Hace dos años, cuando Bernardo Larraín Matte cumplía 50, el mundo empresarial apostó por un recambio generacional y lo eligió como presidente de la Sofofa, el gremio donde habitan los empresarios más importantes.

El también director de Colbún llegó en momentos en los cuales emergía una sociedad que levantaba la voz y desplegaba un malestar contra las instituciones y las élites políticas y empresariales.

Aterrizó sabiendo que debía dialogar con un país distinto al de su padre y su abuelo. Larraín Matte es tercera generación de una de las familias más ricas del país: el Grupo Matte. Y cargaba también con el caso de colusión que había afectado a la Papelera, la compañía de su familia.

Se impuso un desafío: "Bajar a los empresarios del pedestal", como él lo dice, y que jueguen en la misma cancha donde juegan todos.

El día de esta entrevista, este ingeniero comercial volaba a Lima para asumir la presidencia pro témpore de la Alianza del Pacífico, que reúne a cuatro países -Chile, Colombia, México y Perú-, con el fin de alentar una integración regional. "Creo que es una oportunidad para imprimirle un nuevo liderazgo. Muchas veces se ve como un mero acuerdo de libre comercio, pero cada vez más es una plataforma donde se discuten convergencias regulatorias", dice antes de analizar el momento que cruza el país.

-Ha cambiado la percepción ciudadana respecto de los empresarios. ¿Cómo conectar con esta nueva sociedad?

-Creo firmemente que en una sociedad compleja, diversa, son muchos los responsables de construir lo público, y ahí están incluidos los empresarios. Hay que entrar a la cancha tal como lo han hecho las organizaciones ambientales, federaciones de trabajadores, instituciones académicas, centros de estudios. Eso implica asumir que se es un actor más.

-¿Y qué significa para los empresarios ser, de verdad, un actor más?

-Bueno, probablemente bajarse de un pedestal. De repente nos perciben como un espacio donde se concentra mucho poder económico, político. Un poder que quizá se ejercía de una forma no suficientemente transparente. Hoy, es esencial hablarle directamente a la opinión pública y no solamente al político o al gobierno de turno.

-¿Ha cambiado el poder?

-No hay duda de que está más fragmentado y para ejercerlo bien tienes que partir de una base de legitimidad. Y eso se gana en una cancha diversa y haciendo planteamientos transparentes, reconociendo tus intereses.

-¿Eso qué quiere decir?

-Que al mundo empresarial le interesa que la economía marche bien, porque la empresa no tiene sentido si no tiene posibilidades de crecimiento. Eso es transparentar intereses. Mi desafío principal es cómo lograr explicar que este interés empresarial está completamente conectado con el interés general.

-Pareciera que el mundo empresarial tenía muchas expectativas con el gobierno de Piñera y no se han cumplido. ¿Cómo ha sido este choque entre lo que esperaban y lo que hay?

-Sería fácil apuntar con el dedo a Piñera o a Bachelet, pero creo que hay un punto anterior. Nos tiene que caer la teja de que si no mejoramos la cancha de lo público -me refiero a las instituciones, a las reglas del juego y a la actitud de los jugadores- será difícil hacer los cambios que el país requiere. Si la cancha está en mal estado, pueden entrar Messi y Ronaldo, pero igual van a jugar mal.

-¿Cuál es esa cancha? ¿Quiénes juegan?

-Lo que digo es que la interacción entre los jugadores de lo público -el oficialismo, la oposición, el gobierno, el Congreso, la Contraloría- sucede en una cancha que está en mal estado. Entonces, antes de analizar el gobierno de Piñera, enfoquémonos en mejorar la cancha más que en ver a los jugadores.

-¿Se ha fragilizado la institucionalidad?

-No me gusta la autoflagelación. Nuestro marco institucional es el mejor de la región, pero hay señalas preocupantes. Veamos lo que sucede en la relación del Congreso con el gobierno o lo que está pasando en las Fuerzas Armadas, en el Ministerio Público, donde hay dos fiscales que se hacen acusaciones cruzadas gravísimas. Si uno mira esas instituciones, todas están dando muestras de fatiga. Si no se actúa oportunamente, se va a instalar un deterioro que podría ser irreversible. Por eso la necesidad de mejorar la cancha. El Presidente Piñera promovió una agenda de modernización institucional. Ahora, ¿esa agenda va a tener piso político?

-¿Qué cree usted?

-Que ahí hay un signo de interrogación. La tentación política es conectar con el sentido común ciudadano o con esa frase de "resolver los problemas de la gente". Es como que la política presumiera que basta tocar una sola tecla para resolver un problema. Las cosas son más complejas.

-¿Está ganando el "cosismo"?

