenta que era “adicto” al cigarro tradicional: “Traté de dejarlo muchas veces, pero volvía a caer porque era una adicción al final y era parte del ritmo de vida normal”. Fumó por 10años, y le pesaron: estaba más cansado, perdió un poco del gusto y olfato y su piel se veía distinta, “más seca”.
Un día hace 14 años vio a uno de sus colegas llegar con un vaporizador. Al ver que este compañero que fumaba una cajetilla diaria lo había reemplazado absolutamente dijo “bueno puede ser una buena opción”. Dejó el cigarro definitivamente hace siete años, y ahora es fiel al vaper, y aunque a él le funcionó, confiesa que sabe que hay gente que no le funciona y vuelve al cigarrillo.
Historia como la de José Manuel hay miles, solo en la Asociación de Consumidores Vapeadores de Chile (AsoVape), aseguran tener 7.000 personas afiliadas. Sin embargo, de acuerdo a este grupo, la cifra es aún mayor. Ignacio Leiva, presidente de Asovape, estima que con las proyecciones basadas en los antecedentes internacionales y la cantidad de fumadores que hay en Chile, la cantidad de gente que usa cigarrillos electrónicos oscila entre 300.000 y 350.000.
Este tema se vuelve importante ya que actualmente existe un proyecto de ley que se encuentra en discusión en la Cámara de Diputados. Este “regula el consumo, publicidad, comercialización, calidad y seguridad de los cigarrillos electrónicos, vaporizadores u otros”. También busca que se prohíba el uso de saborizantes y aromatizantes en esos productos, en conjunto con los cigarros tradicionales y tabaco.
Muchas son las posturas sobre este proyecto de ley, y aunque hay consenso en que se regule, la diferencia está en cómo quieren que se regule. El proyecto de ley actual quiere regular al tabaco y cigarros tradicionales junto a los cigarrillos electrónicos (e-cig) y vaporizadores.
A favor de está postura se encuentra el Consejo Asesor para el control de tabaco del Ministerio de Salud (Minsal), el Instituto de Salud Pública (ISP), Chile Libre de Tabaco, el Foro Nacional del Cáncer y RespiraLibre, entre las que se han mantenido activas en la discusión.
El Minsal coincide en que es necesario regular el uso de vapers en Chile, sobre la base del reporte Epidemia Mundial de Tabaquismo 2021 de la Organización Mundial de la Salud (OMS), que pide incorporar una prohibición de saborizantes en estos productos como medida para reducir su atractivo para niños y adolescentes, restricción de edad mínima, prohibición de publicidad, incorporación de advertencia sanitaria e implementación de impuestos específicos estableciendo las mismas normativas que hoy en día rigen a los productos de tabaco.
Lidia Amarales, directora de RespiraLibre y parte de la sociedad civil Mesa Ciudadana Tabaco Salud, dice que apoyan el proyecto de ley que fue emitido desde el Ministerio de Salud, “en la cual se regula al cigarro electrónico como un producto de tabaco, con la misma regulaciones que tiene el tabaco”.
La Asociación de Consumidores Vapeadores de Chile quiere que los vapeadores y e-cig se regulen, pero no igualándolos a los cigarros tradicionales y tabaco. Su principal argumento es que no producen el mismo daño que los cigarros tradicionales, y además, funcionan con distinta tecnología y componentes, por lo que dicen, se debe regular aparte.
Ignacio Leiva, presidente de Asovape dice: “Nosotros estamos totalmente de acuerdo con que se necesita una regulación. Nosotros abogamos por ella. Lo que sí es importante es que no se regule igualandolo al cigarrillo tradicional, porque son dos cosas totalmente diferentes una mata y la otra salva vidas, y no solamente a los fumadores, sino que a su entorno y a su familia”.
Para entender las diferencias, primero se debe entender cómo funcionan los cigarros tradicionales, y los cigarros electrónicos. El primero funciona a través de la combustión, es decir, uno prende el cigarro con fuego y al aspirar el humo se queman los más de seis mil componentes y sustancias químicas que contiene. Entre ellos el tabaco, plomo, arsénico, amoniaco, ácido cianhídrico, monóxido de carbono, veneno para ratas y hasta elementos radiactivos como el uranio, entre otras.
Los cigarros electrónicos o vapeadores no funcionan por combustión, estos utilizan una batería que puede o no ser recargable, y una unidad de calentamiento llamado atomizador que usado junto a un líquido produce vapor, dando a los vapeadores sensaciones similares a fumar, y pudiendo proporcionar opcionalmente nicotina a niveles variables. Los componentes de este líquido contienen propilenglicol, glicerina vegetal, nicotina (opcional), aromas y agua desionizada.
