En una noche normal, la avenida Diagonal Paraguay es por donde transitan las ambulancias que, con las sirenas sonando, llegan a toda velocidad a la Posta Central. Es la arteria por donde los que trabajan en el centro vuelven a sus casas en la zona oriente de Santiago. Y es por donde, desde las 21 horas de una noche normal, pasa el camión recolector de la basura.

-¿En serio que estái trabajando de basurero? ¿Y pa' qué? -dice una mujer menuda, de pelo café, cortado en melena, que se ríe.

Justo a su lado hay un camión pintado verde con blanco. Grande. Que desde la intersección de Diagonal Paraguay con Portugal va parando cada 20 metros, en cada edificio. En la parte trasera hay un hombre flaco, de cara alargada, afeitado, vestido con un uniforme azul y que usa gafas de protección. Con su mano izquierda maniobra la palanca que abre y cierra el contenedor del camión. Dice que le cuesta "un poquito", que es su primer día.

-¡Pero, alcalde, cuidado con la bolsa! ¡Se va a reventar y ahí le llega la comida en la cara!- le dice otro de los operarios, explicándole que no se preocupe, que él cierra la compuerta porque recién está aprendiendo.

La mujer vuelve a hablar, entre gritos.

-¿Y pa' qué esto? ¿Pa' qué? ¿Para realmente ayudar? No, no, yo voté por él y me gusta como es, pero esto es mucho.

Con voz tranquila y pausada, el hombre, Felipe Alessandri, se da vuelta y le dice:

-Lo importante es estar en…

Pero el sonido metálico de la compuerta trasera que comienza a esconder bolsas con papeles, comida descompuesta, cartones, pañales usados, y que antes de cerrarse expele un olor a putrefacción, lo interrumpe:

-Esta cuestión es de pintamonos. Te apuesto que va a salir en la tele: "Alcalde de Santiago ayuda a sacar la basura".

El esquema 70/30

Son las 20.40 y a la altura del 684 de la calle Raulí, en Santiago Centro, hay 10 camiones recolectores de basura listos para salir. Aunque todos están vacíos. Quedan apenas 20 minutos para que comience el turno y en el sector hay una pequeña revolución. Es como si un actor de Hollywood o una estrella de rock hubiese llegado sorpresivamente. Pero no, es Felipe Alessandri, el alcalde de Santiago. Los trabajadores le piden selfies, conversan con él, le preguntan si es cierto que hoy va a salir a sacar la basura, si de verdad ese uniforme azul que ocupa, típico de los funcionarios, es de él. Y dice que sí, que incluso lo guarda en la municipalidad.

-Después a ustedes les va a tocar ser alcalde por un día, vamos a ver si es más fácil- les dice Alessandri a los funcionarios.

El alcalde asegura que lo suyo es estar en la calle. La prueba de fuego para saber si eso era cierto o simplemente una promesa de campaña fue el 23 de octubre de 2016, cuando después de haber sido escogido como el candidato de Chile Vamos casi por descarte, derrotó a Carolina Tohá por más de 10 puntos. Aunque antes había logrado imponerse a Joaquín Lavín como el candidato definitivo de la derecha, en encuestas donde desbancó al ex candidato presidencial y ex alcalde de Santiago.Para muchos, por no decir todos, fue una sorpresa. Y todo un mérito para quien era un concejal.

Alessandri tiene uno de los apellidos más asociados con la política en el sigloXXchileno: es familiar de dos ex presidentes de la República e hijo de un diputado y ex alcalde de Santiago. Pero hoy el apellido no es garantía de nada. Y por eso apostó a una estrategia concreta, porque le gusta remarcar su fuerza electoral estuvo precisamente en un lugar donde algunos dirían que un Alessandri no encaja muy bien: en la calle.

