Corriendo del supermercado a la casa escucho un breve resumen informativo en la radio. El Reino Unido comienza vacunación masiva contra el Covid-19, Alemania recrudece las restricciones a su población, Estados Unidos vive los días más letales de la pandemia y Chile se prepara para la segunda ola de contagios. Por suerte, desde el espacio, un astronauta norteamericano nos manda saludos y nos felicita por el eclipse.

El intenso calor de las calles inevitablemente me recuerda que al cambio climático le dan igual las noticias internacionales o que en la Región Metropolitana hayamos retrocedido a la Fase 2. Con el aire acondicionado al máximo me pregunto qué va a pasar con el aumento de las temperaturas y los contagios, con el eclipse, la Navidad, el Año Nuevo y las vacaciones. Demasiadas preguntas sin respuesta para cerebros -que a esta altura del año- han sobrevivido históricamente gracias a la ilusión de las fiestas y al recomponedor descanso veraniego.

Llego a mi casa apurado con las bolsas del supermercado e inmediatamente me conecto con Fernando, un nuevo cliente que tras unos escuetos Whatsapp, agenda una sesión telemática sin mayores explicaciones. Y así, a la hora acordada, me encuentro con un señor de barba y pelo absolutamente blanco, de rostro increíblemente jovial y de incalculable edad.

Hola Sebastián. Te pedí esta hora porque estoy recontra complicado y necesito hablar con alguien sin lamentarlo después. Siéndote súper sincero, mi señora es la más contenta. Ella lee tus columnas y con esa última en que hablas de Lady Di quedó loca. Ella probablemente espera que hablando contigo logre cambiar algunas cosas, pero la verdad es que te contacté porque estoy a punto de explotar en mi casa.

¿Qué pasó?

La Pancha, mi señora, siempre me ha dicho que soy desatinado socialmente. Lo soy y no me doy cuenta. Cada vez que salimos me pautea y me llena de prohibiciones, pues digo cosas que el común de los mortales no dicen. Supongo que mis desatinos sociales importan poco en mi pega, pues nunca he tenido problemas. De hecho, una vez me hicieron un test psicológico que decía que yo era un líder extremadamente analítico. Frío para tomar decisiones, calculador, ordenado y planificado… Pero no vine a hablar de pega y si tuviera que hacerlo, te diría que, junto a mi señora, son las cosas que más quiero en el mundo. Llevo más de 25 años felizmente casado y me apasiona lo que hago. Soy geólogo y toda mi vida he trabajado en la minería. Entre piedras, números y máquinas nos entendemos a las mil maravillas.

Entonces no vamos a hablar ni de tu matrimonio ni de tu trabajo…

Exacto. Mira… lo que colmó mi paciencia es la siguiente escena. Estoy trabajando en el living de mi casa. Es una call con Australia súper complicada y mientras escucho a mis jefes y colegas, observo a mis tres hijos sentados en un sofá frente a mí. Los miro, pero no los escucho y ahí me doy cuenta que me resultan… difíciles de tragar. Mientras coordinábamos -en inglés- un complejo proyecto a más de 5000 metros de altura en Perú, observo a tres sujetos grandes, gordos y peludos que ríen y pelean constantemente. No se quedan nunca quietos. De ahí me miro y pienso para mis adentros… tengo 55 años y soy el único weón en este living que trabaja, está limpio, bien vestido y que es delgado. Fue tan dura esta revelación, que por segundos me desconcentré de la call, pero como me tocaba hablar a mí, me olvidé de mis hijos hasta que terminó la reunión y ahí los pude oír. Los tres se reían y peleaban porque sus planes de ir a ver el eclipse habían fracasado. Haciendo como que estaba en la call, escuchaba como se webeaban entre ellos, pues uno había hecho reservas, el otro se había conseguido la camioneta de la mamá y el tercero se cagaba de la risa de que todo haya sido en vano. Sebastián, no se cuánto tiempo llevarían hablando del tema, pero me aburrí de escucharlos y pensé… puta que son pesados estos weones…

¿Te caen mal?

Ufff… déjame ir por partes… si hasta me puse a traspirar. Mira, en abril, cuando estaba la cagada, la Pancha colapsó. Ella es parvularia y lleva casi 20 años manejando un jardín infantil que se vino abajo con la pandemia. De ahí en adelante fue una crisis tras otra y al final tuvo que cerrar el jardín. Estaba mal la Pancha y por primera vez en la vida me dijo que me necesitaba en la casa y que por favor me quedara.

¿Y qué hiciste?

Hablé ese mismo día con mi jefe australiano y me dio todas las facilidades para trabajar desde acá. Sé que a algunos weones les resulta bien esta cosa de trabajar en pijama, pero yo nunca había estado dos semanas corridas en la casa… tal vez ni siquiera 10 días. Y siéndote súper sincero, no es la culpa ni de los turnos ni de las empresas. Yo vibro allá arriba. Soy libre y la Pancha me cacha. Y ella me conoció así y sabía que se iba a casar con un weón que rallaba con las piedras y que jamás se la iba a cagar. Desde que estamos juntos nuestro acuerdo ha funcionado.

¿Cuál acuerdo?

Yo no soy un animal doméstico. Soy de bototos, de camioneta. Lo mío es el desierto, la altura, la búsqueda. Soy increíblemente feliz allá arriba y me pagan formidablemente bien. Y cuando bajaba era lo máximo volver con la Panchita... y los cabros. Pero este año… tipo mayo… desde este mismo living… miré a mis hijos fijamente mientras estaba en otra reunión y me parecieron casi desconocidos. Y ojo… no me pongas esa cara… sé sus nombres, que tienen sobre veinte años y que están todos en universidades privadas y en carreras poco exigentes que pago todos los años… Sé que juegan en consolas, que comen todo el día y que ríen y pelean constantemente… Eso es lo que he visto en estos meses… pero más no te podría decir.