-Bueno, a mí me preocupa el cosismo. Y no quiero decir que me preocupa Joaquín Lavín, porque creo que Lavín es un líder político que tiene la capacidad para romper inercia. Hoy el liderazgo político debe romper inercia…

-¿Cuál inercia?

-La inercia que traemos. Si uno toma el tema del crecimiento, verá que en los últimos cuatro o cinco gobiernos nuestra capacidad de crecer está estancada o deteriorándose. Y eso ha ocurrido en esta cancha que fue súper exitosa en los últimos 30 años, pero ya no lo es. De hecho, no hemos logrado mover la aguja del crecimiento en distintos sellos de gobierno.

-¿Ni siquiera en los gobiernos de derecha?

-El problema es el marco general. Por eso, no soy crítico del liderazgo del Presidente Piñera. Al revés, hay ciertas características de su capacidad de trabajo, de su inteligencia, de su comprensión de los problemas, de las que debiéramos sentirnos orgullosos.

-Cada proyecto tiene un sello. Para Bachelet, por ejemplo, era más importante la desigualdad…

-¿Y se movió la aguja de la desigualdad con ese proyecto? ¿O sigue la inercia que traíamos? Yo creo que es más lo segundo.

-¿Aquí había un consenso por el crecimiento que se quebró?

-Al menos en las palabras se está reivindicando su importancia. Hemos visto al exministro de Hacienda Rodrigo Valdés, al senador Lagos Weber, a Óscar Landerretche, que está adquiriendo un liderazgo interesante, y que también están hablando de esto. No hay proyecto político viable si no hay crecimiento.

-¿Qué explica la desconexión entre lo que quiere la gente y lo que la élite cree necesario?

-Yo creo que la política en general -y este gobierno no es una excepción- está muy condicionada por un cierto supuesto de que las personas solo quieren escuchar soluciones simples. Yo creo que es al revés: las personas pueden estar un poquito saturadas de soluciones rápidas. Quieren un liderazgo que sea más conductor. No se trata de un liderazgo autoritario, jerárquico, porque hoy los liderazgos se ejercen con participación. Pero participación no significa simplemente escuchar y replicar las demandas sin ningún procesamiento. Hoy día es el momento de la política.

-¿Y Lavín qué representa en ese esquema?

-A Lavín yo lo vi como cosista en el pasado, pero hoy lo veo rompiendo inercia, porque se atreve. Y cuando digo que este es el tiempo de la política, es porque hay personas como el senador Andrés Allamand o Felipe Kast que están marcando un punto respecto de la modernización del Estado. O, como ya dije, una figura como Landerretche.

¿Qué es lo que le resulta interesante de Óscar Landerretche?

Me parece interesante su postura. Él está hablando de la necesidad de hacer estos cambios; de que su sector político no está reconociendo la importancia de que el mercado laboral, por ejemplo, se adapte a la flexibilidad que hoy se requiere. También está rompiendo inercia. Los políticos que sigan expresando lugares comunes o sigan condicionados por la inercia de lo que supuestamente es políticamente viable no sé si van a recibir el resultado electoral que esperan. Sería muy positivo que en Chile compitieran proyectos políticos más ambiciosos y que no se limitan a hablar solo del sentido común de la gente.

-Para usted, ¿estar en política es una opción?

-No. Yo estoy muy motivado en lo que estoy. Convencido de que el mundo empresarial tiene que dar un paso hacia lo público y un buen lugar para hacerlo son los gremios.

-¿No le atrae militar en Evópoli, por ejemplo?

-Evópoli me parece interesante, porque está hablando de estos temas. Como también encuentro interesante lo que está haciendo Óscar Landerretche.

-De nuevo Landerretche...

-Es que es bueno visibilizar a actores políticos que aparentemente no están en las encuestas. Y esa es otra inercia: la 'encuestitis'. Es bueno que irrumpan estos actores.

-¿Apuesta por la llegada de una nueva generación política?

-No. Yo reivindico la política y les saco el sombrero a las personas que se han dedicado profesionalmente a ella. La trayectoria es relevante. Senadores como Montes, Allamand, Lagos Weber, Harboe, Coloma, son actores esenciales. Quien reniega de la política le está haciendo un gran daño a lo público.

-En ese sentido, ¿ve vientos de populismo?

-No son vientos explícitos. No creo que haya un proyecto populista en Chile en ninguno de los principales liderazgos que conocemos.

-Algunos lo ven en figuras como José Antonio Kast…

-No, no lo creo. Pero sí creo que su aproximación es un poco simplista, en la lógica de que hay que conectar con el sentido común ciudadano. Eso tiene indirecta relación con un cierto populismo.