Otra diferencia es la nicotina que contienen ambos cigarrillos. Un cigarro tradicional contiene aproximadamente 8 mg de nicotina. En los vapeadores va a depender de la cantidad de líquido que se use y la concentración de nicotina que elija el usuario.
En Chile las concentraciones de nicotina que se venden en los líquidos de vapers son de 3, 6, 12, 24 y en casos particulares 32 ml o más. Los de venta más común son de 3 y 6 ml. Según Leiva, en general los usuarios de vaporizadores usan entre 2 ml (normalmente con concentraciones más altas de nicotina) y 10 ml al día.
Leiva hace una comparación para explicar que incluso una persona que vapea “mucho” en el día termina consumiendo bastante menos nicotina que un usuario de tabaco. “Un usuario que vapee 10 ml al día con una concentración de 6 mg de nicotina, que es lo que usaría una persona que fumaba de una a dos cajetillas al día, estaría consumiendo 60 mg de nicotina. Esto correspondería a la nicotina que contienen solo 7,5 cigarrillos tradicionales”, comenta.
¿Producen daño?
Existen opiniones divididas respecto al daño que pueden producir estos productos. En 2019 la OMS dijo que los e-cig son “indudablemente dañinos” y deberían ser regulados. El informe sostuvo que estos dispositivos exponen al consumidor a una menor cantidad de toxinas que el cigarrillo combustible, pero representan de todos modos “riesgos para la salud”.
Sin embargo, en septiembre de este año el King’s College London, que cuenta con 14 premios nobel y está clasificada como la tercera mejor universidad británica según el QS World University, lanzó una investigación (por encargo del Ministerio de Sanidad del Reino Unido), en donde revisó más de 400 estudios de todo el mundo sobre los vapeadores.
Entre sus conclusiones dijeron que los dispositivos alternativos de suministro de nicotina, como los productos de vapeo, pueden desempeñar un papel fundamental para reducir la enorme carga sanitaria que supone el consumo de cigarrillos, que sigue siendo la principal causa de muerte evitable en el mundo.
Además, concluyó que los fumadores que se pasen al vapeo experimentarán una “reducción sustancial” de su exposición a sustancias nocivas y que, por lo tanto, el vapeo “sólo supone una pequeña fracción del riesgo de fumar y es al menos un 95% menos perjudicial que el tabaco”.
En Chile, el tabaquismo genera un costo directo anual en el Sistema de Salud por sobre un billón de pesos cada año ($1.243.700.416.028) lo que equivale al 0,8% de todo el producto bruto interno, y al 11,5% del monto que Chile gasta en salud anualmente.
Leiva dice que es importante entender que “cada vez que una persona se cambia del cigarro al vapeo no solamente le están salvando la vida, sino que le están ahorrando plata al Gobierno”, ya que las enfermedades asociadas al tabaco son las que matan a la población.
La combustión del cigarro tradicional es lo que genera graves daños a la salud, y en gran parte de los casos la muerte. Según datos del Minsal de febrero de 2022, en Chile mueren 52 personas al día por culpa del tabaco, es decir, 18.900 chilenos al año. Un número alto para ser una enfermedad que es evitable. Las muertes registradas por los vaporizadores en Chile son cero.
De todas maneras, la postura de quienes apoyan que se regule en conjunto es firme, pues dicen que aunque sea menos dañino, sigue siendo dañino. En abril de este año el ISP recomendó no utilizar dichos dispositivos, “y para el caso de aquellos que contienen nicotina, utilizados como tratamiento para dejar de fumar, deben contar con registro sanitario”.
También publicó un tweet el pasado 7 de octubre que evidencia los efectos nocivos de los e-cig y vapeadores, como aumentar el ritmo cardíaco y la presión arterial, problemas vasculares y posible aumento del riesgo de coágulos sanguíneos.
Ese es el caso de Cristobal Pizarro de 23 años. Empezó a vapear en abril de este año porque un amigo comenzó a vender: “Ahí empecé de mono la verdad, por apoyarlos a ellos”. Antes de eso Cristobal nunca había fumado cigarros tradicionales ni tabaco, y en seis meses dice que su consumo de vaporizador aumentó bastante, al punto de dejar los vapeadores desechables e invertir en uno recargable.
“Cuando empecé me duraba una semana. Después ya avanzando con el tiempo dos días, y si era un día que yo me iba de fiesta me duraba ese mismo día. Entonces ahí empecé a notar que claro, se me estaba yendo mucha plata en eso y en vez de parar de hacerlo, opté por comprarme uno de estos que son recargables con batería”, dice Cristobal.
A medida que pasaba el tiempo comenzó a notar ciertos cambios en su cuerpo, “como una molestia en el estómago” cuando vapeaba: “Cuando empecé las primeras veces e iba caminando a veces sin comer lo notaba más, y como que me sentía medio mareado”.
