Tanto los niños, niñas y adolescentes (NNA) han vivido un periodo importante de sus vidas en situación de pandemia. Si nos centramos en la adolescencia, este es un periodo vital que tiene una serie de tareas y experiencias vitales normativas que son importantes de experimentar por un/a adolescente común.
La situación de pandemia y las medidas sanitarias de prevención derivaron en una alteración de nuestra vida cotidiana y con ello han aparecido una serie de nuevas situaciones, exigencias y, también, oportunidades que fueron dibujando el día a día. De tal manera, nuestros adolescentes han estado experimentando los cambios propios de esta etapa vital en un escenario un tanto adverso, con nuevos desafíos y restricciones inesperadas, que -quizás- no han podido manejar del todo o no han tenido el suficiente apoyo para enfrentarlas.
Por otra parte, la vuelta a una rutina escolar presencial, si bien anheladas por varios, también comporta un nuevo cambio y proceso de transición a una “nueva normalidad”, en la que sigue vigente la pandemia y ciertas medidas que restringen nuestras interacciones y convivencia.
Por ejemplo, si consideramos a estudiantes que en el año 2019 terminaron su 7° básico en modalidad presencial, se han vuelto a encontrar para cursar en modalidad presencial el 2° medio. Con este ejemplo quiero resaltar que, aunque la escolarización se mantuvo en modalidad virtual y con ello las interacciones cotidianas, el retorno a la presencialidad ha supuesto un reencuentro entre compañeros que, al día de hoy, pueden ser diferentes al recuerdo que se tenía de ellos. Cada uno estará iniciando el año escolar con intereses y expectativas particulares, aquellos conflictos que ocurrieron en la virtualidad no necesariamente quedan en ese plano y pueden buscar ser resueltos en la presencialidad.
En definitiva, las diferentes situaciones violentas que han ocurrido al inicio del año escolar están dando cuenta del desafío que es volver a encontrarnos en la presencialidad y desarrollar las actividades escolares. Quizás no fue del todo previsto o no se ha contado con la preparación necesaria para, en términos de comunidad educativa, atender y contener las experiencias que se gestaron en la pandemia, a las crisis o duelos que afectaron a los estudiantes, quienes las enfrentaron con los recursos más próximos o lo que han tenido a la mano.
La pandemia por Covid-19 es una variable que al día de hoy hay que considerara para analizar las situaciones de violencia escolar. No obstante, no se puede atribuir o explicar de manera exclusiva por la situación de pandemia la violencia escolar, ya que es un fenómeno que lo antecedía.
La pandemia y las medidas de confinamiento conllevaron una alteración en nuestras vidas, demandado, por ejemplo, un estado de alerta sostenido en el tiempo y cambios en las formas de interacción. Frente a estos cambios, cada uno comenzó a enfrentarlo con los recursos psicológicos personales y con la ayuda de los próximos o figuras significativas. Entonces, podemos decir que en este escenario “anormal” era altamente probable tener actitudes y responder de manera agresiva, ansiosa, pesimista, entre otras, las que requerían ser atendida y contenidas para comprender los propios estados emocionales y poder reponernos y hacer frente a las crisis que pudiéramos experimentar.
Al respecto, las situaciones de violencia y los comportamientos agresivos que se están desplegando en la actualidad pueden contender experiencias y malestares personales gestadas en los periodos de confinamiento, pero que no han sido atendidas y resueltas y, entonces, se expresan en las interacciones y convivencia actual.
Es importante que como sociedad fortalezcamos la noción de NNA como sujetos de derechos como un marco orientador para resguardar, entonces, su bienestar, seguridad y salud, entre otros. Tal posición invita, también, a ser consciente de la perspectiva adultocentrica desde la que -muchas veces- abordamos al mundo infanto-juvenil, pasando por alto las características propias de esta etapa vital.
Por otra parte, la salud mental de NNA podríamos abordarla y comprometernos a su cuidado desde distintos ámbitos, tanto familiar, comunitario y escolar, por ejemplo. En relación con la familia, es necesario apoyarlas, por ejemplo, en el desarrollo de habilidades parentales que permitan implementar prácticas de crianza respetuosa, favorecedoras de vínculos saludables entre los NNA y sus figuras de cuidado, que le permita a NNA ir desarrollándose en un ambiente de cuidado y confianza, en el que puedan ir planteando y sean acogidos los diferentes miedos, intereses e inquietudes que van surgiendo a medida que crecen. Es recomendable que las familias también puedan desarrollar redes de apoyo con las que puedan contar y recurrir para abordar los desafíos de la crianza e incluso varias de las tareas cotidianas que a veces estresan no solo a los adultos responsables, sino también a los NNA.
En el contexto escolar también se puede trabajar para cuidar la salud mental, no solo de NNA sino de todo quienes integran la comunidad educativa. En principio, es importante que a nivel de cultura escolar se valore tanto el logro de los aprendizajes como el clima en donde estos se trabajan. De esta forma, el ámbito de la convivencia es tanto un medio como un fin en sí misma, puesto que aprendemos a convivir con otros y las características de esa convivencia nos puede favorecer u obstaculizar los aprendizajes. Por lo tanto, se sugiere que las escuelas trabajen por una convivencia en donde todos son responsables y puedan a diarios crear y progresar en estilos de convivencia que les permita sentirse respetados, reconocidos en su individualidad, seguros en sus interacciones y contenidos en aquellas situaciones o estados que lo ameriten.
*Psicóloga experta en Educación de la Universidad Autónoma de Chile.