Columna de Alejandra Sepulveda: El "pipeline" de la política
La movilización masiva en torno al #MeToo y de resistencia a los discursos misóginos se tradujo en un activismo político sin precedentes, clave para cambiar la fisonomía de la Cámara con distintas etnias, edades, grupos sociales y religiones.
¿Creería usted que en Chile las personas prefieren un presidencialismo fuerte, que "solucione sus problemas", a un Congreso más empoderado? Es lo que analiza y concluye un interesante estudio del Laboratorio Constitucional de la UDP, Subjetiva y Criteria Research. Frente a la crisis de la política, a la crispación en el ambiente y la desazón ciudadana con una élite que, perciben, solo busca sus privilegios, el descontento se focaliza justamente en aquellos representantes escogidos para reflejar, en la toma de decisiones políticas, la diversidad social, cultural e ideológica de nuestra sociedad. Una paradoja.
Hay un evidente "mal clima" general que redunda en una crisis de representación a la que, lamentablemente, nos estamos acostumbrando. Salir de ella requiere un abordaje amplio. Pero, sin lugar a dudas, desarrollar un mejor "pipeline" de la política ayudaría. Esto quiere decir, permitir la formación de un grupo amplio, creciente y diverso de talentos, que puedan ser considerados por el electorado. Obvio que ello supone desafiar a los partidos a cambiar sus prácticas históricas de bloqueo de ciertos grupos menos representados, como las mujeres. Y de una vez por todas limitar la reelección indefinida de incumbentes, que impide, en la práctica, la necesaria renovación de liderazgos.
La necesidad de este "pipeline" es uno de los aprendizajes que dejó la pasada elección parlamentaria 2017, la primera en estrenar las llamadas cuotas de género, donde los partidos y pactos se vieron obligados a presentar listas equilibradas (60/40) de candidaturas, so pena de no poder inscribirlas ante el Servel. Pero el comportamiento en la nominación fue tardío e improvisado, con prácticas cuestionables, como nombrar candidatas sin opciones reales de disputar un espacio a sus pares masculinos, incumbentes, y con menos apoyo financiero. Con todo, ellas lograron incrementar en 6,8 puntos porcentuales su representación en el Congreso. Las cuotas funcionan.
Ahora tenemos una nueva oportunidad para avanzar. Es clave aprobar el proyecto de ley de cuotas para las elecciones municipales y de gobiernos regionales, impulsada de manera transversal por las diputadas de la Comisión de Género y que comenzó su discusión esta semana en sala. Frente a la magra representación femenina de 11,9% de alcaldesas y 24,6% de concejalas, esta sería una señal de coherencia potente que permitiría transversalizar el principio de paridad de género en la política.
Hace algunos meses, las mujeres hicieron historia en las elecciones parlamentarias en Estados Unidos. Un centenar de ellas entró a la Cámara Baja como "un ciclón", abriéndose camino también como gobernadoras en algunos estados. La movilización masiva en torno al #MeToo y de resistencia a los discursos misóginos se tradujo en un activismo político sin precedentes, clave para cambiar la fisonomía de la Cámara con distintas etnias, edades, grupos sociales y religiones.
Los vientos a favor de la paridad de género en Chile hoy son evidentes, con una ciudadanía que expresa un apoyo entusiasta a la mayor participación y protagonismo de las mujeres en la vida pública. Hay que completar, por tanto, el camino iniciado en las parlamentarias y sumar voluntades para empujar una ruta de desarrollo de carrera política ascendente e inclusiva, que revitalice nuestra tensionada democracia representativa.R
Comenta
Por favor, inicia sesión en La Tercera para acceder a los comentarios.