Basta con retroceder 15 años: Arturo Vidal, entonces, era apenas uno de tantos que buscaban una oportunidad en la cantera de Colo Colo soñando con el profesionalismo. Fue un caso atípico: de entrada no convenció. Le costaba trasladar el talento que exhibía cada fin de semana en San Joaquín, en las canchas de El Huasco, al Monumental. Intentó primero ingresar a la sub 14, pero ese año no fue inscrito. "Era desordenado, muy inquieto", recuerda Carlos González, histórico captador de talentos del cuadro albo. El nivel de sus compañeros, además, parecía ser superior, había rendimientos muy parejos.
Los formadores, sin embargo, reconocían su entusiasmo y, principalmente, su insistencia.
—Aunque no estaba inscrito, iba a todos los entrenamientos —dice González—. Ayudaba con los bidones de agua, estaba ahí en la cancha, hacía muchas cosas para que fuera tomado en cuenta. Le costó bastante, pero su perseverancia era muy grande.
En el proceso, aprovechó cada instancia para jugar. Sin importar la posición: como lateral, de "9" o incluso de central, buscaba una nueva oportunidad. Forjó una suerte de liderazgo y, poco a poco, fue ganándose a los "profes". Hasta que finalmente Hugo González, DT del fútbol joven, decidió inscribirlo.
José Sulantay, extécnico de La Roja Sub 20, quien en 2007 dio el puntapié inicial a la denominada "Generación Dorada", siguió de cerca el progreso de Vidal.
—Con Daniel Morón fui a verlo un día. Le conté que me gustaba un jugador de Colo Colo, el "10", así que fuimos a ver un partido contra Católica. Y ahí estaba, pero con el "4", de central. "Este es el que me gusta", le dije. Morón me contó que estaba desde los 14 años y que no lo habían tomado mucho en cuenta. Pero me gustó su personalidad, era "pechugón" —explica Sulantay.
El último sábado de mayo de 2005, con 18 años recién cumplidos y contra todos los pronósticos iniciales, Arturo Vidal debutó oficialmente en el primer equipo: reemplazó a Héctor Tapia disputando los ocho minutos finales del empate a dos tantos entre Colo Colo y Melipilla. Serían los primeros pasos de una carrera de ensueño, que comenzó a consolidarse recién un par de temporadas más tarde, con la llegada de Claudio Borghi a la banca alba.
Es difícil ser Vidal
El domingo 28 de octubre, Arturo Vidal confirmó que las situaciones límite están diseñadas a su medida: llevaba tres minutos en cancha, en su primer derbi español, cuando aprovechó un desborde de Ousmane Dembélé para sentenciar la goleada del Barcelona sobre el Real Madrid -el 5 a 1- con un certero cabezazo. Fue su primer gol, acaso el despegue en su nuevo equipo, tras varias semanas de pocos minutos. Y varias polémicas.
Contar con pocas chances en sus equipos es algo a lo que Vidal no está acostumbrado. La historia es archiconocida: sus grandes actuaciones en Colo Colo llamaron la atención de Rudi Völler, quien se lo llevó al Bayer Leverkusen alemán. Dio el gran salto luego en la Juventus, conquistando Italia, para regresar a Alemania, al Bayern Múnich, convertido en uno de los mejores mediocampistas del mundo. En todos lados donde jugase, también acá, por La Roja, destacaba ese temperamento único que forjó de niño en San Joaquín, su voluntad y liderazgo. Pero también sus indisciplinas.
—Es un gran jugador y tiene una personalidad por sobre la media de los chilenos. Pero piensa poco. Comete errores en declaraciones y en gestos —dice José Sulantay—. Si hubiera arreglado la cabecita, sería mucho mejor.
Convertido -seguramente- en el jugador chileno más exitoso de la historia, Vidal carga con demonios que lo someten regularmente al escrutinio público: su vida nocturna y sus códigos. El "bautizazo" en noviembre de 2011; atrasos y peleas en discotheques durante su paso por Juventus, y el recordado choque de su Ferrari en estado de ebriedad durante la Copa América 2015 son algunos de los highlights que el "King" quisiera olvidar. Más recientemente, su distanciamiento con Claudio Bravo, sus polémicos mensajes a través de Instagram y un incidente en un bar alemán, donde Vidal habría agredido con una botella de vodka a otra persona. Escenario que lo distancia de los otros líderes que ha tenido la selección en los últimos años, como Alexis Sánchez o Claudio Bravo.
—Su liderazgo va más allá de las indisciplinas —cree Nicolás Olea, autor de Vidal, su historia, biografía del volante—. Es muy similar a El Padrino: un liderazgo que uno asocia más a lo negativo, tipos que cometieron algún tipo de error, pero que tienen otro tipo de lealtades que en nuestra sociedad no abundan.
Sulantay, en esa línea, cree que Vidal siempre tuvo "un liderazgo un poco negativo". Pero prefirió dejar que lo desarrollara. "Tenía algunos gestos malos, contestaba mal, quería hacer siempre lo que él estimaba…, pero nunca le quité eso, traté de dárselo vuelta, no más", explica.
Olea va más allá y sostiene que "en Chile tenemos una imagen nuestra bastante más positiva de lo que somos. Y Vidal no necesitó cambiar esa imagen para llegar donde está: es el contrasentido, y la gente se lo reconoce de esa manera. Que su corte de pelo sea en muchas peluquerías un estilo te da cuenta de que la gente trata de ser como él. Es muy difícil ser Alexis, es más fácil parecerse a Vidal. Es un personaje riquísimo".
Para Arturo Vidal no hay una definición exacta: como ningún otro personaje popular del último tiempo, es tan amado como odiado. Para algunos, un genio irrepetible, el mejor de la historia; para otros, un irresponsable, un tipo que el fútbol salvó. Las críticas, lo que se hable de él, sin embargo, parece nunca importar. Hoy, el "Rey", hasta hace un par de semanas multado por su última polémica y vilipendiado en los medios españoles, tiene como objetivo, como única obsesión, triunfar en el equipo más importante de la última década. Grabar su nombre en el equipo que es de Messi.
Seguramente sea ese ímpetu el que, pese a sus recaídas, a ser considerado por muchos un líder incorrecto, acaso un antihéroe, le permite también para otros tantos seguir siendo el "Rey".