Desde mediados del siglo pasado, la Organización Europea para la Observación Astronómica en el Hemisferio Austral (ESO) se transformó en una de las organizaciones más importantes en el desarrollo de telescopios en el mundo.
En su búsqueda de los mejores lugares para instalar sus vistosas estructuras, llegaron a Chile, instalando en el norte del país, La Silla, el primer gran observatorio astrónomico del país. Desde entonces ya han pasado 60 años, y poco a poco han poblado el norte del país con grandes instalaciones donde astrónomos de todo el mundo vienen a observar galaxias, exoplanetas y otros componentes del Universo que hace algunas décadas solo estaban en la teoría más ambiciosa de la ciencia de vanguardia.
Desde 2017, la ESO es dirigida por el astrónomo catalán, Xavier Barcons (1959). Fundó y dirigió el Instituto de Física de Cantabria, antes de ser seleccionado como director general de ESO en 2017. Pero Barcons ya no investiga más.
—Al llegar a mi edad y al punto en el que estoy de mi carrera, mi objetivo es facilitar que otros hagan investigaciones. Yo puedo disfrutar los avances que ellos consiguen— confiesa.
En su cargo, Barcons tiene la tarea de supervisar todas las operaciones de la organización, incluyendo la planificación y construcción de nuevos telescopios y observatorios, así como la coordinación de las investigaciones que se realizan en los mismos.
Visita Chile 4 o 5 veces por año. Actualmente está a cargo de uno de los proyectos más ambiciosos de la astronomía moderna: la construcción del Extremely Large Telescope (ELT) que, una vez en funcionamiento, será el telescopio más potente del mundo.
El ELT será capaz de observar algunos de los objetos más distantes y antiguos del Universo. Un observatorio que también tendrá instrumentos para detectar trazas de vida, tanto pasada como actual. Estará compuesto por 798 espejos que formarán un superespejo de casi 40 metros de ancho. Tendrá la mayor calidad y nitidez de imagen que cualquier observatorio construido hasta ahora, superando varias veces al recién inaugurado Telescopio Espacial James Webb (JWST), realizado por la Nasa.
En conversación con La Tercera, Barcons habló sobre los desafíos que enfrenta la ESO en la actualidad. El estallido social, la pandemia y la guerra en Ucrania pesan en esta ecuación para lograr la construcción de stelescopios. Además, el líder de la organización astronómica habla del orgullo de sus instalaciones: ALMA. Este radiotelescopio a 5 mil metros de altura, con 66 antenas distribuidas en 16 kilómetros a la redonda que fue capaz de fotografiar por primera vez al agujero negro que se encuentra en el centro de nuestra galaxia. Esta semana se cumplió una década desde que ALMA comenzó a observar el Universo desde el llano de Chajnantor, zona del altiplano andino de la Región de Antofagasta.
Con ALMA se ha logrado ver cosas que nunca antes vistas con un radiotelescopio. Por ejemplo, fue posible saber cómo se forman los planetas alrededor de estrellas jóvenes. Algo que los astrónomos solo podían teorizar e imaginar a través de sus cálculos e hipótesis científicas. Asimismo, con ALMA fue posible detectar moléculas prebióticas en el espacio, que no son precisamente vivas pero que sí pueden ser ingredientes para generar eventuales seres vivos rudimentarios.
¿Por qué la ESO puso sus ojos en Chile para instalar uno de los telescopios más avanzados? Según Barcons, el objetivo de cuando recién partió la organización era tener telescopios competitivos en el hemisferio sur. ¿Por qué? Bueno, sólo de este lado del planeta es posible observar el centro de nuestra galaxia, el centro de la Vía Láctea.
Hace 60 años habían dos posibilidades de instalar observatorios en el hemisferio sur: una alternativa era Chile y la otra era Sudáfrica. Después de estudios técnicos se decidió que nuestro país tenía mejores condiciones para la observación astronómica en el rango visible. Pero cada vez que se construye un observatorio se presenta la misma pregunta: ¿Dónde construirlo?
Durante la planificación del ELT se barajaba la opción de construirla en Islas Canarias, especialmente en el observatorio Roque de los Muchachos, en la Isla de la Palma. “Era un sitio excepcionalmente bueno, pero en el estudio técnico se determinó que el Cerro Armazones, a 130 kilómetros al sureste de Antofagasta, era un lugar mejor para ese telescopio”, detalla.
Fue una discusión sobre todo técnica, pero también programática. España es un país miembro de la ESO, y que está pagando su parte en la construcción del ELT. Mientras que Chile no es un Estado miembro, sino anfitrión de los telescopios que hay hasta ahora. Es conocido que el Desierto de Atacama es uno de los sitios ideales para observar el Universo, pero no todos los tipos observatorios podrían construirse allí.
