Verde y agresiva. Así es catalogada la Chrysomya albiceps, insecto invasor proveniente de África, que llegó accidentalmente a Sudamérica en 1978.
El primer país al que llegó el insecto fue a Brasil, desde donde luego se propagó a Argentina, Bolivia, Colombia, Costa Rica, Dominica, Guatemala, Nicaragua, Paraguay, Perú, Uruguay, Venezuela y Chile. Es una de las invasiones biológicas más extendidas del continente y representa una seria amenaza a las biodiversidad de cada país o zona, ya que depreda a las especies nativas.
Un equipo de científicos del Centro de Ecología Aplicada y Sustentabilidad (Capes) de la Universidad Católica, liderados por el investigador Matías Barceló, ecólogo de la Facultad de Ciencias Biológicas de la misma universidad, trabajó en identificar el área de distribución de la mosca verde en Chile.
La mosca verde es hasta el momento la única especie de su género registrada en Chile, similar en apariencia a especies del género Lucilia y otras especies del género Chrysomya. Tiene un conjunto de características taxonómicas específicas que las diferencian, como un tórax de color verde uniformemente brillante (del que nace su nombre), setas verticales exteriores bien desarrolladas, un espiráculo anterior blanco y el ala anterior despejada, entre otras.
Los investigadores tuvieron que extremar recursos para lograr capturarla. Usando cámaras fotográficas de alto alcance, pudieron distinguirlas de otras especies nativas de colores verdes o azules.
La distribución de la especie se expandió en la zona central de Chile de 2006 a 2011. Sin embargo, a partir de 2015, la especie fue avistada en el norte, a más de 1.300 km de la primera localidad registrada. Puede desplazarse hasta 1,3 kilómetros por día, es decir, unos 560 km en un año. En nuestro territorio se encuentra desde Tarapacá hasta el Maule, registrándose con mayor frecuencia en áreas naturales que en áreas rurales, ciudades o pueblos.
Barceló, junto al investigador Rodrigo Barahona, publicaron el trabajo denominado “From classical collections to citizen science: change in the distribution of the invasive blowfly Chrysomya albiceps (Wiedemann, 1819) in Chile”, en la revista Bioinvasions Records.
En él, los autores mencionan que uno de los factores principales de la expansión del rango de distribución de esta especie, es la temperatura. “Esta especie es nativa de regiones tropicales, por lo tanto, los sistemas mediterráneos o subtropicales en Chile presentan las condiciones aptas para su colonización. De hecho, no existen registros hacia el sur de Chile de esta mosca. Si bien se desconoce cómo fue introducida en Chile, es probable que haya sido por medio de un vector humano, por ejemplo, alimento en mal estado o por medio de vehículos”, relata Barceló.
Las larvas de Chrysomya albiceps son depredadoras agresivas con otras moscas nativas, como la Cochlyiomya macellaria, pudiendo incluso cambiar la fauna cadavérica. “Su importancia forense radica en que es una de las primeras especies en colonizar cadáveres, por lo tanto, al conocer la información acerca de sus ciclos de vida ayuda a determinar los tiempos post mortem de los casos de estudio”, establece Barceló.
Ciencia ciudadana y redes sociales
El investigador explica que conocer la distribución de una especie invasora, requiere un trabajo detallado que se extiende sobre amplias zonas geográficas, por lo que muchas veces adolecen de vacíos tanto a nivel de datos como de registros. “El vacío de información sobre distribución es un problema de conservación tanto a nivel global como local”.
Uno de los grupos que más se ven afectados por este vacío son los invertebrados. “Esta falta de información sobre la distribución de especies, tanto nativas como invasoras, impide generar buenas estrategias de conservación o evaluación de amenazas”, añade Barceló.
Para elaborar el estudio, el equipo investigador decidió realizar un trabajo integrado, utilizando métodos combinados de recolección de ocurrencias: el clásico, que incluye revisión de literatura, colecciones entomológicas y recolección de insectos con métodos estandarizados, y ciencia ciudadana, una disciplina socioecológica en que los mismos ciudadanos pueden contribuir registrando ocurrencias o fenómenos ambientales.
En otros países, la ciencia ciudadana en especies invasoras ha tenido éxito en actualizar la distribución de algunas plagas como Halyomorpha halys (chinche marrón marmoleada proveniente de Asia); la babosa Arion vulgaris (nativa de la península ibérica); algunas chinitas como Harmonia axyridis (conocida como chinita arlequín, proveniente de Asia), y abejorros invasores como Bombus terrestris (abejorro nativo de Europa).
Debido a que la participación ciudadana juega un rol fundamental en la iniciativa, los investigadores decidieron crear un grupo en Facebook, llamado “Moscas Florícolas de Chile”, donde invitan a registrar la aparición de esta especie invasora a lo ancho y largo de Chile. Actualmente, cuentan con más de 6.500 miembros, que van desde observadores amateurs a profesionales en el área.
“Esta es una manera de involucrar a la ciudadanía en la investigación científica, la cual generalmente esta separada de la sociedad. A través de este proyecto de ciencia ciudadana, la gente se ha podido sumar aportando datos, aprendiendo, e incluso participando en publicaciones científicas”, revela Barceló.
Cuando alguien publica una foto para preguntar sobre qué especie es, “ahora la gente se anima a opinar sobre la identidad de la especie. Así como también, la gente cada vez trata de tomar mejores fotografías, de mejor calidad, macros y hemos descubierto una hermosa diversidad de colores, lo cual nos ayuda a romper el paradigma de que las moscas son especies feas, que no sirven de nada”, relata el investigador.
El estudio también confirma la utilidad de emplear herramientas integrativas en la labor científica. “Cuando hicimos la comparación entre ciencia ciudadana y los métodos tradicionales, solo un 18,5% de los registros fueron compartidos por ambos métodos. Por lo tanto, la ciencia ciudadana llegó a completar los vacíos de información que existían, rellenando los registros que teníamos en Chile”, concluye Barceló.