A 1.231 kilómetros al sur de Santiago, en la isla de Chiloé, ubicada en la Región de los Lagos, se vivieron parte de las horas decisivas del acuerdo logrado entre La Moneda y la DC para asegurar la idea de legislar la Modernización Tributaria, una de las reformas emblemáticas del gobierno.
El domingo 7, el subsecretario de la Secretaría General de la Presidencia (Segpres), Claudio Alvarado, y el jefe de bancada DC, Gabriel Ascencio, acordaron reunirse en el aeropuerto de Castro para abordar -durante el vuelo de regreso a Santiago- los detalles de la propuesta que La Moneda haría a la oposición al día siguiente en la Comisión de Hacienda.
Ambos estaban en calidad de emisarios: solo dos días antes, el viernes 5, hubo una larga y reservada conversación entre el ministro Segpres, Gonzalo Blumel, y el presidente de la DC, Fuad Chahin. "Necesitamos saber las líneas gruesas de la propuesta", le dijo el timonel DC al ministro.
El viernes 5, Blumel le adelantó a Chahin las medidas que presentaría el gobierno ante la Comisión de Hacienda.
Este último se comprometió a adelantarle con detalle los contenidos del documento que contenía la propuesta que se oficializó a principios de semana y que -en todo caso- solo alcanzó para convencer a la DC.
A esas alturas, concretar un acuerdo para aprobar la idea de legislar la Modernización Tributaria -como sucedió el miércoles 10 en la Comisión de Hacienda de la Cámara de Diputados- se había transformado en un interés cruzado tanto para el gobierno como para la DC.
El equipo político de La Moneda se jugaba su primer test político de relevancia y el partido de Chahin debía sincerar qué rol jugaría en la oposición.
Desde el quiebre definitivo de la Nueva Mayoría tras el triunfo de Sebastián Piñera en 2017, la DC inició un camino de alejamiento de la izquierda para intentar recuperar su identidad de centro y su hegemonía en el escenario político. Una ruta que ha defendido Chahin y que lo llevó a viajar a Valparaíso el jueves 4, donde defendió ese mensaje. "Vamos a perder un gol, el proyecto se va a aprobar en sala y la derecha se va a quedar con todo lo avanzado y nosotros quedaremos como los que no quieren acuerdos", les dijo Chahin a los diputados Ascencio, Pablo Lorenzini, miembro de la Comisión de Hacienda, y a la vicepresidente y diputada DC, Joanna Pérez.
El domingo 7, la DC tuvo una reunión extraordinaria, donde se analizaron las medidas adelantadas por el gobierno.
La dupla conformada por los ministros Blumel y de Hacienda, Felipe Larraín, estaba optimista. Las posibilidades de que la DC votara a favor la idea de legislar comenzaba a tomar fuerza. A ello se sumaba que el independiente Pepe Auth también daba por esas horas señales positivas.
El término del domingo trajo más certezas. En una cumbre DC que reunió a Chahin, Ascencio y los encargados técnicos del partido, el tributarista Jorge Rodríguez y el abogado Alfredo Ugarte, se evaluaron las últimas propuestas del gobierno. En el encuentro, Chahin y Ascencio presentaron las medidas que Blumel y Alvarado habían adelantado.
Durante horas, aseguran en la DC, los técnicos compararon las peticiones que el partido había planteado al gobierno en diciembre de 2018 en un documento de más de 140 páginas. La conclusión fue alentadora: buena parte de las medidas requeridas por la colectividad eran tomadas en cuenta, entre ellas, aliviar la carga tributaria de las familias de clase media, especialmente a los adultos mayores.
En su análisis, además, la DC constató que con las nuevas medidas la reforma cumplía con cuatro principios que se había fijado para dar su voto a favor: que la reforma no reduzca la recaudación, que sea progresiva -es decir, que quienes ganen mayores ingresos sean los que paguen proporcionalmente más impuestos-, que no debilite al Servicio de Impuestos Internos (SII), y que incentive el crecimiento económico.
La DC estaba lista para dar el visto bueno a la propuesta de La Moneda.
Al día siguiente -horas antes de que el resto de la oposición conociera la última proposición del gobierno-, Chahin se reunió con los diputados Ascencio, Lorenzini y la diputada Joana Pérez, para entregarle las conclusiones técnicas y -más importante- señalarle que la decisión política de la directiva era dar luz verde a la idea de legislar. Lo propio hizo Ascencio con el otro representante del partido en la instancia, José Miguel Ortiz.
El lunes 8, Chahin llamó a todos los jefes de partidos de la ex Nueva Mayoría, incluido Teillier. El mensaje: "Lo más probable es que apoyemos el proyecto".
Chahin, además, transmitió al resto de los líderes de la oposición -en un intento por descomprimir el ambiente que ya comenzaba a ser hostil para su partido- las primeras luces de su disposición a pactar con La Moneda. A primera hora de ese lunes 8 se comunicó telefónicamente con cada uno de los presidentes de partidos de la ex Nueva Mayoría, incluyendo al timonel del PC, diputado Guillermo Teillier. El mensaje fue el mismo: "No es una decisión definitiva, debo abordarlo con la bancada, pero lo más probable es que como DC respaldemos la idea de legislar", les adelantó Chahin.