A diferencia de Cristobal, José Manuel dice haber visto cambios positivos en él. Su piel se veía más descansada, recuperó el gusto y el olfato, por lo que bajó la cantidad de azúcar y sal en sus comidas. También recuperó su capacidad pulmonar y actualmente practica buceo como deporte.
Aunque algunos experimentan cambios positivos y otros negativos, Lidia Amarales de RespiraLibre afirma que los e-cig producen daño y debido a esto, deben regularse igual que los cigarros tradicionales y tabaco: “No sé si tú quisieras tener ese 5% de riesgo”, advierte.
“No estamos por la prohibición, estamos por la regulación y las personas que son fumadores de vapeo no tienen de qué preocuparse, ellos van a poder seguir haciéndolo. Pero lo que nosotros tenemos que proteger es a la población infanto juvenil, y tenemos que proteger a la población de tener todo eso con mínimo conocimiento para que no hagan uso de un producto que claramente produce daño”, declara Amarales.
La puerta de entrada para niños y jóvenes
Otro punto relevante en la discusión es el tema de los saborizantes y aromatizantes en cigarros tradicionales, electrónicos y vaporizadores. En el proyecto de ley actual se quiere regular para que se prohíban en todas sus formas, ya que dicen que el saborizante es la puerta de entrada para nuevas adicciones, sobre todo en la población joven.
Amarales, comenta que “hay trabajos hechos aquí en Chile que demuestra que la población joven empieza a fumar con productos saborizantes”. Esto debido a que el sabor disminuye el efecto irritante y desagradable del cigarro y lo hace más aceptable.
Sin embargo, desde AsoVape no están de acuerdo con este punto. Sí están de acuerdo con que se debe regular para proteger a los menores, pero no quieren que se prohíban los sabores porque dicen que estos ayudan a las personas dependientes del cigarro tradicional a dejarlo.
“Parte del proceso y lo que permite que las personas realmente se alejen del uso de tabaco es que vayan mutando de sabores. Te insisto, yo más que nadie quiero proteger a los menores en esto. Pero decir que el uso de sabores es para capturar a menores de edad es tan lejano como decir que a los alcoholes se les ponen saborizantes para hacer a los niños alcohólicos”, dice Leiva.
Pero la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, su sigla en inglés), una agencia del Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU que supervisa la salud pública, también aboga por regular los saborizantes ya que no les parecen seguros.
En septiembre de 2021 publicaron un estudio que reveló que más de dos millones de estudiantes de secundaria y preparatoria de los EE.UU. reportaron usar cigarrillos electrónicos, y más de 8 de cada 10 de esos jóvenes usaban e-cig con sabor.
A pesar de esto, Leiva dice que no existe evidencia de que el vapeo sea una puerta de entrada al consumo de cigarrillos convencionales. “El balance de Monitoring The Future (MTF) del Instituto Nacional de Abuso de Drogas de Estados Unidos, ha demostrado que el aumento del consumo de vaporizadores ha sido impulsado principalmente por jóvenes que previamente ya habían consumido tabaco, y tan sólo un 0,6% de los menores de edad no habían fumado antes de vapear”, indica.
Aun así, desde el Minsal indican que “la información disponible indica que jóvenes que nunca han fumado tabaco, aumentan de dos a cuatro veces sus probabilidades de fumar cigarrillos tradicionales cuando inician el uso de dispositivos electrónicos”.
Para los consumidores como José Manuel Soto, el hecho de eliminar los saborizantes y aromatizantes es algo sin sentido. “Quienes son los mayores perjudicados son las personas que abandonan el cigarro para pasarse a alternativas que son mucho más sanas y que les permitan poco a poco dejarlo o reemplazarlo absolutamente”, dice.
Sin embargo, el Minsal considera que incluso si se comprueba que los vapeadores son menos dañinos o que tienen un rol en la reducción de daño, “el camino adecuado es establecer una regulación que, al igual que lo que ocurre con los productos tradicionales de tabaco, proteja a los jóvenes de la publicidad engañosa y de los daños asociados al consumo”.
Sin embargo, para José Manuel Soto esto parece una visión “un poco conservadora y simplista” de cómo afrontar un problema de salud pública como lo es el tabaquismo. “Si socialmente se ha permitido que la gente sea adicta al tabaco, también dale una salida alternativa para que no sea tan dañino o puedan salir”, comenta.
“Los vapeadores necesitamos que se legisle al respecto, por un tema de seguridad del producto que estamos consumiendo. Pero si se quiere discutir al respecto, que se discuta por separado, que no es lo mismo el tabaco que los vapo. Y que por tal razón deberían ser gravados pero de distinta manera y facilitar a la gente el hecho de poder elegir”, finaliza.