Ai Weiwei: “Nadie quería mostrar esta película”
El artista y activista chino conversa con La Tercera acerca de Coronation, su documental sobre el impacto del Covid-19 en China que llega este martes a Chile vía streaming. También, sobre el régimen de Beijing.
Artista y activista –”activista y artista”, según Wikipedia-, Ai Weiwei (63) es de esas personas/personajes que no sólo trascienden largamente las estrecheces del ámbito original de desempeño, en su caso talleres, instalaciones, rodajes y más. En lo que toca a este pekinés hoy asentado en Portugal, la propuesta estética y su dimensión político-humanitaria van de la mano de la figura del señor barbudo visto globalmente en poses juguetonas (como aquella donde sus índices y pulgares parecen ampliar la cobertura de su visión), con frecuencia denunciando injusticias, miserias y sufrimientos, tanto en las obras que expone en museos y galerías como en la casi veintena de documentales que ha dirigido.
Lo anterior es visible en la producción que llevó a cabo en 2019 para la relevar la memoria de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, así como cuando se le le vio conversando con refugiados iraquíes al comienzo de Human flow (2017, disponible en Amazon Prime como Marea humana): en su actividad en redes sociales y también en las “cuñas” que regala de tiempo en tiempo acerca de episodios políticos y sociales a nivel mundial, aunque sobre todo asociados a China, país que le permitió salir rumbo a Alemania en 2015, después de que llevara años como notorio disidente.
Y si le preguntan -como fue el caso esta semana, vía Zoom- por la eventual incomodidad de tener que hacerse cargo del personaje, de responder cual opinólogo por un abanico de temas y episodios, no se hace la menor mala sangre. Así, consultado por la percepción que a su juicio existe de su persona y de lo que hace, se limita a decir que no puede dar una respuesta: “Sólo sé que recibo mucha atención y también muchas solicitudes; no sólo para hablar de arte, sino de mi vida personal, de China, de política. La demanda es muy alta”.
Por si cabe consignarlo, Ai no luce hoy la barba de tiempo atrás, sino una muy discreta. Nada que perturbe, en todo caso, su proceder ni que frene sus ímpetus, siempre despistando con lo imprevisto. Instalado en una finca al este de Lisboa, ya está construyendo un estudio mientras prepara un libro de memorias/anotaciones y trabaja en un monumento dedicado a Mijail Gorbachov, a quien elogió a principios de este mes por permitir que la URSS se disolviera pacíficamente, advirtiendo que China enfrenta un duro porvenir si no sigue el mismo camino.
Y en lo que toca a Chile, país que visitó y donde expuso hace tres años, invitado por la Fundación Corpartes, hay noticias suyas que posiblemente sorprendan al más pintado. Del jueves al domingo próximos, vía www.corpartes.cl, se podrá ver gratuitamente y previa inscripción su más reciente documental, Coronation: un filme donde entre otras cosas ofició como editor de decenas de horas de video provistas por compatriotas de a pie que le mandaron material desde el territorio chino afectado por el coronavirus, incluyendo Wuhan, donde todo comenzó.
En el documental Ai Weiwei. Never Sorry (Alison Klayman, 2012), usted declaró que participa muy poco en la producción de sus obras artísticas: que toma las decisiones y prefiere que otros ejecuten sus ideas. ¿Cómo funcionó eso en Coronation, considerando que no podía entrar a China?
Hoy es fácil. Uno toma las decisiones y luego habla con quienes ofician de camarógrafos. Todos los días tenía que decirles lo que quería. Con las tecnologías actuales, es algo que puede resolverse fácilmente.
Coronation asomó como filme sorpresa. ¿Qué tan secreta fue su elaboración?
La filmación debió hacerse en secreto porque había muchas restricciones, con ciudades confinadas, y porque se trataba de un tema sensible. Así que la película discurrió muy silenciosamente.
¿Fue muy distinto de sus otros documentales?
Sí, porque fue como trabajar con control remoto. Como los médicos que operan dentro del cuerpo [usando una cámara]. Pero no es la gran cosa.
No muchos sabían de la película hasta que se lanzó mundialmente, en agosto…
Intentamos exhibirla en una plataforma, también con festivales de cine, pero todos los festivales a los que propusimos Coronation la rechazaron. Nadie quería mostrarla.
¿Le dieron alguna explicación?
Nadie me dijo nada, pero viendo la película, que es sobre China, sobre Wuhan y el coronavirus, y hecha por mí… creo que las razones son obvias. China es poderosa, es el mayor mercado fílmico y nadie quiere hacer nada perjudicial al respecto. Puede caer un castigo si el gobierno chino se disgusta.
En los créditos finales se lee que durante varias semanas las autoridades chinas “ocultaron información sobre la transmisión del virus entre personas, así como las tasas de infección y mortalidad”. ¿Cómo calificaría esa reacción?
Las autoridades chinas hacen siempre estas cosas. No hay transparencia y toman las decisiones de acuerdo con sus propios intereses. Pero esta vez cometieron un grave error, porque nunca previeron que la enfermedad se propagaría tanto, sumiendo al mundo en una sitación tan dramática y caótica. Sin duda, fue la respuesta inicial de las autoridades chinas la que lo posibilitó.