Durante ocho años, mientras era concejal por Santiago, se encargó de visitar juntas de vecinos, de recorrer las ferias, incluso de ir casa por casa hablando con los santiaguinos. Su pasado, de alguna manera, también lo ayudó: cuando su padre, Gustavo Alessandri, era alcalde de Santiago, salían juntos, así que los vecinos más viejos lo reconocían.

Ya abajo del camión de la basura, mientras este recoge los 23 contenedores que hay en la Posta Central, Felipe Alessandri dice que este es su estilo.

-A mí me gusta la política de verdad, la política de la calle. Yo gané gracias a eso. Y si alguien me dice que me disfrazo para salir a recoger la basura, me da lo mismo. Porque yo fui ocho años concejal, gané solito gracias a eso, cuando nadie, absolutamente nadie, pensó que podía ganar.

Más allá del sistema de trabajo que Alessandri no para de nombrar -el famoso 70/30: un 30% en la oficina y un 70% en terreno, que se exige a sí mismo y a los funcionarios municipales-, es bombero de la 11 Compañía de Bomberos de Santiago, es parte del programa de recuperación antirrayados de la municipalidad, y sale a patrullar con el equipo de seguridad. Y también es recolector de basura. Al menos hoy.

Sus tres compañeros de trabajo de esta noche llevan, al menos, 10 años en el rubro.

-Es cierto que si uno lo ve desde el punto de vista político, lo puede hacer para la galucha. Pero nunca un alcalde había venido a hacer esto. Es excelente que venga para que vea el tipo de trabajo que hacemos -dice uno de ellos. El mismo trabajador reconocerá que es la primera vez que ve a Alessandri sacando la basura y que todos sabían que venía, que no fue una sorpresa.

-Por eso andamos todos bonitos, peinaditos. Hasta con guantes nuevos, mire -dice mientras se ríe y agrega: -Pero se ha portado bien, ya no lo pilló la máquina.

Estilo "propio"

El día del alcalde partió a las 7 de la mañana. Primero tuvo una reunión con Felipe Larraín, en la Casa Colorada. Alessandri, por supuesto, estaba vestido para la ocasión: terno y corbata. El almuerzo fue también con un ministro, esta vez con Cristián Monckeberg, de Vivienda.

-Con el pituquerío en la mañana y en la noche sacando la basura -dice uno de sus asesores.

Aunque Alessandri no lo dice, el estilo que intenta mantener desde su campaña se parece al que ha cultivado Joaquín Lavín a lo largo de su carrera política. Por eso, dicen sus asesores, salir con él, a veces, es un problema. Pasear por el centro significa demorarse una hora en recorrer apenas una cuadra, porque Alessandri se encarga de increpar a cualquiera que vaya fuera de norma y de atender a quien quiere hablarle.

La logística de esta "cercanía", dicen algunos, es difícil. Todo parte, por ejemplo, con el celular del alcalde.

-Cuando asumí me dijeron que cambiara el celular, porque todo el mundo lo tiene, ¿pero por qué lo iba a cambiar? -dice Alessandri.

El problema es que el celular suena todo el día. La señora Juanita, del barrio Franklin, por ejemplo, puede llamar a cualquier hora. Si Alessandri no contesta, uno de sus asesores la atiende: "¿Y por qué no me contesta el alcalde?", suelen decir. Pero Alessandri va derivando todo en sus distintos grupos de WhatsApp que sus asesores manejan. Santiago educación, Santiago salud, Santiago social y Santiago calle son solo algunos.

Por eso, dice el alcalde, mientras tira un calcetín usado dentro del camión, que estar en terreno es mucho más entretenido. Una vecina apenas lo ve, con uniforme azul y todo, lo reconoce.

-Felipito, ¿qué anda haciendo aquí?

La comuna de Santiago es la única que recoge la basura todos los días, explica Alessandri. Sin embargo, en la calle Reñaca, a las 10 de la noche, misma hora en la que ayer también se retiraron desechos, parece como si fuera un minibasural. Hay cajas de todos los tamaños, botellas plásticas y de vidrio que el mismo camión tritura en segundos. Hay papeles sueltos en el suelo, bolsas, comida descompuesta. El alcalde toma una caja de cartón y la tira con cuidado al camión; el resto de los trabajadores tiran a distancia cajas, bolsas y todo lo que pueden.

