Fuad Chahin, timonel de esa embarcación azotada por tantas tormentas que es la Democracia Cristiana, ha expresado su deseo de "recuperar" el partido. Tal vez "reflotar" debiera ser el verbo. Para esos efectos planea convocar una megaasamblea, suerte de tedeum político -¿o Teletón?- cocelebrado por congresales, dirigentes locales, regionales, militantes, figuras históricas, etc. Es una incógnita qué pueda sacar en limpio de eso. Más desconocido aun es de qué manera cree posible hacerlo. Finalmente es el más profundo de los misterios si solo hace lo necesario para dar la ilusión de que algo hace o no lo sabe y en verdad se cree investido con los poderes terapéuticos del Mesías. Para nosotros, simples ciudadanos, se trata de un ejercicio insubsanablemente nulo antes, durante y después. Por desgracia, despojados como estamos de las iluminaciones que confiere una Visión Beatífica, simplemente la experiencia nos dice que toda asamblea multitudinaria no es sino el sitio donde se hacen amargos reproches, tejen intrigas, vociferan acusaciones, se inician nuevas pendencias, se disputa el poder y se dan opiniones, pero en ningún caso un espacio en el cual se creen ideas. Ideas y no proclamas son las que se necesitan para tener un foco alrededor del cual alinearse. Sin embargo esperar que esa exquisita y delicada criatura nazca del vientre materno de una patota es como aguardar una representación de Hamlet en el entretiempo de un partido del Colo Colo.

Chahin no encontrará allí una brújula para los próximos 20 años o siquiera los próximos 20 días. Amén de los consabidos llamamientos a "la unidad", los cuales entrañan precisamente que no existe, encontrará opiniones a porfía, pero una opinión es solo una gratuita creencia con pretensiones de raciocinio. Ya hace más de 2.300 años, en uno de los diálogos socráticos, se examinó y probó su vanidad. Una opinión, menos aun si son muchas y reemplazan el vacío por el guirigay, es del todo insuficiente para pretender que un partido deshecho se recomponga y luego que la nación, agradecida, lo escuche y siga. Pero hay que ponerse en los zapatos de Chahin; algo tiene que hacer para que parezca que algo existe. Encara un problema tan insoluble como el de los demás dirigentes del "progresismo" tanto en Chile como en todas partes, a saber, el hecho de que no tienen ninguna idea que merezca ese nombre ni tampoco ninguna cabeza pensante de donde sacarla. Desde hace mucho carecen de un sistema teórico o siquiera ideológico -con el inevitable tufo a creencia de estos últimos- que dé cuenta de la naturaleza del mundo tal como es AHORA y no en la era del industrialismo victoriano y con él proponer una receta para AHORA, no a la medida de la época previa al pistoletazo de Sarajevo.

¿Qué les queda, entonces? En el caso de la decé, la cual tuvo entre los años 30 a 60 sustancia e identidad con los escritos de Jacques Maritain y un espolvoreo de espíritu con un par de encíclicas papales, a sus militantes solo les queda confesar el hecho de estar al tanto de la existencia de esas fuentes, pero no familiarizados con ellas porque de seguro jamás las leyeron y menos estudiaron. Es de dudarse que Chahin conozca ni un párrafo de una sola de las casi 80 obras del filósofo, ni siquiera de Cristianismo y Democracia, la más cercana al tema político. No es un reproche; nadie lee ya a Maritain. Ni Maritain se leería.

Preguntamos de nuevo: ¿Qué les queda entonces? Les queda, como a sus compañeros de ruta de la difunta NM en camino hacia un Más Allá ininteligible e invisible, un apolillado catálogo de frases hechas y los automatismos verbales y emocionales con que iniciaron sus trayectorias políticas en la pubertad, amén de amistades de toda la vida, un par de martirologios y no mucho más. Con eso deben arreglárselas para encarar tareas que superan abrumadoramente las capacidades explicativas y/o de reclutamiento ciudadano de dichas reliquias. Con envolverlas en el papel de regalo del "humanismo cristiano" la decé no puede pretender que está en condiciones de librar al país de los horrores que sus militantes dicen ver por todas partes, a saber, el capitalismo "salvaje", el egoísmo, el individualismo, el consumismo, el chovinismo, el fascismo, el machismo, el ateísmo, el materialismo, etc., etc., etc.

Pregúnteles qué opciones y alternativas nos ofrecen y responderán "el humanismo cristiano", pero pregúnteles entonces qué significa humanismo cristiano y dirán "luchar contra el capitalismo salvaje, el egoísmo, el individualismo, el consumismo, el chovinismo, el fascismo, el machismo, el ateísmo, el materialismo…". Catch 22…

Último refugio…

Bien puede ser que a la falta de ideas y a la confusión se agregue una dosis de oportunismo. ¿Quién fue el cínico que dijo que el patriotismo era el último refugio de los canallas? Una versión menos dura y algo más amable y en sintonía con este caso sería decir que los senescentes, incapaces ya de vivir en el presente, se refugian en el pasado para rememorar y embellecer lo que ya vivieron o incluso reinventarlo. Es posible, en efecto, que no pocos decé crean que alguna vez, en una suerte de país-de-nunca-jamás, se instaló dicho humanismo cristiano.

Lamentablemente para el partido los con valor suficiente para mirar de frente la realidad se fueron a fundar otra cosa, aunque no tuvieron el valor necesario para reconocer por qué, en verdad, se iban y fundaban. A estos hay que sumar -o restar– los que no tienen valor ni para irse ni fuerza para engañarse. Y hay quienes, en desesperada búsqueda de una salida, aducen que en las actuales circunstancias la decé abandonó su original ideario y la tarea es recuperarlo. ¿Acaso algo se "recupera" viajando al pasado? Lo que ese partido y los demás requieren no es una recuperación, sino una recreación. ¿Pero quiénes en la Democracia Cristiana tendrán lo que hace falta para la primera y dura etapa de ese viaje, esto es, abjurar del ajado catálogo de memeces que se les fueron pegando en las suelas de los zapatos durante estos últimos años? Muy difícil descalzarse y hacer aseo. Tal vez esta crítica agonía en la indecisión y la confusión lleve inevitablemente al pietismo político, a la contemplación, al OOOMMM que dicen los gurúes es la voz de la divinidad, al perfecto vacío.