Por primera vez, dos mujeres estarán al mando de las instituciones más relevantes de la Unión Europea (UE). La belga Úrsula von der Leyen tomará las riendas de la Comisión Europea y la francesa Christine Lagarde lo hará en el Banco Central Europeo (BCE). Ambas con una impronta y liderazgo indiscutibles, deberán conducir la UE del siglo XXI, desafiada a superar sus dificultades internas y recuperar influencia en el concierto internacional.
El nombramiento de ambas no ha pasado inadvertido y tampoco el discurso con el que Von der Leyen sostuvo su candidatura a la presidencia. Propuso una agenda feminista, ecologista y de refundación democrática. Pretende impulsar la paridad entre las/los eurocomisarios, tipificar la violencia contra las mujeres como delito penal en los tratados europeos y lanzar de inmediato un Acuerdo Verde para la reducción de las emisiones de CO2, y convertir parte del Banco Europeo de Inversiones en un banco climático, movilizando importantes recursos para combatir el inmenso daño medioambiental, cuya irreversibilidad ya compromete el futuro del planeta.
La UE tendrá un rol activo en la Cumbre del Cambio Climático (COP25) que se celebrará en Chile a fines de este año. Nuestro país, más allá de ser el anfitrión de esta gran cita mundial, debe impulsar con convicción los acuerdos público-privados y las reformas legales que permitan alcanzar un desarrollo sostenible, una matriz energética cada vez más renovable, cumpliendo la meta ya asumida de ser carbono neutral al 2050, solucionar controversias medio-ambientales y profundizar la protección de los derechos de la ciudadanía en este ámbito. Otras cuestiones más inmediatas son el impulso de la electromovilidad, la forestación del país, la economía circular y la exigencia de reducción de emisiones a importantes sectores productivos.
Mientras más compromiso haya, más ganan países como el nuestro, que, sin ser de los mayores contaminantes, es uno de los más vulnerables al cambio climático, lo que preocupa y debiese movilizarnos a una acción inmediata.
La humanidad está en riesgo y entre quienes más peligran están las mujeres y niñas, según la Comisión Jurídica y Social de la Mujer (CSW) de Naciones Unidas. Las normas, roles y responsabilidades sociales asignados a cada género determinan esa vulnerabilidad. Si ellas son las que están a cargo del cuidado de la familia, la carga que sobrellevan es mayor y se agudiza en situaciones de catástrofes. Además, muchas suelen dedicar un tiempo considerable a la provisión de agua, energía y cultivo de alimentos para sus hogares, actividades muy afectadas por fenómenos de la naturaleza. La migración forzada por estos motivos las afecta preferentemente, así como la violencia y acoso, que se exacerba en situaciones límites.
La otra cara de la moneda es que ellas también son grandes agentes de cambio y desempeñan un papel fundamental y, a menudo, no reconocido, enfrentando el cambio climático y la gestión de recursos naturales. Por eso, la COP25 -presidida por una mujer, la ministra de Medio Ambiente- debiese incorporar las temáticas de género, emulando el ejemplo del Foro Apec que también se desarrolla en Chile este año.
Es claro: los liderazgos globales en este ámbito importan y hoy confluyen varias mujeres en el desafío de devolver la sostenibilidad al planeta. Cómo no reconocer, por ejemplo, a la activista adolescente sueca Greta Thunberg, quien inició el movimiento Juventud por el Clima y ha comprometido su venida a Chile para esta cumbre ambiental. Viajará en barco, porque contamina menos que el avión, y su mensaje será clave para remover las conciencias de líderes políticos y empresariales del mundo, como ya lo ha hecho en otros foros internacionales. "Ustedes dicen que aman a sus hijos por encima de todo, pero les están robando su futuro ante sus ojos (…). Nuestra biosfera se está sacrificando. Son los sufrimientos de muchos los que pagan por los lujos de unos pocos", ha dicho con rotunda honestidad. Greta inspira y todas y todos deberíamos escucharla. Ya.