Blumel, el ganador
Blumel estaba nervioso, repasaba constantemente la propuesta que el ministro Larraín presentaría ante la Comisión de Hacienda y constantemente le preguntaba a Alvarado "cuál era su fee- ling". Era el momento de jugar las cartas con toda la oposición. Y aunque contaba con las conversaciones con Chahin, el Segpres sabía que arriesgaba parte de su capital político.
La reforma ingresó el 23 de agosto del año pasado, el gobierno llevaba más de siete meses negociando con la oposición y a esas alturas los parlamentarios de Chile Vamos ya habían manifestado signos de fastidio ante la forma cómo el gobierno había abordado la tramitación del proyecto.
Los ánimos en el oficialismo, además, habían llegado a su límite cuando Blumel les comunicó, el miércoles 3, que la votación de la idea de legislar se postergaría por una semana más. "Que no haya más diálogo", decían en Chile Vamos.
Uno de ellos fue el senador RN Andrés Allamand, que en diferentes oportunidades transmitió al gobierno la necesidad de zanjar la discusión. "La oposición no tiene interés en aprobar esta reforma ni en general ni en particular y, en consecuencia, hay un juego de máscaras. Hay un punto en que el ministro (de Hacienda) debe decir, 'mire, he hecho todo el esfuerzo, que cada cual asuma su responsabilidad", dijo Allamand durante su participación, el viernes 29, en un encuentro de la Sofofa.
Aun a contrapelo de buena parte del oficialismo -en cuyo seno se comenzaban a elevar las voces que demandaban un cambio de gabinete-, Blumel y Larraín, secundados por Alvarado, apostaron hasta último minuto por lo que llamaban "un acuerdo institucional": conseguir convencer a los parlamentarios -de al menos un partido- con la última propuesta del gobierno. Solo así -sostenían en privado- podrían asegurar una tramitación del proyecto de Modernización Tributaria con mayores perspectivas de éxito y se sentaba un precedente para las futuras reformas.
El lunes 8 cayó el balde de agua fría. Apenas oficializada la propuesta del gobierno, uno a uno los diputados opositores manifestaron su rechazo. En su gran mayoría, la oposición calificó como "decepcionante" e insuficiente la propuesta del gobierno.
Blumel y Larraín no lo podían creer. En especial, resintieron las duras palabras de Auth: "Tenía la disposición de votar a favor en general".
Ni los diputados de la DC aseguraron el trámite de la iniciativa.
Desesperados, los ministros se reunieron en una oficina del ex Congreso a hacer llamados. El más importante estuvo dirigido a Chahin.
El líder DC debía conseguir una propuesta mejor explicada para allanar los votos de su partido. A esa altura los llamados públicos de varias figuras DC -como Alejandro Foxley y el expresidente Eduardo Frei, quienes se manifestaron en favor de aprobar la idea de legislar tras gestiones del ministro del Interior, Andrés Chadwick- ayudaban, pero no resultaban decisivas.
El propio Chadwick había activado sus redes políticas en la DC con largas conversaciones con exministros como Genaro Arriagada y Jorge Burgos, ambos con línea directa con Chahin, para afianzar el camino propio que debía tomar en este tema el partido.
Pero el problema del timonel DC estaba entre sus parlamentarios: no tiene capacidad de comprometer a varios de ellos, especialmente en el Senado, donde mantiene una guerra soterrada con Jorge Pizarro.
En el llamado -que varios consideraron clave para reabrir la negociación-, Blumel dio garantías a Chahin de la progresividad del proyecto. El ministro quedó satisfecho con la conversación.
Solo entonces los presentes advirtieron que la oficina en la que estaban repasando los términos del acuerdo correspondía a la de Asignaciones Parlamentarias que preside Andrés Zaldívar.
Fue entonces que recordaron la "cocina" de la tramitación de la reforma tributaria de Michelle Bachelet. Pensaron que era un buen augurio.
Pero fue recién a las 12.30 del día siguiente cuando Blumel pudo respirar tranquilo. En la Sala 2 de ministros del Senado, en Valparaíso, el secretario de Estado acompañado de su subsecretario se reunió en privado una vez más con Chahin y escuchó las palabras que tanto había esperado: "Aprobaremos la reforma, pero se deben mejorar las medidas de compensación para la progresividad. Hay cifras que no calzan, y si no me cumples ese compromiso rechazaremos la integración como partido", le señaló Chahin. El Segpres dio su palabra.
Con una sonrisa, Blumel salió de la Sala 2 del Senado. Su apuesta había triunfado.
En el almuerzo de bancada de su partido. Chahin hizo lo propio: expuso los beneficios políticos que -a su juicio- obtendría la DC e hizo un llamado a la necesidad de aprobar. Solo los diputados Raúl Soto y Víctor Torres estuvieron en contra.
Fue Ascencio el encargado de oficializar la decisión: "La bancada va a respaldar el proyecto, la idea de legislar en la comisión. Nuestros diputados Ortiz y Lorenzini van a votar a favor".