¿Y si pudieras?

Siendo brutalmente honesto, primero debo reconocer que personalmente no conocía mucho a mis hijos antes de la pandemia, sino que los conocía a través de la Pancha. Ella es mi conexión con mis hijos y lo mismo pasa del otro lado. Ellos llegan a mí a través de ella. Y en las vacaciones, donde estaba obligado a estar con ellos todo el rato, me las ingeniaba para subirnos a un crucero o terminar en un all inclusive… cosa que algo compartiéramos… pero no tanto. Puede sonar mal, pero lo concreto es que ahora que los cacho más, no me caen mejor y no sé si esta webada es normal y si a otros papás les pasará o les habrá pasado, pero lo que tengo claro es que si le digo esto a la Pancha me mata.

¿Qué te hace pensar eso?

Los niños son su vida. Siempre lo han sido y como mamá y parvularia es insuperable. Yo creo que la cosa se empezó a complicar cuando empezaron a crecer. Supongo que ahí necesitaban más papá, pero ella nunca se quejó ni lo pidió. Es más, tengo claro que nuestros hijos son lo más importante para mi señora… y supongo que también debieran serlo para mí… pero en estos meses de observación y silencio… he puro aguantando… y cuando pensé que por fin me iba a arrancar con la Pancha o que los niños se iban a ir a ver el eclipe al sur o a otro lado… zas… de nuevo todos encerrados. ¡Y ya no los soporto Sebastián!

¿Qué ves ahora que antes no veías?

No entiendo la pregunta, pero creo que sé para donde vas. Supongo que es eso del elefante blanco en la cristalería que nadie ve… ¿no? Mira, no soy muy clever en estas cosas, pero según la Pancha yo traigo algo de vidas pasadas que me caga.

No entiendo.

Que bueno… ya somos dos… pero la Pancha insiste en que arrastro de otras vidas un problema que no quiero enfrentar.

¿Cuál sería?

A ver… si no fuera porque es la Pancha… me reiría… pero ella hizo unos cursos con Brian Weiss en Miami y me dijo que en otra vida yo fui su esclavo y que cuando ella me dio la libertad yo me desesperé. Según ella yo no sabía ser libre y buscaba por todos los medios volver a mi antigua realidad. No le encontraba sentido a la vida sin ataduras.

¿Y te hace sentido?

Lo mío son las piedras, yo de estas cosas no entiendo, pero a ella le hizo todo el sentido del mundo. Por eso dice que la amo tanto y por eso trabajo como trabajo. Lo que sí es cierto es que yo no me cuestiono estas cosas. Para mí el matrimonio y el trabajo son sagrados. Nunca he tenido dudas, nunca he mirado para el lado ni he querido estar en otro lugar. Según un colega, yo soy un devoto de la Pancha y del trabajo. Todo lo demás lo puedo cuestionar y discutir.

¿Y si en otra vida fueras el esclavo de tu señora y tus hijos fueran sus hijos… qué pensarías de ellos?

Buena pregunta… yo creo que no pensaría muy distinto, pues me da rabia como estos weones se aprovechan de la mamá que tienen y de este weón que felizmente se parte el lomo todos los días. Para que te hagas una idea, a los perlas se les ocurrió que para soportar el encierro lo mejor era pedalear. La Pancha me convenció que esta podía ser una buena oportunidad para conectar con ellos, así que acondicioné toda una pieza con bicicletas y rodillos, puse una tele, instalé unos parlantes, compré programas y aplicaciones para que hiciéramos carreras dentro de la casa. Sebastián, les armé un velódromo y estos weones se desinflaron apenas había que empezar a mover el culo y al final el único que pedalea todos los días soy yo y a veces me acompaña la Pancha. Así son… piden… les das… lo tienen… ¡Y se aburren! Y el viejo weón trabaja día y noche y en sus ratos libres pedalea con tres bicicletas vacías a los lados porque los universitarios están muy cansados de copiar en las pruebas y de madrugarse jugando play. ¡Y piden y piden y piden! Eso es todo lo que hacen en el día. Si en otra vida fui esclavo de la Pancha, parece que en esta vida lo somos de estos weones y no quiero más encima salir de vacaciones con ellos, después de habérmelos bancado todo el año. ¡Necesito vacaciones de ellos!

Cumplida la hora y tras preguntarle a Fernando como se sentía después de nuestra primera sesión, me miró sorprendido y comentó: no puedo creer que haya pasado una hora. Se me pasó volando… Tal vez no era tan loco pensar que era un esclavo… Eso te lo digo a ti, a la Pancha no se lo reconozco ni cagando.

Tras finalizar la sesión revisé Lazos de Amor, libro de Brian Weiss que aparentemente cautivó a Lady Di, pues su lectura le entregó una explicación de lo que hasta entonces parecía una locura… renunciar a ser reina para libremente amar a un plebeyo. Y no pude no asociar esta historia con la de Fernando con su señora y sus hijos, pues como dice Mohandas K. Gandhi -citado en Lazos de Amor- como creo en la teoría del renacimiento, vivo con la esperanza de que, si no en esta vida, en alguna otra podré abrazar con amor a toda la humanidad”.

Continuará...