—Si algún día se habla de construir un observatorio de ondas gravitatorias, por ejemplo, el último sitio donde debería ir sería Chile— agrega el director de la ESO.
Al proporcionar los suelos para la construcción de los telescopios financiados por la ESO, Chile tiene el beneficio de utilizar el 10% del tiempo de estas instalaciones para sus investigaciones propias. Esto ha provocado un aumento exponencial en la Astronomía chilena, en el desarrollo de profesionales y de carreras que contribuyan a responder las principales preguntan que vienen desde lo más profundo del Universo.
Chile tiene alrededor de 14 astrónomos profesionales por millón de habitantes, y en los Estados miembros de la ESO este número fluctúa entre 8 y 19. Está al nivel intelectual de muchos países que están a la vanguardia del desarrollo astronómico. Lo que falta, según Barcons, es que Chile pueda participar también en el desarrollo de los observatorios y telescopios.
—¿Es posible que Chile se pueda convertir en un miembro de la ESO y no solo un Estado anfitrión?
—Ojalá Chile fuera un miembro de la ESO. Ojalá.
—¿Y qué tiene que ocurrir para que eso se concrete?
—Que Chile lo quiera, porque la ESO está con los brazos abiertos en este caso. Si Chile nos dice mañana que quiere entrar a la ESO, pasado mañana estaríamos firmando el convenio.
Hace un año y medio, cuando la actual ministra de Ciencia, Aisén Etcheverry, estaba al mando de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo, se firmó un convenio de cooperación entre Chile y la ESO alrededor del ELT. Este programa consiste en crear proyectos de interés conjunto en la futura operación del ELT, donde uno de los objetivos es formar a gente. “No se formarán solo en Astronomía, sino también en técnicas de Inteligencia Artificial, cosas que necesitamos desarrollar también”, explica.
Guerra y pandemia
En 2015 comenzó la construcción de la carretera que va hacia la planicie de Cerro Armazones, donde estará ubicado el Extremely Large Telescope (ELT). Se estima que la primera “luz científica”, la primera estrella que se observe desde dicho observatorio, está prevista para septiembre de 2028. No era la fecha original de término, ya que un estallido social, una pandemia y la guerra en Ucrania intervinieron en la construcción y mantención de éste y de las otras instalaciones de la ESO.
Cerro Armazones debió estar cerrado durante un año y medio, durante la época más cruda de la pandemia. Otros observatorios, como el Very Large Telescopio (VLT), ubicado en el cerro Paranal, estuvo seis meses sin observar nada.
—ALMA estuvo un año sin buscar nada en el Universo. Esto afectó muchísimo—, remarca.
Por otro lado, el impacto principal de la guerra en Ucrania aumentó la dificultad de encontrar algunas piezas para la construcción de nuevas instalaciones. Las empresas que fabrican componentes electrónicos ahora están muy ocupadas con la guerra y la fabricación de componentes bélicos, según Barcons.
Los mismos que antes recibíamos en dos semanas, ahora tardan nueve meses, ejemplifica. A eso se suma el incremento de precios, que no está principalmente relacionada con la guerra sino con la post pandemia.
—¿Tuvieron que despedir personal durante la pandemia?
—No. Jamás despedimos a nadie ni recortamos ninguno de los beneficios a nuestro personal, inclusive de los beneficios de trabajar en un observatorio. La gente estaba en su casa y seguía percibiendo todos sus beneficios, como si estuvieran trabajando en la montaña.
ELT y vida extraterrestre
¿Qué se espera que el ELT pueda encontrar? La lista es larga, según proyecta Barcons. “El ELT va a revolucionar todas las esquinas de la Astronomía, desde los estudios del propio Sistema Solar, el estudio de asteroides o de pedruscos interestelares que vienen fuera del sistema que lo cruzan”, adelanta. Una de las cosas que el ELT va a ser capaz de hacer es obtener imágenes de planetas como la Tierra orbitando estrellas como el Sol. Eso está dentro de sus capacidades, así también como estudiar sus atmósferas, ver si tienen trazas de alguna actividad biológica.
—¿El ELT, entonces, puede llegar a encontrar trazas de vida?
—Sí, claro. Hay instrumentos del ELT que están diseñados para detectar moléculas de exoplanetas que delaten la presencia de vida anterior o actual— expresa Barcons.
De momento, la construcción de este megatelescopio se suma a la colección de observatorios que Europa tiene instalados en Chile. Una instancia que catalizó el interés local e internacional por venir a suelos chilenos y pararse a observar las estrellas. Una ventana al Universo. “Sinceramente no creo que hagamos un telescopio más grande que el ELT en el futuro. Al menos no hay por ahora una necesidad científica para ella”, concluye.