“Para mí no es fácil. Solo he participado en dos elecciones: para presidir el centro de alumnos de mi escuela de Derecho, a los 22 años; y para ser rector de la Universidad Valparaíso. Gané las dos, pero no puedo compararlas con una contienda como ésta”, contesta el abogado, académico, porteño y wanderino Agustín Squella Narducci (76) ante la consulta de cómo se le da pedir el voto para poder salir electo el 11/A, donde compite por el distrito 7 (Valparaíso y Viña del Mar, entre otros).
“No es la disputa por un cargo como a gobernador, alcalde, concejal, diputados, senadores. Acá se postula a una función especialísima, enteramente nueva en la historia política del país, y solemne”, abre.
-A propósito de su frase de que no votaría nunca por Jadue porque es candidato de un partido que no es amigo de la libertad individual, ¿cómo se ve entendiéndose o no con los constituyentes del Partido Comunista?
-No descarto tener discrepancias con ellos ni las que seguramente tendré con militantes del Partido Republicano, o de la derecha más conservadora. Pero de eso se trata: la Convención tiene que expresar la diversidad de concepciones políticas y de la sociedad. No pretendo llegar con mi Constitución escrita bajo el brazo, para echarla a pelear con las constituciones de otros. Llegaré con ideas, con planteamientos propios, pero muy dispuesto a escuchar los contrarios.
-¿También cree que la derecha va a sacar de sobra más del tercio que necesita para vetar?
-Probablemente saque más del tercio. Pero para mí no se trata de luchar por los tercios. Le hago el quite a esa lógica guerrera, innecesariamente confrontacional que con algún éxito impuso el ex senador Longueira. Ahí se van a contar los votos de sus 155 integrantes, pero antes habrán conversado. Es probable que muchos que lleguen ahí con un planteamiento lo rectifiquen. Los constituyentes tendrán que asumir su falibilidad. Ninguno de nosotros admite estar equivocado de entrada, pero sí tiene que admitir -como un método de trabajo cuando colabora con 154 personas más- la posibilidad siquiera de estar equivocado.
-Carlos Ruiz decía que “la oposición no puede llegar con un listado fragmentado de demandas particulares, porque eso va a conducir a que los sectores más conservadores cerquen cualquier posibilidad de transformación sustantiva”. ¿Cómo conversa eso con la fabilidad?
-Conversa bien, porque hay varias oposiciones. Me resisto a creer que se produzca una división de entrada irreductible entre los constituyentes que tienen ideas propias del gobierno y los que no. Esto no es aprobar una ley cualquiera en el Parlamento, donde los parlamentarios se alinean de manera predecible. Habrá que levantar la mirada. Es posible que cueste hacerlo. Si no se levanta la mirada, los constituyentes van a terminar dando el mismo espectáculo, a veces lamentable, que dan los partidos cuando discuten al influjo de su propio y exclusivo interés.
-Pero lo que salga de ahí al final va a depender de votos.
-Por supuesto, pero también de la capacidad de argumentación. En Chile, cada vez que se habla de debate y de desacuerdo como que se encienden las alarmas, muchos los ven como patología social. Va a haber un debate, ¿y qué? Pero tendrá que ser racional. Puede que haya momentos de suma tensión y no suficiente racionalidad. Pero tengo la esperanza, incluso la convicción, que esas 155 personas se acabarán comportando de manera racional. No estarán discutiendo como en el Parlamento, un punto más o un punto menos del IVA, ni sobre el control de identidad.
-Una discusión gruesa será el régimen político ¿semipresidencial, parlamentario?
-Esta nueva Constitución será una excelente oportunidad para poner término al presidencialismo casi monárquico que consagró la Constitución del ’80. Va a equilibrar mejor los poderes de la Presidencia de la República con las competencias del Congreso Nacional, y las competencias del gobierno central con las facultades de los gobiernos regionales, provinciales y comunales. En Chile el poder está mal distribuido, y a los ciudadanos hay que darles iniciativa popular de ley, permitirles que cancelen el mandato dado a un representante cuando éste ha faltado gravemente a sus deberes jurídicos o éticos.
-¿Se imagina un régimen con un Jefe de Estado y un Jefe de Gobierno por separado? ¿Más cercano a un régimen parlamentario?
-No, no creo que la nueva Constitución instaure un régimen parlamentario. Lo más probable es que instaure un régimen semipresidencial, un régimen presidencial muy atenuado que puede contemplar la figura del Presidente de la República y la figura del Jefe de Estado. Vamos a salir del presidencialismo monárquico, pero no creo que nos traslademos pendularmente hacia un régimen parlamentario.