¿Y la respuesta de la OMS?
Más que en una organización sanitaria y científica seria, se ha convertido en el títere de un teatro político.
¿Cree que hablar del “virus chino”, como hizo repetidamente el presidente Donald Trump, era una forma de asignar una responsabilidad al gobierno de Beijing?
No creo que llamarlo “virus chino” haya sido una reacción irresponsable. Más bien, entraña un serio cuestionamiento a lo que realmente ocurrió.
Pero esto generó muchas acusaciones de discriminación hacia a los chinos en el extranjero...
Personalmente, nunca he sido discriminado por esta enfermedad. Por supuesto, hay muchas razones para discriminar, pero no creo que esto haya afectado mucho.
Ética y estética
“Siempre me preocupan la estructura y el lenguaje”, plantea “el artista más popular del mundo”, como lo llamaron en The Art Newspaper. “Siempre debo encontrar una manera de plantear una narrativa y alguna preocupación estética. Incluso si hay recursos muy limitados y es muy difícil trabajar, esto sigue siendo lo que siempre tengo en mente”.
Casi al final de Coronation, se ve a un funcionario intentando meter las cenizas de un muerto por Covid en una bolsa, y luego en una caja, para entregarlas a un familiar. Cuesta no pensar en la idea de que el Estado intenta meter en una caja algo que es mejor olvidar o suprimir. ¿Qué lo atrajo de esas imágenes?
La escena trata acerca de cómo pensamos en la vida, cómo respetamos la vida. En China, eso es una cuestión de números: las autoridades sólo tienen que vigilar a este hombre para que recoja las cenizas de su padre y asegurarse de que no vaya a armar un escándalo. Si no permite que unos funcionarios lo acompañen a recoger las cenizas, nunca las tendrá, por más que no quiera a nadie a su lado cuando las reciba. Una pequeña solicitud, como”déjenme estar a solas con mi padre”, no es aceptable.
Las personas que vemos en la película, ¿se exponen a algún tipo de represalia?
No creo que haya represalias severas, pero, por supuesto, siempre se les advierte que la policía los seguirá. No han hecho nada malo, como la persona que le dice a los funcionarios, “quiero recibir las cenizas de mi padre en privado”.
En el documental aparecen funcionarios chinos, así como partidarios del régimen, hablando de “mala energía” o de un eventual “mal impacto” si alguien critica el actuar del gobierno. ¿Qué idea quiso dar del manejo de la disidencia?
Creo que la han manejado extremadamente bien con sus habilidades autoritarias, tal como han hecho durante los últimos 70 años. Saben hacer el trabajo, saben cómo aplastar cualquier idea diferente.
¿Cómo ve a los partidarios del gobierno?
Es un gran problema. Después de años de lavado de cerebro, hay mucho apoyo. Un gran porcentaje de la población china apoya la gestión comunista (o el control comunista).
¿Cuál fue la idea central al editar las imágenes de Coronation?
Lo principal fue darle a la gente una lugar de observación: no quería que los espectadores adoptaran mi punto de vista, sino darles la posibilidad de vivir su propia experiencia visual y de formarse sus propios juicios.
Está trabajando ahora en un monumento que conmemora a Mijail Gorbachov. ¿Por qué cree importante rescatarlo?
Gorbachov sigue representando el cambio. Es una figura muy importante por lo que hizo en la Unión Soviética, aunque hoy no lo traten con mucha amabilidad. Su visión y su pensamiento como líder comunista han hecho que el mundo sea muy diferente.
¿Cómo describiría su postura político-humanitaria?
He hecho muchas películas sobre la libertad de expresión, la justicia social y la humanidad. Son esos temas los que siempre me preocupan.
Siendo el hijo de un poeta [Ai Qing (1910-1996)], ¿en qué medida la poesía es parte de su trabajo?
La poesía ejerce una influencia fundamental en mi obra. Sigo pensando que mi obra no es una realidad, sino una interpretación poética de la realidad.
¿Le incomoda hablar de asuntos que no se relacionan directamente con lo que hace?
No. Siempre aprendo de una conversación. Siempre me interesa.
¿Es de planificar mucho lo que hará en los próximos años?
No tengo el futuro planificado. Vivo el día a día y trato de no tener las cosas muy planeadas.
¿Le han hecho ofrecimientos políticos o de otro tipo?
No. Acabo de terminar mi libro, mis memorias. Y todavía estoy esperando que las autoridades chinas me pidan que les ayude a hacer algo en política. Pero nunca me lo piden [dice, no sin ironía].
¿Qué es lo más importante que quería expresar en unas memorias?
Es el recuerdo. Tenemos que persistir en nuestra memoria. En todo lo humano, la memoria ocupa un lugar muy importante. Ahora bien, dado que mi memoria es bastante mala, por debajo de la media, necesito escribir las cosas antes de que se me olviden por completo. He estado escribiendo este libro durante los últimos diez años.
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