-Así uno entiende las necesidades de los trabajadores. Yo he tratado de dejarles uniformes de buena calidad. Porque estos funcionarios son míos, son municipales. Entonces tenemos que tenerlos bien atendidos. Les arreglamos las duchas, porque ellos necesitan agua caliente. Estas cosas son todas salidas de ellos, y así les damos dignidad a los trabajadores. Porque ellos nos dan dignidad a nosotros teniendo la ciudad limpia. Y así y todo cuesta mucho, hay que generar conciencia.

Alessandri hace una pausa. Frunce el ceño y arruga la nariz, sin esconder su disgusto. Mira lo que acaba de lanzar al camión, toma aire y retoma:

-Acá había caca humana, y alguien tiene que limpiarlo. Es como cuando salen a celebrar el Año Nuevo y carretean hasta las 7 de la mañana, después la gente se va a dormir nomás. O cuando hay una marcha por la Alameda; cada vez que eso pasa, nuestros equipos van barriendo atrás y eso nadie lo ve. O no lo quieren ver.

Son las 22.45 horas y los trabajadores municipales toman un descanso. El camión se estaciona a un costado de la calle Carabineros de Chile, el conductor se baja y los recolectores sacan una Kem Piña y unos vasos de plástico. Alessandri, justo al lado del compartimiento contenedor de la basura, se apoya y toma bebida.

-La mesa está puesta, ¿cachái? -dice y muestra el alza contenedor, que es la parte del camión que levanta los tarros de basura.

Tres de cuatro de los trabajadores que acompañan al alcalde reconocen que no son de Santiago, así que votos asegurados para Alessandri para las elecciones de 2020 -al menos arriba del camión de la basura- no hay. Esa, dice, es su única aspiración: ser reelegido para un próximo período.

-Todos los alcaldes de Santiago han querido ser presidentes y nunca un alcalde lo ha sido, nunca. Todos han pesado que de ahí iban a saltar a La Moneda. A mí no me gusta la pega ejecutiva, me gusta esta pega, me gusta estar en los barrios. Por eso, cuando salí alcalde no salí al balcón de la municipalidad. Fui a celebrar a un barrio, a la Villa Helena Barros, cerca de Rondizzoni, donde he ido desde que salí concejal.

Pero Alessandri sabe que la municipalidad siempre ha sido importante, casi un símbolo.

-Es una comuna con problemas capitales y recursos comunales. Como un Chile chico -explica.

Incluso, hay quienes dicen que quien gana la alcaldía de Santiago, gana La Moneda. Ha sido cierto en las últimas tres elecciones, donde el triunfo en la comuna ha anticipado quién se queda con la presidencial. Y hoy el Mandatario es Sebastián Piñera, con quien Alessandri tiene más afinidad.

El estilo de Alessandri es reconocido y hasta tomado como ejemplo. Una de las primeras actividades de Nicolás Monckeberg como ministro del Trabajo involucró, precisamente, a funcionarios municipales. A las 7.00 del lunes 12 de marzo fue a tomar desayuno con los recolectores de basura de Santiago.

El problema de los políticos, dice, es que hay un prejuicio: la gente está acostumbrada a que tienen que andar en chaqueta y corbata todo el día, en temas protocolares.

-La cabeza piensa donde están los pies, ¿cómo voy a conocer los problemas? Cuando hago esto aprovecho de ver el resto de la comuna. ¿Cómo gané yo esta elección cuando nadie daba un peso por mí? Así, jugando de local. Es un mensaje a la clase política: hay que salir a la calle -asegura.

Y, cerrando el círculo, tras una noche en la basura, Alessandri repite esa idea:

-La política se hace en la calle.