Luego de un incremento de la actividad superficial del volcán Villarrica -uno de los más activos de nuestro territorio–, que se ve reflejado en la emisión de cenizas y explosiones nocturnas, las imágenes de turistas al borde del cráter del volcán es a lo menos preocupante. Al mismo tiempo, pone en evidencia la falta de conexión entre las investigaciones científicas que existen en torno al riesgo volcánico Chile, los tomadores de decisión y la ciudadanía.
Durante todo el 2020 diversas emisiones de cenizas han sido observadas en el cráter del Villarrica, incrementado su frecuencia desde septiembre. Estas son principalmente explosiones llamadas “estrombolianas”, las cuales emiten fragmentos de varios centímetros y metros al aire, en un movimiento similar a los fuegos artificiales. Estas revisten un peligro mayor para quienes se encuentren muy cerca del cráter activo, pero además, como todo evento natural, en cualquier momento se podría desencadenar una erupción mayor en la zona o no, pero de suceder, podrían causar un desastre si existen personas merodeando el lugar.
El Villarrica tiene un larguísimo historial de erupciones con efectos letales sobre la población: en 1948, 1964 y 1971, más de 300 personas murieron si sumamos las tres erupciones. La presencia de turistas al borde del cráter, por lo tanto, implica exponer innecesariamente a personas, ya que incluso una explosión menor como la de los últimos meses, podría herir o matar a turistas. Solo basta recordar la tragedia del volcán Galeras en 1993 donde 9 personas murieron luego de una erupción de muy baja magnitud, o la serie de turistas heridos en el volcán Etna en 2017. Precisamente en este último se encontraban muy cerca del cráter activo. Las explosiones estrombolianas del Villarrica son muy similares a aquellas que hirieron a la gente en el Etna.
La innecesaria exposición de los turistas reunidos al borde del cráter o quienes recorren sectores medios del volcán durante periodos de actividad explosiva -una erupción mediana o mayor podría desencadenar, además, aluviones volcánicos (lahares) producto del derretimiento de la nieve y/o hielo– no se justifica. De hecho el volcán está en alerta amarilla hace mucho rato y eso significa que la gente no debe acercarse al borde del cráter, ni a un radio de varios kilómetros.
La necesaria reactivación económica de un sector del turismo en Pucón, golpeado fuertemente por la pandemia, debe ir de la mano de una Gestión del Riesgo de Desastre. Es precisamente el volcán Villarrica una de las mayores atracciones turísticas de la zona y donde se desarrollan una serie de actividades al aire libre como caminatas, deportes de nieve o ascensos a su cráter, entre otras. Sin embargo, no existe señalética ni preparación de los operadores turísticos que incluya, por ejemplo, cómo evacuar si el Villarrica entra en etapa eruptiva.
Es momento de tomar en cuenta con seriedad la gestión del riesgo, en este caso volcánico, que debe incluir diversos ámbitos y actores, y en este caso en particular, con el área turística. Es necesario generar un programa de educación y preparación de los operadores turísticos en la Gestión del Riesgo de Desastre por actividad volcánica. El turismo debe ser sustentable no solo para el medio ambiente sino también para las personas.
*Dr. en Vulcanología. académico de Geología UCN. Investigador Cigiden y director Ckelar Volcanes