Vida en pandemia y un año sin clases presenciales ¿Cómo afectó cognitivamente a niños y niñas la falta de interacción social?
La interacción social para los niños es vital. Influye en su neurodesarrollo. Hoy, coinciden especialistas, asegurarse de niños, niñas y adolescentes tenga oportunidades de jugar e interactuar con sus pares, resguardando su seguridad, es lo mejor que se puede hacer por ellos y por sus cerebros.
Niñas y niños aprenden no solo de lo que sus profesores les enseñan. También lo hacen a través del contacto con otros y principalmente gracias al contacto con sus pares. Es la socialización. Una actividad muy necesaria para el desarrollo infantil y que la pandemia, con la suspensión de clases presenciales y el aislamiento generalizado, interrumpió.
Si bien todos necesitamos interacción social para mantenernos sanos, para los niños es vital. Se da gracias al juego. Así aprenden a descifrar contextos sociales. Juegan y aprenden cuándo y cómo unirse a otros. Aprenden a tomar turnos. Adquieren habilidades de conversación. También les permite regular emociones, aprenden a perder, a compartir y a tolerar la frustración, entre muchos aspectos. Todos claves para un desarrollo social saludable.
Cuando recién iniciaba la pandemia, Unesco publicaba cifras preocupantes: 290,5 millones de estudiantes en todo el mundo se habían quedado sin clases, una cifra sin precedentes en la historia de la educación.
¿Qué sucede cuando una pandemia deja la socialización en segundo plano? Marcela Jiménez, psicóloga infantil de Psyalive.com, indica que una respuesta puede darla el estudio en Chile Cuidemos a Nuestros Niños, para cuidadores de niños entre 0-11 años. El trabajo que consideró dos encuestas, una en la primera parte de la pandemia y otra en la segunda, arrojó que a finales del 2020 (noviembre), un 74% de los niños y niñas presentaba problemas emocionales, debido a los cambios de rutinas que implicó el proceso, “por sobre todo el dejar de asistir al colegio y todos los beneficios que eso implica”, recalca Jiménez.
Una interacción social que influye en el neurodesarrollo infantil, dice Joanna Borax Petrikowski, neuróloga miembro del directorio de la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y Adolescencia (Sopnia) y académica de la Universidad Mayor
Las habilidades cognitivas se enriquecen con la presencia humana. Se necesita de un “otro” que permita múltiples opciones a una situación. Eso hace el aprendizaje más integral. “Porque no se trata solamente de acumular conocimientos, sino que éstos sean funcionales al desarrollar estrategias de cómo se aplica ese aprendizaje en un ambiente social”, detalla Borax.
Y en la vida en pandemia los niños y niñas no solo dejaron de ver a sus compañeros de clases. También disminuyeron las interacciones con el resto de su familia. Perdieron contacto con abuelos, tíos, primos o primas, amigos, otros niños de la misa edad de ellos. Y muchas veces una videollamada no sustituye esa interacción social perdida.
César Ravello, investigador de Fundación Ciencia y Vida y académico de la Universidad San Sebastián aclara que aún no conocemos la magnitud que tendrán la pandemia y especialmente el confinamiento en el desarrollo de los niños, niñas y adolescentes. “Muy probablemente este año van a aparecer los estudios al respecto. Sin embargo, los posibles efectos a largo plazo no los vamos a conocer en bastante tiempo más”.
Pedro Maldonado, investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, explica que desde el punto de vista de la neurociencia, el aprendizaje sin la interacción social es diferente. “La pedagogía en modo presencial está probada. Para aprender, necesitamos contrarrestar nuestra experiencia con la de otros, por eso la retroalimentación facilita una acción de aprendizaje y en remoto, no siempre se da. Los niños y los jóvenes aprenden con otros, aprendemos con la conducta correcta de otros, cuando corrigen al otro. Si se trata de una suma, por qué a uno le dio 13 a otro 12, cómo lo hizo uno y otro, es también parte del aprendizaje”, dice.
Para los niños que son más grandes, la no interacción se puede recuperar porque han tenido la experiencia previa de la relación social. Es decir, si tiene 8 años, ha tenido al menos relación con sus pares por los otros siete años y por la plasticidad de su cerebro, eso se puede recuperar cuando se pueda volver a clases.
Distinto es para los niños más pequeños de uno o dos años que prácticamente no han tenido mayor interacción que aquellos que viven en su casa. “Durante la etapa temprana del aprendizaje uno aprende porque interactúa con muchos otros. Esa deprivación social ha estado afectando sobre todo en los niños más chicos que no la han tenido. Probablemente, eso afecte el desarrollo típico, pero no es un efecto permanente”, indica el neurocientífico.
El valor del cara a cara
El contacto social es una arista relevante en el desarrollo cognitivo explica la académica de la U. Mayor. Un estímulo que se recibe al tener interacción persona a persona y que permite la activación de áreas de asociación cerebral que van a modular conducta y enriquecer el aprendizaje, “situación que no es igual de manera virtual”, sostiene.
El aislamiento experimentado en estos meses no tiene precedentes. Y se puede ver agravado por otras presiones, como el miedo a las enfermedades y la tensión financiera en la familia. Si al confinamiento y falta de interacción presencial entre niños y adolescentes se suma un ambiente inadecuado, dice Borax, es aún más complejo.
En este sentido, añade Borax si las relaciones interpersonales entre el escolar y su núcleo de desarrollo (familia, amigos, compañeros, profesores) es un vínculo protector, el aprendizaje académico puede llevarse a cabo a través de la flexibilidad y resiliencia pese a las clases online, “pero si el ambiente no es acogedor, la situación será otra y habrá más dificultad para aprender”.
Al interior de los hogares, gracias a la actual crisis aislamiento, dice Jiménez se ha dado la oportunidad de reflexionar acerca de los vínculos, la crianza y el trato hacia los niños y niñas. Es por esta razón, dice “que las familias que han manifestado estos síntomas reflejan malestares de antes que no habían querido mirar, por lo que familias que han estado caóticas demuestra que algo no estaba bien y les da la oportunidad para poder mejorar”.
Brecha digital
Reemplazar la interacción social con una interacción virtual, tampoco es una posibilidad transversal. “El acceso real y de buena calidad a internet junto con el tener libre uso de algún dispositivo para la conexión es fundamental y esto es un elemento que ha mostrado brechas entre los alumnos de nuestro país”, indica Borax.
Así lo determinó un capítulo especial sobre clases online, computadores y acceso a internet durante la pandemia de la Encuesta Longitudinal de Empleo en Tiempo Real realizada por el Centro UC de Encuestas y Estudios Longitudinales, que indica que el 61% de alumnos de más altos recursos accedió a través de computador propio a clases a distancia, posibilidad que solo tuvo el 29% de los de más bajos recursos.
Además, no todos los estudiantes tuvo clases on line. El estudio UC añade que si el 84,3% de los alumnos de enseñanza básica y media del quintil superior (el más rico) recibieron clases por videoconferencia ese porcentaje disminuye a medida que cae el nivel socioeconómico. Así, en el cuarto quintil la cifra es de 72,4%, en el tercero baja a 70,4%, en el segundo 66,5% y en el primero (el más pobre), es de 60,6%.
Pre escolares
Un estudio publicado en 2020 por investigadores de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai identificó subpoblaciones específicas de células cerebrales en la corteza prefrontal, una parte del cerebro que regula el comportamiento social, son necesarias para la sociabilidad normal en la edad adulta y son extremadamente vulnerables al aislamiento social durante la infancia, según demuestran experimentos en ratones.
Los posibles impactos van a depender de la edad del niño. Tampoco han sido sometidos a aislamiento extremo. Han estado con sus familias. Posiblemente, dice Ravello, van a ser los más pequeños, que todavía no han adquirido ciertas habilidades sociales en las que se requiere la interacción con otros niños y con otros adultos también, los que verán más afectados.
Algunos niños, incluidos los que son tímidos o ansiosos y aquellos con trastornos del desarrollo neurológico como el trastorno del espectro autista (TEA), pueden verse especialmente afectados.
En niños más grandes, pre adolescentes y adolescentes “los problemas van a estar más relacionados con depresión, ansiedad, por no poder mantener el contacto con las personas que ya conocen con sus amigos, etc. por lo que ahí el problema sería distinto”, dice Ravello. Comunicarse con ellos sólo a través de FaceTime, TikTok o por la aplicación de videojuegos Roblox, no es lo mismo que verse cara a cara y de manera presencial.
Sin embargo, no todo está perdido en términos cognitivos con estos meses en casa. El cerebro es increíblemente asombroso y en especial el de los niños, es muy flexible. Hay esperanzas dice con optimismo Ravello: “En general el cerebro es bastante flexible, adaptable, por lo tanto, la mayoría de los problemas que se van a generar y que se han generado por la pandemia probablemente no van a hacer permanentes”.
Una vez que se reestablezca la posibilidad de interactuar con otros con más normalidad ahí los niños van a poder aprender las habilidades que hasta ahora no han podido desarrollar. Eso gracias a que sabemos que nuestros cerebros todavía están en desarrollo hasta la edad adulta temprana. La posibilidad de volver a aprender las habilidades perdidas aún es posible.
La estimulación que no tienen en los lazos sociales puede de algún modo ser compensada con las rutinas dentro de los hogares. Jiménez explica que si existe una estimulación constante por parte de los padres, o tiene hermanos que indirectamente ayudan a este proceso, esa estimulación no se verá tan disminuida. “La situación va variando dependiendo de los contextos y rutinas que existan en cada hogar, cuánto tiempo destinan los padres al tiempo y de la relación con sus hijos”, acota.
En estos meses ha quedado claro que hay cosas que la tecnología no es capaz de reemplazar, añade Ravello, sobretodo en los niños pequeños. “Poder interactuar con otros niños, jugar, no hay tecnología por ahora que pueda reemplazar eso, pero los problemas que traería eso, se pueden revertir saliendo de esta situación”, asegura.
“Hay que tener presente que si bien esto ha sido un proceso bastante largo, para ciertas habilidades y aspectos del desarrollo del cerebro, no ha sido lo suficientemente largo como para generar tantos problemas”, explica el investigador.
Las ventanas de aprendizaje, sobre todo las que tienen que ver con el aprendizaje social no son tan cortas ni tan criticas como para otros aprendizajes (lenguaje o motricidad), que se adquieren mucho más temprano y que sí tienen momentos críticos en cuanto a estímulos, condiciones, adecuada nutrición, etc., para que se adquieran adecuadamente.
En estos momentos, coinciden los especialistas, asegurarse de niños, niñas y adolescentes tenga oportunidades de jugar e interactuar socialmente con sus pares, resguardando su seguridad, es lo mejor que se puede hacer por ellos y por sus cerebros.
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